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¿Funcionaría la legalización?

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Fernando Navarro Sordo

La lucha antidroga criminaliza inútilmente a un sector considerable de la población europea, a la vez que permite una fuente importante de ingresos para los criminales. Mientras tanto, aumenta el consumo: tiene que haber otra forma de hacer las cosas.

En una era en la que el problema de las drogas no respeta fronteras internacionales, parece cada vez más que Bruselas debe buscar una solución más coordinada. Urge encontrar una solución al debate sobre las drogas: ¿hay que seguir prohibiendo la producción y la distribución de estupefacientes o decirle adiós a la lucha y establecer un marco legal para el mercado?

Existe una enorme distancia entre la visión tolerante de las autoridades holandesas y la “tolerancia cero” practicada en Suecia o en Francia. Gracias a las cifras anuales del Observatorio europeo de las drogas y toxicomanías (OEDT), es posible comparar el impacto de estas medidas políticas sobre el uso de las drogas.

El que sale ganando

La conclusión de estas estadísticas es asombrosa: no existe clara relación entre las políticas en materia de estupefacientes y la preponderancia del consumo de drogas. En los países con políticas liberales, no hay más toxicómanos que en los países con gobiernos que practican una política de “mano dura”.

Muy al contrario: una investigación del OEDT llevada a cabo en 27 países europeos en 2003 a revelado que en los Países Bajos la “disponibilidad percibida” de cannabis entre los jóvenes de 15 y 16 años (es decir, la sensación que manifiestan de si es “relativamente fácil” procurarse dicha sustancia en su entorno), es inferior a la de otros 9 países de la Unión Europea, en los que la venta de cannabis está prohibida por completo.

Las políticas basadas en la aceptación del uso de estupefacientes han arrojado resultados positivos para la salud y la seguridad públicas. En muchas ciudades europeas, la distribución de jeringuillas limpias ha reducido la propagación del virus del SIDA, la distribución controlada de heroína ha ayudado a los consumidores de esta droga a llevar una vida normal y el concepto de los coffee shop (practicados en 100 ciudades holandesas) ha reducido la criminalidad y las perturbaciones sociales asociadas a los puntos de venta ilegal de cáñamo.

El coste de la prohibición

La mayoría de los problemas tradicionalmente asociados a las drogas los causa su ilegalidad.

El entorno en el que las substancias ilegales se producen, se venden y se consumen implica que sean caras y de baja calidad. Además, la prohibición absoluta de los estupefacientes genera una industria del crimen que representa cada año, según cifras de la ONU, entre 300.000 y 400.000 millones de euros –unos 10.000 euros por segundo-, suma que puede reinvertirse en otras actividades subversivas como el terrorismo.

Al mismo tiempo, el gasto público efectuado para sufragar el dispositivo de lucha antidroga en el seno de la UE se eleva a casi 6.500 millones de euros al año. El impacto de la ley sobre los traficantes de droga ilegales puede considerarse insignificante: para provocar verdaderas pérdidas económicas a los grandes capos de la droga y convertir la actividad en menos lucrativa, las operaciones policiales deberían lograr confiscar el 75% del volumen total de las drogas en circulación. En Europa, este porcentaje jamás ha superado el 15%.

Cada vez más expertos independientes y otros ciudadanos se convencen hoy de que las políticas actuales no sólo están desfasadas, sino que además son contraproducentes e ignorantes de la realidad. Para ellos, sólo queda una solución: la legalización.

Algunos, aglutinados en la plataforma europea de ONG a favor de políticas antidroga más justas y eficaces (ENCOD en sus siglas en inglés), han reflexionado en torno a posibles escenarios post-legalización susceptibles de ser aplicados en la Europa de hoy. La idea consiste en legalizar en una primera fase el cannabis y otras drogas consideradas “blandas”, para luego legalizar las duras.

Un escenario posible

La cultura alrededor de plantas como el cáñamo para uso personal se convertiría en legal para los adultos. En relación a la producción con fines comerciales, esta podría sujetarse a licencias concedidas a asociaciones que produjeran la cantidad mínima necesaria para el consumo personal de sus miembros. En definitiva, la estructura podría dirigir un café o un bar que distribuyera pequeñas cantidades, como en los coffee shop holandeses.

La producción de drogas químicas o de síntesis podrían realizarla empresas privadas bajo el control de representantes de organizaciones sociales, expertos médicos, investigadores y autoridades locales y nacionales. Tal cadena permitiría un proceso de producción seguro, un comercio equitativo y un mercado ilegal restringido.

El acceso a drogas químicas y sintéticas por parte de los adultos podría también organizarse de distinta maneras. Existe una propuesta que privilegia la distribución mediante receta y a través de las farmacias o de los centros médicos especializados. Si alguien desea consumir con más frecuencia que el límite establecido por la ley, podría obtener la receta de un médico. Otra posibilidad sería la de crear clubes como los casinos, en los que los adultos podrían consumir drogas. Cualquiera que sea la fórmula elegida, estos modelos deberán ser introducidos de manera progresiva, para evitar desmanes y no perder la lucidez.

La legalización de las drogas aportaría más transparencia al comercio al por mayor y al por menor, más calidad y más control de los precios, limitando a la vez el número de toxicómanos. Esto reduciría mucho el poder de las mafias en el mercado negro de las drogas.

Adelantarse

Quienes se oponen a la legalización piensan que el consumo de drogas aumentaría con dicha medida. Las cifras de los Países Bajos, país en el que el consumo de cáñamo está despenalizado desde hace 30 años, demuestran lo contrario.

Otros sostienen que los criminales, implicados ahora en el comercio de drogas, cambiarían con toda facilidad de sector de actividad y se orientarían hacia otros comercios ilícitos. Verdad o no, este no es un argumento válido contra la legalización y sus grandes beneficios para la sociedad.

En cuanto a la probabilidad de que uno de los escenarios descritos se conviertan en realidad en Europa en, digamos que los próximos cinco años, todo dependerá de las políticas que se empleen. Democráticamente o no. Hasta ahora, las autoridades de la UE han logrado evitar un debate abierto y público sobre la cuestión. Sin embargo, si algún día se lanza el debate, no hay duda en que desembocará en la legalización de la droga en Europa.

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Translated from Would legalisation work?