Franzobel en Berlín: un escritor tras las rejas
Published on
Translation by:
Yasmina Guye SanchoEn la trastienda de los Encuentros Internacionales de Literatura, en Berlín, un escritor invitó a algunos autores de renombre para animar una lectura en la cárcel de Moabit. Junto a Franzobel, un novelista austriaco conocido por sus derrapes sexuales y políticos, los presos escucharon, intercambiaron y respiraron la libertad de las palabras que les llegaban desde el otro lado de las rejas.
En el patio de la cárcel de Moabit, dos hombres repiten la misma ronda; parecen dos escolares de anchos hombros que hubieran dejado pasar su vida. Hace años que no han visto el mundo exterior y es muy probable que no hayan oído hablar nunca de Franzobel, ese escritor que les mira por la ventana. Ni siquiera 800 metros les separan del jardín berlinés del Tiergarten, donde los asiduos de los Encuentros Internacionales de Literatura se dirigen dispuestos a ir de lectura en lectura. Sin embargo, para los 1.300 presos, la distancia no se mide en metros sino en años.
¿Franz qué?
En un profundo silencio, Franzobel recorrió los pasillos del establecimiento penitenciario, pasó por delante de las celdas comunes y leyó las hojas oficiales de abastecimiento que estaban pegadas en sus puertas: “pan blanco”, “cocina musulmana”, “castigado”. Luego, muy serio, fue hacia el podio. Allí, escondido detrás de su botella de agua, él, que ha dado miles de charlas en estos últimos años, se emocionó al ver a esos 60 presos luciendo sus mejores galas y poniendo su mejor cara. “No existen fronteras para las historias”, afirma el escritor berlinés Martin Jankowski. “Y aquí aún son más importantes que en otras partes”. Este es el principal motivo por el que, en el 2002, se comprometió a que, en cada festival, dos autores dieran una lectura en las cárceles de Moabit y Tege; y sin recibir sueldo alguno, sin posibilidad de vender sus libros y al margen de lo oficial. Aún así, a Martin Jankowski no le faltan candidatos.
Ni drogas, ni sexo ni política
Leer también: Said André Remli, lo que ocurre tras las rejas del talego francés.
Con su marcado acento austriaco, Franzobel permitió que los presos se evadieran al borde del mar, allí donde la pareja de su última novela pasa las vacaciones. No obstante, el universo interior de estos presos no les ha abandonado. El festival de literatura seleccionó algunos pasajes de su “novela de playa” Picus, atípica de este autor ya que está permitida para menores: no habla ni de drogas, ni de sexo, ni de política. Sólo aparecen hombres libres que se hacen un lío con las palabras. Los prisioneros, en cambio, no pararon de hacer comentarios: “Su novela no podría ser tan buena si no se inspirara en su vida”, exclamaba un hombre astuto con gafas. “En su libro, la tierra tiembla. Aquí, en el trullo, lo único que podría temblar son los muros. Quizás podría decirnos cómo salir de aquí… ¡Con el pase de visitante!".
Este escritor de 43 años les gusta. A pesar de su apariencia de profesor bonachón, con su cabello encrespado y su camisa a cuadros, Franzobel es conocido por mantener a raya a la Austria conservadora con sus novelas satíricas sobre los bodrios políticos y las extravagancias sexuales (como su obra: Austria es bella -un cuento de hadas- la Scala Santa o el orgasmo de Josefine Murzenbacher). Sólo en una ocasión vuelve a tomar su papel de niño travieso: “Si nosotros los autores transpusiéramos nuestras fantasías a la realidad en vez de a la literatura, pronto estaríamos entre rejas”.
En busca del tiempo perdido
Los textos de Micha no remiten hacia el interior sino hacia el exterior: “He aquí un día como les gusta a los pintores/un magnífico día de verano en todo el país/los rayos del sol atraviesan las rejas/ y, sin embargo, yo sólo miro fijamente la pared gris”, canta este preso con su voz ronca al compás de los guitarreros. El nombre del grupo es el único elemento estable de este conjunto de presidiarios que toman clases con Heinz Glas, el guitarrista de Epitaph. Incluso en el concierto que dieron en honor a Franzobel improvisaron hasta en la composición del grupo: acababan de transferir al bajista a otra cárcel, al batería lo habían soltado y a Micha lo habían retenido unas horas antes del concierto por una medida disciplinaria. Al bajo estaba Benni, un chico mofletudo de 21 años. Este joven siempre lleva una gorra de baseball y es el más activo del grupo; ahora está en detención preventiva y tiene la esperanza de recibir la libertad en su futuro juicio. Micha, por su parte, está indignado con el tiempo y los diez años que aún debe purgar: “La vida es demasiado corta para echarla a perder/ porque he acabado así/ para lamentarlo /por todo el tiempo perdido”.
"Las lecturas en el trullo tienen éxito", explica Martin Jankowski, que está tan cómodo en la cárcel como en su propia casa. Durante nueve años, ha acompañado a numerosos autores a la prisión: desde el legendario Maori, hasta Alan Duff (Once Were Warriors) o el conocido emigrante Feridun Zaimoglu (Douze grammes de bonheur), pasando por el húngaro György Dragomán (El Rey blanco), que creció bajo la dictadura de Ceausescu.
Arte encerrado
Muchos son los escritores que habrían dejado la cárcel “completamente empapada de emoción”; Martin Jankowski recuerda confesiones tajantes, escollos dolorosos, amistades (epistolares) entre autores y presos. Ahora, la “literatura detrás de las rejas” (Literature Behind Bars) debe transformarse en un modelo para la creación de proyectos en toda Europa; Martin Jankowski lleva a cabo dos programas de la Unión Europea que tienen como tema “el Arte y la Cultura en las cárceles”; el objetivo de ambos programas es el de difundir estas ideas fuera de Alemania.
Franzobel tuvo que irse para hacer su lectura oficial en el festival. Sin embargo, no tenía prisa alguna: en un trozo de papel, le estuvo dibujando a un veinteañero poco hábil un pastel de cumpleaños para su novia. Franzobel ya había dado su gran lectura, en secreto, frente a los presos.
Fotos: ©Christina Felschen
Translated from Rebell im Schafspelz - Österreicher Franzobel liest im Berliner Knast