Francia-OTAN: ¿un matrimonio forzado?
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Por Julie Beckrich Traducido al español por Rebeca Santamarta
La cumbre de la OTAN organizada en abril conmemora el 60 aniversario de la Alianza y podría oficializar el retorno de Francia al mando integrado de la organización, anunciado por el presidente de la República durante su última cumbre en Bucarest en 2008. Por otra parte, destaca el carácter simbólico de esta vuelta que implica algunos aspectos que hicieron resurgir el debate político en las últimas semanas en Francia. El tema de la reintegración en la OTAN, que es más polémico todavía por resultar de una decisión tomada unilateralmente por el presidente de la República, debe, según los opositores, ser objeto de debate y de votación parlamentaria. Según el Partido Socialista “nada justifica esta decisión del Presidente, tomada sin debate, cuando se refiere a los fundamentos de la política extranjera francesa”. Los problemas son de gran nivel como el hecho de que volver sobre la decisión del General De Gaulle de 1966 privaría a Francia del estatus particular del que se beneficia desde entonces en la escena internacional cuando se trata de cuestiones de seguridad y de defensa.
Una participación de geometría variable
Históricamente, Francia adaptó su participación en la OTAN a las evoluciones de la vocación y misiones de la Organización. Miembro fundador cuando buscaba elaborar un sistema de seguridad común en el contexto de la Guerra Fría, Francia se retiró en 1966 de la estructura militar integrada y de la dirección de la organización, siguiendo la voluntad de independencia del General De Gaulle de cara a los Estados Unidos. Aunque ya no era miembro de la OTAN, Francia se mantenía como miembro de la Alianza Atlántica, “aliado pero no alienado”. En 1996, J. Chirac estudia el acercamiento militar (que en estos días está en apogeo...) enviando a un representante francés al comité militar creado como consecuencia del conflicto en la ex Yugoslavia. Francia desplegó en Bosnia, desde el comienzo del conflicto en 1992, en torno a 7.500 soldados, que se encargan del mantenimiento de la paz en la región. Francia participa en la planificación operacional pero no en la de defensa y continúa formando parte de otras actividades de la OTAN que llegan de la estructura civil. Durante mucho tiempo, Francia continuó comprometida en las dos principales operaciones de mantenimiento de la paz y de estabilización llevadas a cabo por la OTAN bajo mandato de las Naciones Unidas (KFOR en Kosovo y FIAS en Afganistán), situándose hoy en el tercer rango de los países contribuidores de tropas y en el cuarto puesto a nivel financiero. Esta fuerte participación en las operaciones de la OTAN constituye el argumento principal de los partidarios de la plena reintegración en la Organización.
Los problemas de la reintegración
Si la decisión unilateral de Sarkozy provoca el debate, es porque el tema es importante. ¿Cuáles son verdaderamente los pormenores de la vuelta de Francia en el mando integrado? ¿Está justificado hoy en día el retorno completo de Francia a la OTAN?
Según los partidarios de esta reintegración, la pregunta es más técnica que política y no hace más que oficializar el compromiso actual de Francia en las diferentes operaciones de la OTAN. Así, la ministra del Interior Michèle Alliot-Marie estima que “participando en todas las estructuras, se hace posible tener una influencia real no solo sobre las decisiones sino, también y especialmente, sobre la dirección de las operaciones… Nuestras responsabilidades estarán en conformidad con la realidad de los medios militares que desarrollamos”.
Los opositores al retorno de Francia al mando integrado siguen dudando, por el contrario, de que esta decisión no suponga más que una pérdida de independencia frente a los Estados Unidos. Si la decisión de 1966 impedía toda posibilidad de compromiso automática de las fuerzas francesas sin previa decisión política nacional, la plena integración de Francia en la OTAN pone en peligro esta autonomía. En este sentido, Dominique de Villepin se pregunta si “integrados en la OTAN ¿habríamos podido, tener la misma posición que mantuvimos en Irak?” Para el antiguo ministro socialista de Defensa Paul Qulès la alineación es inducida: “la pertenencia al mando integrado supone una presunción de disponibilidad de las fuerzas francesas asignadas a la OTAN. Para una misión militar concreta se presupondrá la participación francesa”.
Una unión que no parece disgustar a Sarkozy, quien no a dejado de afirmar la pertenencia de Francia a “su familia occidental” y su unión a los “valores occidentales que son esenciales para el país”, vehiculando un pensamiento del mundo basado sobre una lógica de bloques que la comunidad internacional había pretendido superar. Una concepción “maniquea” de los futuros equilibrios del mundo que están en riesgo, por otra parte, al enviar una señal política negativa a los países que no formen parte del “bloque occidental”
¿Una decisión prematura?
Francia hasta ahora parecía haber optado por un posicionamiento pragmático en su relación con la OTAN, definido por el giro estratégico y político que toma la organización en la historia. Las mutaciones recientes de la organización política del mundo: la ampliación de la Unión Europea y la definición consecutiva de una nueva política de defensa y de seguridad común, la nueva administración americana, la emergencia de nuevas potencias mundiales, el conflicto en el Cáucaso… implicarán probablemente una redefinición geográfica y política de la vocación de la OTAN. La elaboración de un nuevo Concepto Estratégico figura en el orden del día de la Cumbre de Estrasburgo. Podemos preguntarnos entonces, conforme a la lógica pragmática que dictó la relación francesa en la OTAN si la decisión de la plena reintegración no es hoy prematura.
De todos modos, la redefinición de la relación del país y la Organización se pone entonces en que son dos reflexiones al menos tan determinantes que se han mantenido en el tiempo. En primer lugar, la vocación de la OTAN que, tras los cambios de los años 90, impusieron a la Alianza alejarse de sus misiones originales y extender sus fronteras geográficas. Pero también, la definición de una política de seguridad y de defensa limpia a la Unión que parece no poder emerger sin diplomacia europea. Se puede así cuestionarse la compatibilidad de las misiones de la OTAN y de la PESD, ¿serán complementarias, compartidas, competencia?
Créditos fotos: OTAN
Foto 1: Primera sesión del Consejo Norte Atlántico en 1949