Eurovisión: cutre pero políticamente correcto
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La gran verbena de Eurovisión, la fiesta por antonomasia de la achacosa Europa, se parece cada vez más al cumpleaños de una entrañable abuela. Solo que la censura política sigue tan en forma como siempre
Desde que se hizo la luz existe esta efemérides. Casi es materia del Génesis lo que atañe a este festival que inicia su andadura en Lugano, en el 56, de la mano de Lohengri Filipello. Aunque en tal ocasión solo fuera un programa de radio con alguna cámara emitiendo señal para aquellos pocos que podían captarla.
Desde entonces a hoy, ha transcurrido el tiempo. Hoy como en su ‘prehistoria’ este añoso festejo se asemeja más y más a un bazar vetusto, una chusca trastienda o el zoco abigarrado en que mercar los trapos más absurdos, los adornos más freaks y los más horteras complementos que colgarse uno encima. Y es que por más que la chovinista ruleta de los votos elija una u otra sede, siempre nos parece que estamos en otro plató pero del mismo estudio.
Si esto no fuera poco, esta gran cristalera del viejo continente siempre ha querido politizarse. Allí, entre focos y atrezos, trinos y desafinos, se han querido dirimir cuestiones regionales, revanchas entre próximos, orgullos nacionales… Han querido, aunque poco se ha hecho, porque siempre ha actuado de forma contundente la censura de siempre.
Prohibido herir sensibilidades
Así, ha prohibido ipso facto letras que ha tildado de procaces o hirientes con sensibilidades políticas, de credo o de principios, como cuando en 2008 los españoles tuvieron que cambiar la letra del Chiki-chiki para no hablar del venezolano Chávez o de Rajoy, jefe de la oposición del Partido Popular español. Como si cualquier manifestación que quiera ser artística, activa e innovadora no tuviera la santa obligación de ser procaz, atrevida, incisiva, desamodorrante, inteligente, crítica y, en cierto modo, ácrata.
Este año, en el magro tiovivo hay para todos los gustos. Ha sido vetado un grupo georgiano que con We don´t wanna put in dice: “No queremos a Putin”, aludiendo a la invasión sufrida el pasado verano por el país Caucásico. A su vez, Israel integra entre sus filas a un mozo de etnia árabe, pero no musulmán, sino cristiano, y eso ha dsatado la críticas de las élites izquierdistas y de ciertos sectorres musulmanes por la apariencia de ulticulturalismo que ello da del país. Todo un escándalo, según afirman otros, por no ser de la propia región. Y para más fuegos fatuos, los fans belgas de Elvis braman por sentir que Patrick Ouchêne, con Copycat y un look Elvispresleyano ofende en modo grave al rey, y no a Alberto II, sino al del rock.
Todo esto me recuerda cuando el gobierno de nuestro generalísimo (Franco) vetaba a Serrat (cantautor barcelonés que se negó a ir a Eurovisión por no poder utilizar su lengua natal, el catalán) y lanzaba su gloriosa cruzada a conquistar los éxitos en el 68 y el 69. Todo un espectáculo si no fuera grimoso.