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Europa: ¿Una avería en el proceso de destrucción creativa?

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Estrasburgo

Miércoles 24 de septiembre 2008 Por A. H. Traducido por Patricia Molina

En marzo de 2000, el Consejo europeo de Lisboa decidió establecer una acción común para fomentar el crecimiento y el empleo.

La Unión Europea se fijó entonces un nuevo objetivo estratégico para la década siguiente: “convertirse en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer económicamente de manera sostenible con más y mejores empleos y con mayor cohesión social” (Consejo europeo de Lisboa, 23 y 24 de marzo de 2000 – Conclusiones de la Presidencia). En junio de 2008, la Comisión subraya que la capacidad de la Unión Europea “para valorar el potencial de crecimiento e innovación de las PyME será decisiva para la prosperidad de la UE”.

La preocupación de la UE en cuanto al crecimiento de las PyME se debe a que, desde 1995, la brecha de productividad entre Europa y Estados Unidos va en aumento. Para Vítor Gaspar, economista de la Comisión Europea, el origen de esa brecha reside en el mal funcionamiento del proceso de destrucción creativa en Europa. Dicha noción forma parte de la visión del economista Joseph Schumpeter, según el cual la innovación, llevada a cabo por los empresarios, constituye la fuerza motriz del crecimiento económico. Asimismo, la creación de empresas innovadoras engendra la desaparición de las empresas anteriormente establecidas.

Hoy en día, las reflexiones sobre “el fracaso” de este proceso en Europa giran en torno a tres ejes. El primero se basa en el fracaso del proceso de destrucción ligado a las imperfecciones del sistema competitivo europeo que limita y/o frena la desaparición de las empresas “obsoletas”. El segundo eje se basa en las restricciones de financiación que limitan la capacidad de las empresas para desarrollar sus proyectos innovadores por falta de medios. En el marco de su comunicación, la UE propone en junio 2008 un conjunto de diez principios para guiar la concepción y la aplicación de las políticas que favorecerán el crecimiento de las PyME. En conjunto, dichos principios se centran en la mejora del entorno en el que evolucionan las PyME a fin de facilitarles la financiación, los trámites administrativos, su internacionalización y la intensidad de la competencia. Pero ninguno de esos principios toma en cuenta un tercer factor, que es decisivo en el proceso de destrucción creativa: la voluntad de emprender. La creatividad individual y la voluntad de llevar a cabo un proyecto son indispensables para la innovación. Sin embargo, el individuo se suele mostrar reacio a concebir más allá de lo que es incierto. El esfuerzo creativo de nuestras economías depende pues ampliamente de la propensión individual a asumir y a soportar riesgos. No obstante, el espíritu de empresa parece menos desarrollado en Europa que en Estados Unidos: según el último Eurobarómetro de 2007, sólo un 45% de los europeos frente a un 61% de los estadounidenses desean ser independientes en su actividad. Otra causa de la diferencia de dinamismo entre las economías europea y estadounidense reside en las especificidades culturales. Frente a esta observación, sólo una política voluntarista y de formación adecuada podrá engendrar, a largo plazo, los resultados deseados.

(Foto: flickr/jef safi)