Europa tira de la cadena
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Una persona de 70 kilos necesita ingerir 2,1 litros de agua al día. Sin embargo, sólo el 1% del agua sobre la Tierra es apta para el consumo humano y un promedio del 70% de esta agua se usa para regadíos.
La población no cesa de aumentar mientras la cantidad de agua potable sigue siendo la misma. Europa concentra el 13% de los habitantes del planeta y sólo dispone del 8% de sus recursos hídricos, según la UNESCO, organismo que declaró 2006 como “Año Mundial de los desiertos y la desertificación”. ¿Cómo reconciliar escasez de agua, calidad de la misma y perennidad de sus fuentes? En ello están los participantes en la 3ª WATMED (Conferencia Internacional sobre recursos hídricos en la cuenca del Mediterráneo) que se celebra entre el 1 y el 3 de noviembre en Trípoli, Líbano. “Un país de montes nevados y bosques sorteados de ríos que contrasta con las dunas de arena de sus vecinos y concita su envidia”, nos comenta Perrine Malaud, una joven reportera francesa afincada desde hace años en Beirut.
El Mediterráneo: el desierto llama a nuestra puerta
La cuenca Mediterránea, como frontera sur de Europa, representa la puerta de entrada a Europa de la escasez de agua y la subsiguiente desertificación. Es, en palabras del ex Presidente de la Sociedad Europea de Conservación de Suelos (EECS), José Luís Rubio, “una región de transición que padecerá en especial los efectos del calentamiento global”. No es casualidad que del 12 al 16 de noviembre también se celebre, en Jerusalén, la Conferencia internacional sobre desiertos y desertificación. Una reunión anual en la que buscar soluciones para combatir la desertificación mediante la cooperación internacional. No en vano, según cifras de la Convención de Naciones Unidas para la lucha contra la desertificación (CDD) los desiertos ocupan ya 36 millones de kilómetros cuadrados en el planeta y cada año se pierden 24.000 millones de toneladas de suelo cultivable.
El paradigma de la escasez de agua es Egipto, cuya superficie, según Eumedstat, se compone en un 90% de desierto, en un 0% de bosques, en un 0,25% de agua y el resto son ciudades y zonas de poca vegetación. Los países de la UE tampoco se salvan. España es el Estado más árido de Europa: el 66% de su superficie está potencialmente expuesta a la desertificación. De hecho el único desierto de Europa está en Andalucía oriental. Es el desierto de Tabernas, en donde se grabaron decenas de películas del Oeste americano en los años sesenta y setenta. Greencross, la organización medioambientalista presidida por Mijaíl Gorbachov, alerta de que el 30% del suelo italiano corre el riesgo de desertificarse. No sólo en las regiones sureñas de Puglia y Basilicata, sino incluso en la planicie del río Po, en la norteña Emilia Romaña. Un mismo problema al que se enfrentan Grecia y Portugal. Este último país teme que el 66% de su suelo sea árido en 20 años.
Causas sin secretos
Las causas de la escasez de agua y la desertificación ya no son un secreto para nadie. La más antigua es la sobreexplotación agrícola de la tierra en una región del mundo, como señala José Luís Rubio, “en la que se cultiva desde hace 8.000 años”. A lo que hay que añadir fenómenos recientes como “el turismo de masas, la alta densidad poblacional y la concentración de industrias”. La última aberración son los campos de golf: el 1 de enero 2006 había 308 en España. Diez meses después, hay 324 y el 65% –con un consumo disparatado de agua para su mantenimiento- se construyen en zonas áridas del país. Es la paradoja de crear oasis de verdura a costa de desecar todo alrededor. Juan José Ibáñez, Doctor en Ciencias biológicas y científico del CSIC, advierte que “sucumbir a la tentación de reforestar el Mediterráneo puede provocar pérdida de biodiversidad”, asegurando que “experimentos paleontológicos y palimnológicos demuestran que los bosques tupidos mediterráneos siempre han sido una excepción de las montañas”. Quizás la única solución contra la escasez de agua sea forzar el bajo consumo cobrando más dinero por ella: mientras Alemania es el país con el metro cúbico de agua más caro de la UE (1,80 euros), España es el más barato. 0,77 euros.
El Danubio acosado
Con 2.888 kilómetros, el Danubio es el río que más países europeos baña: Alemania, Austria, Eslovaquia, Hungría, Croacia, Serbia, Rumania, Bulgaria, Moldavia y Ucrania. Gracias a la ampliación europea, este río cobrará cada vez más importancia económica debido al aumento del tráfico fluvial que se prevé tras la desaparición de fronteras en la UE.
Sin embargo, su integridad está en constante peligro. El pasado 2 de octubre, la refinería serbia de Prahovo provocó un vertido de petróleo en el río. La mancha, de 50 kilómetros de largo y 300 metros de ancho, recorrió el río hasta que las autoridades búlgaras y rumanas lograron neutralizarla. El gobierno serbio no avisó del accidente previamente, mientras Bulgaria calcula que los daños ascienden al millón de euros.
Río abajo, en Ucrania, el frágil ecosistema del Delta del Danubio, declarado patrimonio mundial de la UNESCO en 1991, se prepara para otra mala noticia. El gobierno de Ucrania ha anunciado que terminará para 2008 los trabajos del nuevo canal de Bystroye. Se trata de una obra faraónica para crear una nueva desembocadura del Danubio en Ucrania. El turismo cada vez más masivo hará el resto.