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Europa: Sonata en cuatro sustos para la generación Erasmus

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Política

Europa necesita sentir miedo para armarse de valor. Es un continente “fobovoltaico”: transforma el temor en energía y cuando está tranquilo se estanca y resopla. Reavivado con tres sobresaltos monumentales (la guerra, la crisis de los setenta y la caída del muro de Berlín), ahora, con el crack financiero, es el momento de que la generación Erasmus coja al toro por los cuernos.

Editorial de Beppe Severgnini. 

¿Que si soy optimista? ¡Y qué le voy a hacer! Soy un europeo nacido en la segunda mitad de los cincuenta, la última generación de la hojalata, que creció con juguetes de sonidos memorables (después llegó el plástico) y mamó la convicción de nuestros padres de que lo peor había pasado. El entusiasmo de nuestros progenitores era contagioso y nos dejamos llevar por él.

“Los hombres excepcionales son criaturas del momento oportuno”

El sueño era proporcional a la tragedia que acababa de terminar: nadie quería otra guerra en Europa. Con una extraordinaria visión de futuro, De Gasperi, Schuman y Adenauer emprendieron la tarea de unir con lazos indisolubles a los enemigos del ayer. Como ha escrito recientementeBarbara Spinelli en Repubblica , citando a Joseph Conrad, “Los hombres excepcionales son criaturas del momento oportuno (…) No aparecen antes de que llegue la hora ni de que el viento los haya puesto a prueba”. Europa salía de la perfecta tempestad y no solo no se hundió sino que, además, bien capitaneada, alzó las velas viento en popa.

Pero, como es bien sabido, el triunfo hace dormirse en los laureles. Era necesario otro susto para avanzar y este llegó en los setenta en forma de tinieblas económicas (crisis energética, inflación, incertidumbre). El mercado único (1992 / 93) - merci, monsieurDelors – vio la luz gracias a ello. Entre 1979 y 1980 estuve en la Comisión de las comunidades europeas en Bruselas, oficialmente para preparar la tesis de derecho internacional y extraoficialmente para escudriñar el mundo allende Crema y Pavía. Allí pude ver de cerca aquella Europa entusiasmada que entreveía un nuevo objetivo de más intercambios, más desplazamientos, más riqueza.

En los noventa, algunos soñaban con poder tomarse un respiro, pero cayó el muro de Berlín, el Comunismo tocó a su fin y la Unión Europea – sobresaltada, para variar- descubrió que se encontraba ante un tercer y gran desafío, el de ampliar la casa hacia el este y acoger bajo su techo a tantos europeos como nosotros, menos afortunados que nosotros (una vez más gracias Herr Kohl y signorProdi). Un proyecto complicado, caro, imperfecto y fatigante, pero eso no es nada. Viajen hoy de Gdansk, en Polonia, a Lisboa y comprobarán que valió la pena.

Ahora, desde hace unos meses, estamos en el cuarto sobresalto con un panorama de estados endeudados, gobiernos pródigos en gastos y promesas, mercados dubitativos y agresivos y la situación en Estados Unidos que tampoco ayuda mucho, más bien al contrario. ¿Era prematuro el euro? Quizá, pero está aquí y tenemos que defenderlo con uñas y dientes (y hasta eurobonos, querida señora Merkel). ¿Hará el miedo, una vez más, reaccionar? Solo si la generación Erasmus consigue que el entusiasmo con el que ha frecuentado, conocido, estudiado, viajado, vivido, degustado y amado Europa en los últimos veinte años la acompaña en los cargos relevantes que ya va a empezar a ocupar. Si esta generación está dispuesta a defender Europa (como en efecto creo que será) nos llevaremos una hermosa sorpresa.

Las mismas palabras que no me callé cuando, durante una cena en el edificio Berlaymont, el presidente Barroso me preguntó mi opinión.

Beppe Severgnini escribe para “Il Corriere della Sera” desde 1995 y acaba de publicar (ed. Rizzoli, 2010) "La pancia degli italiani. Berlusconi spiegato ai posteri" (La barriga de los italianos. Berlusconi explicado a los descendientes). Desde 1998 dirige el foro "Italians", del que procede este artículo de opinión.

Fotos: portada (cc) codeine/flickr; texto (cc) europeancouncil/flickr

Translated from Europa, quattro spaventi salutari. Ora tocca alla generazione Erasmus.