Europa no mueve ficha en Afganistán
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Las recientes exigencias de los comandantes de la OTAN en Afganistán ponen de manifiesto que las tropas europeas allí destacadas esperarán aún mucho tiempo antes de regresar a casa.
El pasado 28 de septiembre, el parlamento alemán decidió ampliar un año más el mandato de las tropas alemanas en Afganistán que debía expirar a mediados de octubre. Tal decisión, viniendo de un país que desde la Segunda Guerra mundial había cesado sus intervenciones militares en el extranjero, da muestra del compromiso de los europeos con la causa democrática de los afganos. Ahora bien, el 21 de septiembre pasado, en Bruselas, ante los combates recrudecidos en el sur del país, Francesc Vendrell, el representante de la UE en Afganistán declaró que “una batalla ganada no significa el fin de la guerra”, dando a entender que había que aportar más tropas a la zona. La reacción europea ha sido escasa. Los norteamericanos han anunciado el 28 de septiembre la incorporación de 12.000 soldados suyos ya presentes en el terreno bajo el mando de la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia a la Estabilidad en Afganistán). Una fuerza desplegada
desde 2003 e integrada en un principio por 20.000 soldados, casi todos europeos.
Patata caliente para Europa
A pesar de su cooperación militar, el gobierno alemán ha asegurado que sus “2.900 soldados no se moverán del norte del país”, donde los combates son escasos en comparación con el sureste, en donde los británicos combaten una “auténtica rebelión masiva” según declaraciones a este medio de funcionarios de la ONU presentes en la zona. De hecho, el gobierno alemán se enfrenta a las críticas de la izquierda y de los ecologistas por el poco control del contrabando de opio afgano y por el temor a provocar ataques terroristas en suelo germano. Las tropas francesas, turcas, danesas e italianas permanecen lejos del sur y también España pretende restringir al noroeste la acción de sus 800 soldados destacados allí. Como los demás, no piensa enviar más efectivos. Sólo Polonia ha anunciado el envío de 1.000 soldados más a Afganistán –los que retira de Irak este año- y ello le ha costado una crisis gubernamental que amenaza con provocar elecciones anticipadas ocho meses después de las últimas.
Una eficacia limitada
Si se le están pidiendo más tropas a los europeos es porque los británicos y los estadounidenses se están enfrentando a una situación grave en el sureste afgano. “Por conservadurismo”, sostiene una funcionaria de UNAMA, la misión de asistencia de la ONU en Afganistán encargada del desarme y la organización de las elecciones, “los campesinos son hospitalarios con los talibanes: pagan bien gracias al dinero del contrabando de opio”. Este mismo dinero es el que les sirve a los insurgentes para “engrosar sus filas con centenares de mercenarios extranjeros que cobran seis veces más que un soldado del ejército regular afgano y con afganos desencantados debido a los errores que a veces cometen las tropas británicas en zonas de mayoría pastún, la tribu más conservadora”, según esta misma fuente. También son numerosos los secuestros de civiles, como el caso de Diego Rojas, cooperante colombiano y colaborador de nuestra publicación, liberado el 29 de septiembre. Secuestros que por lo general “no son políticos, sino que persiguen lograr un rescate económico”, afirman desde UNAMA, en cuyas oficinas “se negocia todos los días con los talibanes para organizar la reconstrucción y disuadirles de atacar a las ONG presentes”.
Combatir sí, pero también negociar y proteger
En Afganistán no sólo hay combates. Las tropas son también responsables de negociar con los “hombres de la guerra”, como sucedió con el asesinato del ministro de aviación Mirwais Sadiq en 2004. Su padre era el todopoderoso gobernador de la provincia de Herat y antiguo “Hombre de la guerra”, y acusó a un comandante gubernamental de ser el responsable del asesinato. Hubo que negociar entre grandes disturbios callejeros en Herat con más de 100 muertos, “y en este punto”, nos vuelven a asegurar funcionarios de UNAMA, “los europeos son mucho más hábiles que los norteamericanos”.
En el norte, donde predominan las tropas europeas, la reconstrucción del país está más avanzada gracias también a la acción protectora de los militares. Si bien, a veces se percibe como ineficaz. “Si el dinero destinado por el programa europeo de ayuda ECHO y el estadounidense USAID no se gasta durante el ejercicio presupuestario en el que fueron concedidos, hay que devolverlo, de modo que a menudo se planifica con precipitación y poca inteligencia el gasto”, nos informa un trabajador adscrito a los programas de la ONU en aquél país y que ve cómo las infraestructuras crecen alrededor de las grandes ciudades afganas.
Ante las dificultades expresadas de los comandantes de la OTAN cabe suponer que los trabajos de pacificación y reconstrucción durarán aún unos años, mientras que la prosperidad en Afganistán tardará décadas en verificarse.