Europa ha hablado, pero no ha apoyado a Juncker
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OlayaMartin Schulz, Guy Verhofstadt, Jean-Claude Juncker, Ska Keller y Alexis Tsipras. Existe una clara posibilidad de que ninguno le suene, pero quizás, indirectamente, les haya votado en las elecciones europeas. El Parlamento Europeo considera que Juncker es el justo heredero del actual presidente Barroso, pero se equivocan.
Hecho A: cinco partidos políticos en el Parlamento Europeo postularon, antes de las elecciones europeas, su candidatura para el cargo de presidente de la Comisión.
Hecho B: los ciudadanos europeos votan en las elecciones europeas sin conocer a estos candidatos y sin saber cómo va a influir su voto en la próxima presidencia de la Comisión.
Pregunta: ¿En qué medida creen que estos hechos suponen que la elección del presidente de la Comisión Europea es una elección democrática?
Martin Schulz, Guy Verhofstadt, Jean-Claude Juncker, Ska Keller y Alexis Tsipras. Hay una clara posibilidad de que ninguno le suene a no ser que trabaje en Bruselas, sea estudiante de política europea o alguno de ellos pertenezca a su familia, pero es posible que indirectamente les votase en las últimas elecciones. Revelemos toda la información: Juncker lidera el partido con mayor número de escaños en el Parlamento y sus colegas creen que merece heredar el puesto del actual presidente de la Comisión, José Manuel Barroso.
Pero se equivocan. El Parlamento Europeo ha tratado de influir en la elección del próximo líder del poder ejecutivo europeo tratando de simplificar un procedimiento que es complicado. Sin embargo, el resultado de las elecciones se puede mirar desde otra perspectiva, la cual indicaría que Juncker es el peor candidato para la presidencia de la Comisión.
Si los líderes europeos sacasen una conclusión de los resultados de las elecciones, esta sería que los ciudadanos no están felices con la situación actual. No son necesariamente anti Europa, pero Francia y Gran Bretaña se balancean hacia la extrema derecha y el posicionamiento de Portugal y Grecia hacia la izquierda indica que un statu quo ya no es aceptable. El voto a los partidos extremos es un voto contra la austeridad.
La elección de Juncker, un demócrata cristiano conservador, clon de Barroso y posiblemente más incoloro y menos carismático que este, sería por tanto un problema. El primer ministro de Luxemburgo no personifica, de ninguna manera, un cambio para la política europea. En contra de los euroescépticos, Europa necesita un líder que inspire esperanza: un símbolo de una Europa dinámica. De este modo, la elección de Juncker por parte del Partido Popular Europeo (EPP) ha supuesto un problema para el Consejo Europeo, debido a que es la persona más presionada y menos deseada para el cargo. Por lo tanto, puede que haya que comenzar desde cero y buscar un nuevo presidente para la Comisión. Si el Consejo Europeo decidiera retirar la demanda de Juncker al "trono", esto podría dar lugar al descontento por parte de la gente, que criticaría el hecho de que el presidente de la Comisión sea, una vez más, elegido de forma antidemocrática. Estas críticas serían inapropiadas. Considerar a Juncker un presidente de la Comisión elegido democráticamente supondría que los ciudadanos votaron conscientemente al EPP sabiendo que su voto supondría también un voto a favor de Juncker.
Este no es el caso. EUobserver salió a la calle en cinco de los estados miembros y confirmó lo que ya hemos dicho: muy pocas personas habían oido hablar del spitzenkandidaten (candidato) y eran menos todavía las que conocían cómo su voto en las elecciones podía influir en la próxima presidencia de la Comisión.
Además, el resultado de las elecciones justifica la decisión de los líderes europeos de ignorar a Juncker. Su partido perdió 61 de los miembros del Parlamento Europeo (MEP), más que cualquier otro partido. Todo esto, combinado con un bloque de la izquierda más fuerte y muchos más políticos de derechas en el Parlamento, hace que designar a otra persona todavía podría justificarse como que han escuchado a los votantes.
Pero, para evitar el mismo problema con otros candidatos, tendrán que elegir a alguien de fuera. Después de todo, una gran objeción a las candidaturas a presidente de la Comisión de Schulz, Verholstadt y Juncker era que, aún perteneciendo a diferentes partidos, son más o menos lo mismo. Todos ellos son europeos federalistas a los que se considera demasiado integrados en la burbuja que es Bruselas.
Esto es exactamente lo que hizo que la gente votase a partidos extremistas en primer lugar. Si la gente quiere un cambio y no son capaces de diferenciar entre socialdemócratas, demócratas cristianos y liberales, terminarán inevitablemente votando a alguien con un enfoque diferente.
¿Pero a quién?
Se han analizado muchas alternativas en las últimas semanas. A la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, se la ha vinculado frecuentemente con este cargo y, más recientemente, se ha rumoreado que su compañero de partido Michel Barnier y el ex primer ministro de Holanda, Jan Peter Balkenende, podrían ser buenos candidatos. El problema de Lagarde, Barnier y Balkenende es que todos son políticos de centroderecha que favorecen medidas de austeridad.
Enrico Letta, un demócrata italiano con convicciones de izquierda y que pertenece al partido del primer ministro Renzi, podría ser un candidato más adecuado. Sin embargo, siendo Mario Draghi el actual presidente del Banco Central Europeo es estadísticamente improbable que otro cargo importante quede en manos de otro italiano.
Tony Blair podría ser otro candidato excelente. Puede que en Inglaterra haya división de opiniones pero, no obstante, podría ser la figura carismática que realizase argumentos pro Europa muy convincentes.
Al final, el Consejo Europeo puede que vaya con Juncker y se consuele con que el de presidente de la Comisión no es el único puesto en Bruselas. Pensar así sería un error. La victoria del EPP fue una victoria pírrica y el hecho de que su influencia en el Parlamento se redujese un 22% confirma que la democracia cristiana está en declive en Europa. Además, sería muy optimista concluir que Juncker tendría un mandato democrático cuando la mayoría de los votantes fuera de Bruselas nunca han oído hablar de él.
El nuevo presidente de la Comisión tiene que dar un respiro a las políticas de austeridad tan conservadoras, tiene que ser un líder que pueda desafiar la retórica antieuropea. Al mismo tiempo, este nuevo rostro de Europa debería estar dispuesto a forzar las reformas necesarias, en vez de arrojar a Europa a un federalismo al que sus habitantes están echando el freno de mano. Juncker no tiene ninguna de estas cualidades.
Europa ha hablado pero, en vez de poner en tela de juicio lo que dicen los ciudadanos, los líderes europeos deberían escuchar lo que dicen: poned fin a la austeridad, detened la integración (europea) y comenzad las reformas.
Translated from Europe has spoken but it didn’t say Juncker