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Europa: el oro azul por las nubes

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No todos los miembros de la UE son alumnos modelo en la gestión del agua. Sobre todo España.

En octubre de 2000, los Estados miebro se comprometieron a sanear las cifras y a asegurar el buen estado natural de sus aguas de entonces a 2015. A muchos el bollo se les está quemando en el horno.

En España, Portugal y Grecia, las sequías consecutivas y el uso intensivo del agua para la industria del turismo y la agricultura ponen en peligro los recursos del Mediterráneo. Las lluvias nunca habían sido tan escasa en 60 años en España, país descrito por la ONU como “el más árido de Europa”. Desde octubre de 2004, las precipitaciones han disminuido entre un 35% y un 50% según las zonas, poniendo en peligro las provincias de Valencia, Almería o las Islas Canarias.

La sequía es la misma en Grecia -con los resultados de incendios que esta semana todos observamos asombrados en los televisores-. La Eydap (Oficina Pública del Agua de su capital), Atenas, acaba de anunciar una caida del 27% en sus recursos hídricos, provocada por las bajas precipitaciones.

El caso francés no es menos preocupante, pero no tanto por las condiciones climáticas como por el gasto excesivo de agua. Sólo un 2,5% del agua potable disponible se usa para beber y comer. La agricultura, que saca el agua de las capas freáticas subterráneas -por definición no renovables-, es la principal causante del excesivo gasto.

Según un estudio publicado en 2005, cerca de un tercio de las aguas francesas no reunían las normas exigidas por la Unión Europea. Demasiados nitratos, sobre todo en la región de Bretaña, en donde su cantidad supera con creces los límites autorizados. También los pesticidas que se encuentran en el 75% de las aguas en superficie ye en el 57% de las aguas subterráneas tienen la culpa.

En Londres, este desperdicio tiene su orígenes en el pobre mantenimiento de la red de abastecimiento. Según la fundación WWF, las canalizaciones británicas pierden al día el equivalente a 300 piscinas olímpicas llenas de agua potable.

Los países del norte de Europa se las apañan mejor. Las lluvias son más abundantes y las canalizaciones más modernas. Lo que no impide a sus gobiernos seguir adoptando medidas para sanear sus aguas residuales domésticas e industriales, disminuir la contaminación de origen agrícola y proteger sus capas freáticas. Es más, cada vez se instituyen más tasas fundadas en el principio de “quien contamina, paga”.

Translated from Europe : l'or bleu en sursis.