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Espresso: La violencia contra las mujeres vive aquí

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Sociedad

[OPINIÓN] Tras el episodio de violencia sexual que tuvo lugar en Colonia (Alemania) en la víspera de Año Nuevo, la derecha europea se ha lanzado en masa a culpar a las recientes oleadas de refugiados y a nuestra política migratoria "liberal". Pero, en lo que se refiere a la violación de los derechos de las mujeres, ¿viene el problema realmente de fuera de nuestras fronteras?

Les ha faltado tiempo. Un centenar de mujeres han denunciado haber sido asaltadas o agredidas sexualmente en la víspera de Año Nuevo en Colonia y definido a sus atacantes como hombres con "apariencia árabe o del norte de África" y a la derecha más rancia del Viejo Continente le ha faltado tiempo para echarles la culpa a los refugiados, a la política que los acoge y a la multiculturalidad de la que tanto nos enorgullecemos algunos.

Este caso ha suscitado multitud de opiniones opuestas y no menos interrogantes. Se desconoce por qué tanto la Policía como los medios de comunicación tardaron varios días en informar del caso. También es necesario aclarar cómo es posible que un millar de hombres decidieran atentar contra los derechos de todas estas mujeres, el mismo día y en el mismo lugar, en unas circunstancias que sólo podrían explicarse si hubieran partido de una coordinación previa. 

Y mientras algunos polemizan sobre quién tiene la culpa de semejante aberración y todos esperamos que se aclaren las numerosas incógnitas y se atrape a los culpables, en el debate sobre los derechos de las mujeres en Europa, hay algo que sigue oliendo a podrido. Y quizás se deba a que nosotros, europeos, deberíamos volver a mirar dentro de nuestras fronteras antes de seguir dando lecciones sobre igualdad entre hombres y mujeres, antes de afirmar que ataques como el de Colonia se podrían evitar con un mayor control de la inmigración:

Aquí seguimos sin encontrar un buen momento para abordar el tema del acoso sexual. Por ello hay todavía quien ataca, insulta y veja a una conocida tuitera (así como a quienes siguieron su iniciativa) por tratar el asunto en redes sociales. Por ello resurge la polémica sobre los límites del "piropo" cada vez que un vídeo muestra con una cámara oculta a mujeres que son increpadas por decenas de hombres mientras caminan por la calle. Porque aún no resulta evidente que ningún hombre tiene derecho a expresar su opinión sobre el cuerpo o la actitud de cualquier mujer.

Aquí todavía consideramos "normal" que una mujer que vuelve sola a casa de noche ha de tener especial cuidado para evitar ser asaltada. Tampoco nos chirría que, en esta misma línea, algunos países ya hayan incorporado las clases de defensa personal al programa escolar de las niñas. Porque está socialmente aceptado que somos nosotras quienes debemos tener cuidado.

Aquí seguimos interrogando a las víctimas de violación sobre su actitud o la forma en la que iban vestidas, continuamos preguntándoles si habían consumido alcohol o drogas o si están seguras de no haber dado su consentimiento. Porque no son pocos los que todavía consideran que la forma de actuar de una mujer puede acabar teniendo como consecuencia un ataque.

Aquí siguen muriendo cientos de mujeres a manos de sus parejas. Y no porque ellas no detectaran a tiempo que se habían enamorado de un maltratador; ni siquiera porque en algunos casos el sistema de protección a las víctimas no fuese eficaz. Sino porque nosotros, orgullosos europeos, aún no hemos aprendido a educar en la igualdad de derechos para hombres y mujeres.

No ha venido de fuera. El problema de la violencia contra las mujeres está aquí. Vive aquí.