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España y la crisis griega: el contagio ya ha empezado

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Política

Grecia no solo está generando incertidumbre en los mercados financieros y las economías del sur de Europa. El plantón del gobierno de Tsipras a las políticas de austeridad también está alimentando nuevas formas de entender la política y la economía en Europa, especialmente en España.

Hace unos días me disponía a abalanzarme sobre una pizza en un restaurante de Venecia cuando una camarera cubana advirtió que mi idioma materno era el español. A los dos minutos ya estábamos hablando del tema más caliente del verano: la crisis griega.

Grecia en la radio, Grecia en el bar, Grecia hasta en la pizza. El pequeño país mediterráneo, cuna de la democracia, mantiene en vilo a medio mundo y sacude los cimientos de la Unión Europea (no solo la eurozona), y eso que solo representa un 1,6% de su PIB.

La economía griega está atrapada en arenas movedizas. El trío antes conocido como Troika (Banco Central Europeo, Comisión Europea y FMI) lleva cinco años prestándole miles de millones a intereses reducidos a cambio de “una austeridad cada vez más dura en forma de callejón sin salida”, tal y como la describe el Nobel de economía Paul Krugman. Grecia no deja de sangrar y la arena le llega al cuello. Desde 2010 hasta hoy, su economía se ha contraído un 25%, su deuda pública se eleva al 175% de su PIB y sus tasas de desempleo y pobreza crecen imparables.

El propio FMI reconoce que la austeridad exigida a Grecia seguirá deteriorando su economía al menos hasta 2030 y admite que “realizar concesiones significantes mejoraría la sostenibilidad” de su desorbitada deuda pública. Mientras escribo estas líneas, Wikileaks filtra un cable de la NSA en el que Angela Merkel muestra dudas sobre la efectividad de la austeridad para atajar esta crisis.

Este martes Grecia cruzó la línea roja al no desembolsar un pago pendiente con el FMI de 1.500 millones de euros. Diez horas después el primer ministro griego, Alexis Tsipras (Syriza), escribió una carta a la Troika pidiendo un tercer rescate. Respondieron que no se hablará nada hasta después del referéndum convocado este domingo en el que los griegos le dirán a su gobierno si debe o no aceptar las condiciones de un nuevo rescate.

Pasan los días, el acuerdo no llega y los líderes europeos corren a calmar los ánimos en torno al Grexit. El nerviosismo implícito en tanto mensaje tranquilizador es más visible en los gobiernos de los PIGS (acrónimo peyorativo de Portugal, Irlanda, Grecia y Spain). Insisten en que la coyuntura económica es diferente a la de cinco años atrás y que Grecia no hizo bien los deberes, pero ellos sí.

Por su peso económico, podríamos decir que Portugal e Irlanda juegan en segunda división de la zona euro, como Grecia. Sin embargo, España es la cuarta economía del euro (11,2% del PIB de la eurozona), una pieza demasiado grande para soportar los meneos por los que está pasando Grecia.

¿Hay riesgo de contagio en España?

Sí, por supuesto, y ya se está transmitiendo por dos vías: la financiera y la política.

El contagio económico obedece a los patrones clásicos, aunque en esta ocasión los inversores han sido relativamente cautos. El lunes las bolsas europeas abrieron con miedo tras un domingo marcado por la ausencia de acuerdo con Grecia. El índice de referencia español cayó un 4% y la prima de riesgo escaló hasta los 150 puntos, un tropiezo que queda lejos de las turbulencias de 2012. El euro perdió valor frente a la divisa estadounidense, cayendo de 1,12 a 1,10 dólares por euro, una buena noticia para economías cada vez más dependientes de sus exportaciones, como la española.

Por otro lado, si Grecia se declarase en bancarrota y no devolviese ni un solo euro más de deuda, España perdería unos 26.000 millones de euros. Esto elevaría la deuda pública española en 2,5 puntos porcentuales.

Las consecuencias políticas de la crisis griega para España sí son una realidad palpable a día de hoy. España celebra a finales de año unas elecciones que estarán marcadas por la irrupción de Podemos, una formación que, a pesar de las diferencias, simpatiza con las reivindicaciones de Syriza y pide redefinir las dinámicas europeas.

Para empezar, Grecia siembra un precedente al someter a votación una decisión económica vital para su futuro. "El pueblo griego pagará las consecuencias del referéndum", dijo Luis de Guindos, ministro de Economía español, tras conocer la convocatoria. Los inversores también interpretan ese tic democrático de los gobiernos de izquierda como un síntoma de debilidad e inestabilidad. El ejemplo griego y su discurso esperanzador es contagioso, especialmente entre los partidos de corte progresista como Podemos, que ya controla las alcaldías de Madrid y Barcelona.

Por otro lado, la salida de Grecia del euro abriría una puerta hacia un escenario desconocido y materializaría lo impensable. La legitimidad del euro y la Unión Europea como proyecto político y económico quedará empañada tras haber dejado caer a una de sus piezas, una pequeña para más inri. La incertidumbre sobre el Grexit alimenta las dudas en el sur de Europa que, tras varios años apretándose el cinturón, se ha convertido en un campo abonado para ideas que antes eran impronunciables.

Otra vía de contagio es el miedo, un arma de moda en la política europea que se propaga con rapidez. Un desenlace traumático y doloroso en Grecia, con largas colas frente a los cajeros automáticos y otras imágenes propias del caos financiero, podría servir de pretexto a gobiernos pro-austeridad como el de Mariano Rajoy para poner en marcha nuevas privatizaciones y retomar la tijera de los recortes y el ajuste fiscal.

Sin duda las elecciones griegas del próximo domingo serán decisivas para Grecia, España y el resto de Europa. Brindemos con moderación.