Esos locos lamas siberianos
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Beatriz Garrido Ponce5.600 kilómetros al este de Moscú, en una aislada cima siberiana, se encuentra el monasterio budista más famoso de Rusia. Estos días los medios nos traen la Rusia de Putin y Gazprom, bravucón beligerante, opresivo e intolerante. Si viajamos hacia el este nos encontraremos con una Rusia diferente.
Un datsan es un grupo desorganizado de floridos templos y chozas destartaladas para los lamas. Llego temprano; el sol aún no se ha llevado la niebla matutina. Los fieles deambulan tranquilamente alrededor del perímetro, susurrando para sí mismos o hacia el cielo, haciendo girar las chirriantes ruedas de plegarias, coloridos cilindros de metal montados sobre mangos. Los templos son como pilas inclinadas de platos decorados. Sus formas se inclinan y sobresalen aquí y allá. Parece que es solo tras la suma de tales irregularidades que los templos alcanzan el equilibrio.
El murmullo de las oraciones se escapa de las chozas y templos. Los arbustos que plagan terrenos adyacentes están adornados con coloridas cintas de oraciones y harapos. Las ramas se mueven de forma siniestra, como nigromantes errantes.
Un variopinto surtido de compañeros de viaje en tren me pidió que viniera hasta aquí: un musulmán de Azerbaiyán, un cristiano ortodoxo ruso y un alcohólico ateo. Discrepaban en muchos aspectos, pero todos estaban seguros de una cosa: el datsan de Ivolginsky es un "lugar especial". Aunque es un monasterio budista, el atractivo del datsan parece anular otras lealtades espirituales en Siberia. Cualquiera puede venir a esta colina en busca del consuelo y consejo de los lamas locales.
Mientras subimos a la colina en una furgoneta, charlo con Mikhail. De etnia rusa, ha viajado durante varios días desde Krasnodar para llegar hasta aquí. Se aferra a su asiento, y rebota en él de forma frenética cuando la furgoneta se encuentra con algún bache, con su mochila y su saco de dormir sujetos entre las rodillas. "Vengo aquí cada par de años" me cuenta, "es un lugar especial. Los lamas pueden hacer que tu vida sea mejor". El conductor lanza una moneda por la ventana cada vez que pasamos cerca de un arbol de rezos cubierto de harapos.
Buriatia: Una bestia muy diferente
Conforme uno se adentra en el este de Siberia, Rusia se convierte en un lugar muy diferente. El asfalto da lugar a la arena, el polvo y los cráteres. Flamantes Mercedes dan paso a vehículos improvisados con extensiones atornilladas. Las vacas deambulan por los caminos como iguales, negándose a dar paso a los vehículos que intentan adelantarlas. En vez de supermercados ahora vemos extensos mercadillos. Las neblinosas montañas se hacen notar silenciosamente detrás de un océano de tejados de asbesto. El debate de eslavófilos contra occidentalistas se vuelve redundante en este lugar. Buriatia es una bestia muy diferente.
Después de dar unas vueltas por el datsan, hablo con una mujer de mediana edad que se sienta pacientemente con su hija a la entrada de su choza. Maria ha viajado varios cientos de millas para venir aquí: su hija está enferma. Nos explica que se supone que deberían mudarse a Moscú muy pronto, pero temen que la enfermedad sea un mal augurio. "Soy médico," nos dice, "pero los lamas del Datsan de Ivolginsky tienen algo que la medicina no ofrece. Hablad con ellos y lo entenderéis".
Y eso hago: hablo con un lama.
Encuentro una pequeña choza en los alrededores del datsan, llamo a la puerta y entro. Un lama echa un vistazo desde un rincón y me hace señas con la mano para que entre. Su cabeza afeitada se alza elegante sobre su figura esbelta. Cierro la puerta. Estamos solos en la choza. La luz se escurre entre las grietas de las tablas de madera.
Me lleva a una habitación en la que hay una camastro de madera, un escritorio y dos sillas. Se sienta tras el escritorio y su manto granate cuelga ligero en torno a él. "¿En qué puedo ayudarte?", pregunta gentilmente en ruso.
Me siento como si pudiera ayudarme en todo y en nada. No estoy ni enfermo ni tengo ningún conflicto espiritual, así que improviso.
"Tengo malas sensaciones dentro de mí. No sé de dónde vienen, pero son malas de verdad".
Asiente con un murmullo y reflexiona, luego pregunta mi fecha de nacimiento. Se la digo y me anuncia que soy un caballo. Afirma que esto explica las malas sensaciones, las cuales son, específicamente, "tristeza, falta de poder, fortaleza menguante y cansancio". Me muestro de acuerdo, aunque no sé a qué se refiere con "falta de poder". Me dice que puede librarme de esas sensaciones a base de rituales y meditación. Me manda a por leche, la cual será necesaria para mi curación.
Rusia: Un mosaico Étnico
Los buriatos son indígenas de Siberia. Estaban aquí antes que los rusos, antes incluso de que los mongoles invadieran en el siglo XIII. Rusia no es un país eslavo homogéneo, ortodoxo y beligerante, como muchos medios de comunicación maniqueos occidentales pueden hacernos creer. Es un mosaico de diferentes culturas y etnias, y Buriatia es el ejemplo perfecto. Un 20% de Buriatia es budista, otro 30% de la gente es de etnia buriata, y en toda Rusia hay alrededor de 1'5 millones de budistas.
Stalin trató de erradicar el budismo. Los lamas fueron expulsados por considerárseles "espías japoneses", se fusiló a creyentes, y se dice que los soldados soviéticos liaban cigarrilos usando manuscritos budistas. Pero, desde la caída del Comunismo, el budismo ha resurgido con fuerza. En abril de 2013, Vladimir Putin visitó este mismo datsan para expresar su "total apoyo" a los budistas rusos. "El budismo ha desempeñado un papel muy importante en Rusia", dijo Putin a los lamas del datsan de Ivolginsky. "Siempre ha sido así. Es un hecho bien conocido que los budistas ayudaron durante ambas guerras mundiales". Declaró que el budismo es "un conocimiento humanista y benévolo basado en el amor por los demás y en el amor por el propio país".
La Hora de la curación
Regreso a la choza llevando la leche. El lama se inclina y saca una bolsa de polvo verde de un cajón, vierte una línea sobre un lecho de arena y la enciende. La estancia se llena de vapor maloliente.
El lama me sienta muy derecho, coloca mis manos sobre mi vientre y me pide que, mientras él recita sus cantos, yo inspire lentamente, visualizando un Buda rojo vertiendo de una vasija bondad, alegría y una larga vida sobre mi cabeza. Cuando mis pulmones estén llenos debería entonces exhalar todo lo malo que lleve dentro antes de volver a respirar un poco más de bondad, alegría y larga vida.
Cierro mis ojos y los cantos comienzan. Buda, en mi mente, inclina la vasija sobre mí y me colmo de bondad. Luego expulso todo lo malo y ya me siento mejor. Inspiro de nuevo, expiro, y me noto aún mejor.
Cuando la salmodia concluye, el lama me manda fuera. Me pide que gire sobre mí mismo, que vierta leche en dirección oeste y toque el suelo, hacia el norte y toque el suelo, repita el proceso hacia el este y sur, todo el rato absorbiendo bondad, alegría y larga vida en cada punto cardinal. Para cuando termino las diez rotaciones me encuentro sobre un charco de barro lechoso, pero estoy lleno de bondad y la suciedad es irrelevante.
De vuelta a la choza recibo una bendición final, la bondad se sella dentro de mí y el lama me restriega una gota de aceite aromático por la frente.
Cuando finalmente emerjo me siento infinitamente mejor (cuando entré ya me encontraba bastante bien). No viene al caso si esta mejoría es real o solo una ilusión; cuando se trata del alma lo único que tienes son tus sensaciones. Me siento mejor, y lo voy a dejar ahí.
Translated from The Doolally Lamas of Siberia