Eslovaquia: el nuevo guardián contra el contrabando
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isaac riscoDesde el 21 de diciembre de 2007 la frontera del oriental de la UE parece un fortín.
Jacky es el héroe de la noche. El perro labrador de las autoridades de aduanas eslovacas ha descubierto un escondite de cigarrillos en un Opel con matrícula de Ucrania. El conductor tiene que desmontar su coche bajo la atenta mirada de los empleados y guardias de aduana. Desatornilla paso a paso, sin decir palabra. Hay cigarrillos por todos sitios, cuidadosamente envueltos, para poder esconderlos en cualquier espacio hueco del coche. Más de 20 cartones. La pena para el conductor podría ser de hasta tres años de cárcel y una prohibición de entrada al país de cinco años.
El caso es rutinario en el paso fronterizo Vysne Nemecke, entre Ucrania y Eslovaquia. Pero los contrabandistas de cigarrillos son sólo “peces chicos”. Con apoyo masivo de la Unión Europea, Eslovaquia ha blindado su frontera del Este, sobre todo contra inmigrantes no deseados. El paso fronterizo es desde la ampliación del espacio Schengen del 21 de diciembre de 2007 el último puesto de control entre Ucrania y el Océano Atlántico.
El milagro de Schengen
Miroslav Uchnar, jefe de la novísima central de policía en Sobrance, una localidad usualmente somnolienta del este de Eslovaquia, habla de un “pequeño milagro”. Antes de comienzos de año, la Unión Europea parecía todavía dispuesta a excluir a Eslovaquia de la ampliación del espacio Schengen. Los checos, para los que la libre circulación de sus ciudadanos en Europa era una prioridad de la agenda política, amenazaban con cerrar su frontera con Eslovaquia. Y ello, pese a que checos y eslovacos convivieron durante casi 75 años en un mismo Estado, y a que desde la separación en 1993 imperaba un régimen fronterizo más bien laxo.
También el Ministro de Interior eslovaco, Robert Kalinak, se acuerda con desagrado de la época en la que los eslovacos provocaban ceños fruncidos en Bruselas y Praga con su deficiente preparación para Schengen. Ahora, el ministro, de unos treinta y cinco años, recibe aplausos de satisfacción: “Cuando mi colega luxemburgués visitó la frontera, se plantó delante de una valla fronteriza y le dijo a los periodistas: 'Estoy ahora delante de la frontera entre Luxemburgo y Ucrania'. Más halagador, imposible.” Con una complacencia visible desliza un ratón de ordenador sobre la mesa, que dirige un monitor grande en el que aparecen imágenes en vivo de la frontera de más de 100 kilómetros.
Frontera entre Polonia y Ucrania (Foto: Jan Zappner/n-ost.de)
El fortín en el Este
Para poder mostrar inmigrantes y traficantes de personas, Kalinak debe recurrir a vídeos más antiguos. “No tenemos casos actuales”, dice, casi disculpándose. “Ha corrido la voz de que hemos construido un fortín. Desde entonces los inmigrantes intentan llegar a Occidente mejor a través de Hungría y Polonia.”
Kalinak se muestra agradecido por la “solidaridad de los europeos”. Aportaron un tercio de los 100 millones de euros destinados a la fortificación de la frontera, dice. “Además vinieron especialistas en el robo de vehículos y la falsificación de pasaportes, que se ocuparon de la formación de nuestra gente. Por ello, se puede llamar a esta frontera con razón y con todo derecho una frontera europea.”
Cámaras hasta donde alcanza la vista
En la central de operaciones de Sobrance se trabaja con tranquilidad. Hay seis operadores en una pequeña sala, a la que llegan todas las imágenes de la frontera. Es una frontera sin cercos de púas, sin dispositivos de disparo automático, sin campos minados. Hay cámaras y patrullas policiales que se encargan de que nadie entre fácilmente en el espacio Schengen. En el tramo sur de la frontera, llano y de fácil visibilidad, las cámaras están colocadas con una distancia de sólo 186 metros entre ellas. En casos de oscuridad o de mal clima, cambian automáticamente al modo infrarrojo.
Más complicada es la geografía en las partes montañosas y llenas de quebradas del Norte. En ellas, hay dispositivos de visión especial para evitar la inmigración ilegal. Los así denominados aparatos de visión térmicos tienen un alcance de hasta cinco kilómetros. Son un invento eslovaco y pueden diferenciar entre seres humanos y animales. “Nadie nos creía que funcionaba”, recuerda el jefe de policía Uchnar. “Hasta que lo demostramos a través del policía de una patrulla. La cámara lo mostraba a él, pero no a su perro.”
“El Gran Hermano” también está en los pasos de transportes pesados y de trenes, donde se “escanean” todos los camiones. Toda persona que se esconda en ellos se convierte en presa fácil para la técnica. Tampoco aquí hay esperanzas para personas rumbo al paraíso europeo. El que consigue colarse, a pesar de todo, debe contar con ser capturado en algunas de las zonas especiales hasta 40 kilómetros en el interior del país.
Sobrance, destino final
En la estación de policía no sólo se interroga a los refugiados, sino también se les atiende, sobre todo. “Hemos tenido casos estremecedores”, dice el jefe de policía Uchnar. “Por ejemplo el de una mujer chechena, agotada y confusa, que encontramos en un bosque junto a uno de sus hijos. Los otros tres yacían muertos de frío e inanición un poco más allá. No habían aguantado las penurias del viaje.”
Aquél que no solicita asilo en Eslovaquia, es deportado a Ucrania. “La cooperación con la otra parte funciona perfectamente”, elogia Uchnar. Aunque hay algunas excepciones: en varias ocasiones, los guardias fronterizos de Ucrania se han convertido en ayudantes de traficantes y contrabandistas. Para que ello no ocurra en el lado eslovaco, los guardias reciben un buen aliciente económico que les endulza la dura vida en la frontera. La gente en el Este de Eslovaquia gana en promedio 378 euros. Los guardias fronterizos, cuyo número ha sido aumentado de 240 a 886 en 2004, reciben el equivalente a 840 euros. “Eso debe servir para evitar la tentación de que se dejen sobornar por inmigrantes o traficantes”, explica Uchnar.
El autor es miembro de la red de corresponsales n-ost
(Foto: ©Jan Zappner/n-ost.de)
Translated from 'Big Brother' auf Slowakisch