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Erdogan, el adúltero

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La reforma del código penal en otoño de 2004 colocó al primer ministro turco entre dos aguas: la Unión Europea y los conservadores de su propio partido.

Los planes turcos de criminalizar el adulterio propiciaron un grave desacuerdo con la Unión Europea. El sector más conservador del partido en el poder, el AKP, estuvo presionando al Primer Ministro Recep Tayyip Erdogan para que aprobase esa ley aprovechando la reforma del Código Penal turco. Ante las objeciones de una Europa asombrada, Erdogan replicó que la reforma de las leyes es un asunto turco en el que nada tiene que ver la UE. Pero muy al contrario, la reforma de las leyes no es un asunto estrictamente turco desde que las reformas están destinadas a facilitar que Turquía cumpla los requisitos establecidos para poder acceder a la Unión.

¿salvar la cara?

La ley sobre el adulterio, a pesar de que al final no ha sido aprobada, conlleva ciertas implicaciones. Para empezar, reabre el debate de hasta que punto se están tomando en serio los esfuerzos para modernizar el Código Penal, y poder así conseguir el status de país candidato a la ampliación de la UE. ¿Significa esto que el antes pragmático Erdogan se ha revelado así mismo como un nacionalista que se decanta por la islamización de Turquía? Lo cierto es que esta crisis ha sido más un golpe de efecto que el verdadero reflejo de sus intenciones políticas. A los ojos de la Unión, Erdogan ha respondido positivamente con bastante celeridad. Probablemente, la cláusula sobre el adulterio, debe tomarse como una concesión simbólica al ala más conservadora de su partido, puesto que para ellos el proceso de reforma es demasiado rápido y demasiado radical. Ya no pueden verse representados por las políticas de Erdogan y les preocupa que este esté preparado para sacrificar el programa del partido para poder acceder a la Unión Europea. Los conservadores no sólo temen que la entrada en la Unión requiera respeto por los valores democráticos y los Derechos Humanos, sino que también suponga el sacrificio de la identidad turca. Para ellos, escuchar a Erdogan decir que Turquía no debería imitar ciegamente a Europa y que tomar a occidente como modelo perfecto supondría una perdida de la propia identidad, fue como escuchar música celestial.

Siendo francos, podemos afirmar que los temores de los conservadores tienen parte de su origen en las discusiones generadas en muchos países Europeos. No es ningún secreto que muchos Europeos piensan que Turquía, como país islámico, no debe estar en la cristiana Europa. Se sostiene como un dogma, el que Turquía sobretodo debe reunir los criterios Europeos en materia de Derechos Humanos y Democracia, que a menudo resultan ser incompatibles con el islam. También se deja entrever que si Turquía quiere formar parte de Europa, deberá ser como somos nosotros. Sobre el terreno, es difícil encontrar la unidad en Europa, tanto a nivel de identidad como a nivel cultural. Incluso muchos europeísta “convencidos” -de los que creen en el proyecto Europeo- tienen que admitir que no existe una cultura europea unificada. Si los Europeos optáramos por dejar de usar la cultura como una barricada contra la entrada de Turquía, es posible que los turcos se sintieran menos inclinados a enfatizar sus diferencias.

Publicado el 29 de septiembre de 2004 en nuestra sección Cafeína

Translated from Erdogans Ehebruch