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Entre Vestfold y Kaupang: Bienvenidos a la Noruega desconocida

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Lifestyle

Desde hace un tiempo, parte por interés y parte por una relación amorosa, me he venido a encontrar con Escandinavia: dos años vividos entre Italia y Noruega en una constante sensación de escape y búsqueda, inquietud y curiosidad.

En este tiempo ha nacido un lazo que me une con Europa del Norte, una relación intensa, llena de intercambios y descubrimientos que han enriquecido mi experiencia y transformado mi perspectiva. Y la naturaleza de Noruega, un tema recurrente, no pudo más que motivar mi sensibilidad, que resurgió entre el silencio del bosque y la brisa que calma los acantilados, donde el tiempo pasa más lento y la mente se llena de revelaciones.

Me llamo Andrea y mi tarjeta de identidad dice que tengo 20 años y que soy de una pequeña ciudad a orillas del Adriático. A menudo me pierdo en el “clac”, el tiempo que se tarda en capturar un rectángulo de vida antes que la cortina del obturador se cierre y la cara se oscurezca. A veces ese momento es una chispa fugaz, milésimas de luz que elevan una sensación. Otras veces, en cambio, esa chispa da vida a una llama ambiciosa, segundos y minutos completos que formarán en mi mente un pensamiento.

A 15 km de Oslo, ha sido inmortalizada en varias ocasiones por Claude Monet

Hay ángulos de Noruega que no calan en el imaginario y en el estereotipo colectivo que se tiene del país. Los grandes fiordos, los espacios abiertos desolados y los ilimitados bosques fríos los dejamos al oeste y al norte del país, ya que ahora me gustaría presentarles una pequeña zona cerca de Skagerrak, a pocas horas de camino de Suecia y Dinamarca. Estoy hablando de Vestfold, la región más pequeña del país, aunque una de las que tienen más habitantes y que todavía no es conocida por el turismo.

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La zona posee raíces históricas profundas: los Drakkar se encontraban a lo largo de las costa y Kaupang, el pueblo más antiguo que se encuentra en tierras noruegas, avalan la hipótesis de que estos lugares sirvieron de origen para los vikingos, aquellos hombres que dominaron el Mar del Norte y que zarparon de playas como aquellas que se pueden ver aquí, para alcanzar las tierras de Islandia, Groenlandia y Labrador.

En los montículos de piedras de la playa se encontraron los restos de las ceremonias fúnebres de los tiempos de los vikingos

Por lo tanto, no es difícil entender por qué las cuatro ciudades principales surgieron todas en la costa y crecieron durante siglos favorecidas por el mar, gracias a la pesca y al comercio a través del Atlántico y el Báltico. Sandefjord no es la excepción, una ciudad con poco más de 40.000 habitantes que se ha desarrollado gracias a su puerto industrial y a la caza de ballenas (que terminó en los años 60) y ahora el Hvalfangst museet, único en su género en Europa, traza su historia.

Sin embargo, Vestfold no solo es historia. Si les interesa el arte, ¿por qué no ir a Staver? Una pequeña aldea, algo excéntrica, conocida por las docenas de artistas que la visitan cada año y que se hospedan en el viejo arsenal naval, ahora convertido en el café y museos de la ciudad.

Con una población de 3.000 habitantes, después de haber sido durante décadas importante puerto militar y civil, basa ahora su economía en el turismo

O si, simplemente, quieren abandonarse a la esencia de la naturaleza, tómense su tiempo y descubran la región poco a poco, donde el paisaje típico es la pradera con suaves laderas sobre las que se elevan las casas de madera y los graneros rojos; donde los bosques de altas hayas y abedules se abren paso entre los valles, mientras en la costa armoniosas formaciones rocosas se esconden en su tranquilas calas o en islotes con típicas cabañas de veraneo.

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Es una Noruega diversa, donde la naturaleza no es aquella imponente y selvática del oeste, sino más dócil y armoniosa también en su relación con el hombre que ha sabido crear un lazo importante, como lo ha hecho con el lago Farris que, además de proporcionar agua potable de excelente calidad para casi toda la región, es también un recurso importante para las centrales hidroeléctricas de la zona, por no hablar de su belleza natural. Si puede sumergirse en el paisaje se encontará mágicamente trotando por los caminos del bosque, a bordo de una canoa sobre una superficie de espejo o acostado sintiendo las rocas frías, mientras admira el juego de luces que ofrece el ultimo día de agosto. Es una atmósfera calmada y al mismo tiempo intensa, dominada por colores brillantes, un aire limpio y aquella brisa fresca que te acaricia no solo la piel, sino también la mente.

Todas las fotos, © Andrea Briscoli. Más información y fotos del autor en su blog, Un ventenne tra i fiordi (en italiano), y en su página oficial.

Translated from Viaggi: vi racconto la mia Norvegia sconosciuta