En Vallecas las oportunidades se construyen a pie de Kalle
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Cuando se habla de la generación milenial, se tiende a pensar que todos los jóvenes son iguales y tienen las mismas oportunidades. Pero, ¿cómo son las cosas en Vallecas, el distrito con mayor tasa de desempleo juvenil de Madrid? Para descubrirlo, visitamos La Kalle, una asociación cultural empeñada en que jóvenes con menos recursos y oportunidades también encuentren su camino.
"Yo también" es un proyecto editorial realizado por jóvenes periodistas europeos en colaboración con el Yo!Fest @the EYE2018, el encuentro anual de jóvenes más importante de Europa. A través de cinco reportajes abordamos algunos de los temas que más preocupan e interesan a la generación milenial. Esta semana hablamos de igualdad de oportunidades.
"Ayer les dijimos a los chavales por WhatsApp que hoy vendrías y les harías unas fotos y, por lo que veo... se lo han tomado bastante en serio", dice Arancha, una de las educadoras de La Kalle, una asociación cultural madrileña con sede en Vallecas que desde 1986 ayuda a que jóvenes sin recursos, de entre 16 y 30 años, y en situaciones personales complicadas, no se queden atrás. Luis, otro de los educadores sonríe y se muerde el labio al comprobar que una de las alumnas cruza a toda prisa el pasillo con unos vaqueros y una sudadera en la mano. Se acaba de poner un vestido largo de verano. Es Katy, de 21 años, una de las estudiantes del taller de comercio donde, a través de una improvisada tienda de ropa en la clase, aprenden a vender, a gestionar pedidos y a tratar con los clientes. A priori, nada insinúa que no sea una adolescente más. Pero si está aquí hoy es porque los trabajadores sociales consideran que su situación personal la sitúa al borde de la exclusión social. Emigró de Colombia junto a su madre y sus hermanos para poder ser libre y decidir sobre su vida ya que ni a su padre ni a ciertos sectores de su país les parecía bien que tomara sus propias decisiones. En su pasaporte aparece el nombre de un chico. Pero no será por mucho tiempo.
Vallecas, en realidad, no es un barrio. De hecho, es tan grande que ocupa dos de los veintiún distritos que forman Madrid (Puente de Vallecas y Villa de Vallecas). Aquí, a tan solo varias paradas de la Plaza del Sol, viven 339.035 personas, casi tantas como en Bilbao. Es casi una mini ciudad dentro de Madrid capital (3.231.000 habitantes) con equipo de fútbol propio, el Rayo Vallecano y tele local, Tele K, que emite en abierto desde 1992. Distrito de tradición histórica de acogida, primero en los 60 con familias de otras provincias españolas y ahora con inmigrantes de origen extranjero (marroquíes, rumanos y ecuatorianos, principalmente), Vallecas hace tiempo que ya no es lo que era en los 80. La realidad de aquel distrito pobre del sur de Madrid olvidado por las políticas públicas y asolado por la delincuencia y la heroína, ha cambiado mucho. Pero ya se sabe cómo son estas cosas. Los estigmas y la "mala fama" se heredan de generación en generación, sobre todo si tu familia es de clase obrera. ¿Los más perjudicados? Los jóvenes. En marzo de 2018, de las 179.406 personas desempleadasregistradas en Madrid capital, 27.051 viven en Vallecas. De entre los menores de 30 años, un un 8,62% no tiene trabajo.
"En Vallecas siempre ha habido gente empobrecida y no se ha hecho nada. Los políticos no han tenido en cuenta esta realidad", cuenta Gonzalo, miembro del equipo directivo de La Kalle. "Aquí la gente todavía dice que va a Madrid cuando se desplaza al centro de la ciudad". Por los ojos de este chileno afincado en Madrid desde hace 16 años han pasado muchas historias de jóvenes al límite, por lo que sabe bien lo que es prioritario y lo que no. "Los políticos tendrían que bajar un poco a la Tierra. Todas las ofertas que ofrece Europa, como el Interrail, la tarjeta joven, los intercambios, el Erasmus...están muy bien, pero van destinados a un grupo que no es mayoritario. ¿Cómo podemos enviar a nuestros chavales a un intercambio si no saben inglés?". Otro de los problemas llega, según él, cuando los donantes especifican de antemano el proyecto y el perfil de alumnos al que van destinados los fondos, sin tener en cuenta la necesidad local real. "Recibimos financiación de las instituciones europeas. Estas se lo envían al Ministerio de Educación, que a su vez se lo da a la Comunidad de Madrid para luego destinarlo a un fondo social encargado de convocar un concurso al que nosotros debemos presentar nuestro proyecto. ¿Al final? De entre los cientos que se presentan, solo se elige a uno".
"Nada de risas, esto es serio"
Ya están todos dentro del aula donde normalmente se imparte microinformática. Son ocho chicos y cinco chicas. Pero hoy la clase será diferente. Uno de sus compañeros, Asser, les ha preparado una presentación. "Esto es serio, así que nada de risas. Voy a hablaros de la guerra en Siria", les dice sin titubeos con un bonito acento árabe, con la seriedad de alguien que parece haber hablado en público toda la vida. A pesar de sus 18 años, parece mayor, pero la gorra negra que lleva hacia atrás nos devuelve al presente. De repente, todos guardan silencio. "Nos vinimos de Siria porque allí no se podía estar. Vivíamos entre muertos y hasta sufrimos la desaparición de varios de nuestros primos. No se puede crecer con miedo", cuenta Asser. A diferencia de él, que vino con su familia en avión desde Turquía, después de que su padre se hubiera exiliado en Madrid un año antes, Mohammad y Amin, dos jóvenes sirios también presentes hoy aquí y bastante más introvertidos que él lo hicieron solos y aún hoy no saben qué será de ellos dentro de un mes. En 2015, los Estados miembros se comprometieron a reubicar a 160.000 refugiados asentados en Italia y Grecia. España debía encargarse de 17.337 personas, pero el pasado 26 de septiembre de 2017, fecha en la que expiraba el plazo, solo había acogido a un 11% de lo prometido, tal y como exponen los datos de Intermón Oxfam. Y mientras las oficinas de Asilo y Refugio se colapsan, la cifra sigue aumentando. Según el Ministerio del Interior, en 2016 España recibió 3.069 peticiones de asilo de personas sirias. Pero no son los más numerosos. Por delante de ellos están los venezolanos, un total de 4.196 personas en busca de paz, trabajo y una vida mejor.
Es la hora del recreo y todos salen a la calle a fumar, mirar el móvil, comer un bocadillo o simplemente hablar. Están sentados en el suelo. Veo que Mohammed y Amín no hablan mucho con el resto. Quizá sean tímidos o estén cansados. Pero la principal barrera que les separa no es cultural sino lingüística. Ambos comenzaron estudios universitarios en Siria y hablan muy bien inglés pero el español aún lo están aprendiendo. "Viajamos de Siria a Líbano, luego a Argelia, Marruecos y finalmente Melilla. Allí nos conocimos, donde después de pasar 43 días en el campamento de refugiados en condiciones muy malas fuimos transferidos a Madrid y Almería. Al cabo de unos meses, decidimos poner rumbo a Europa, yo a Alemania -cuenta Amin- y Mohammed a Holanda". Tras varios meses de infortunios, las autoridades les obligaron a volver a España ya que, según el Convenio de Dublín los refugiados deben gestionar el proceso de asilo en el primer país europeo al que lleguen. "Volvernos a encontrar aquí ha sido lo único bueno que nos ha pasado en los últimos meses", cuenta Amin, de 29 años. Cada mañana dejan el albergue en el que viven temporalmente, acuden a La Kalle a estudiar microinformática y por las tardes van a un centro del CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado) donde comen, aprenden español y olvidan durante un rato que su nueva vida no es como la del resto. "Ahora solo esperamos que nos pase algo bueno", dice Mohammad, que a pesar de sus 24 años tiene una mirada cansada por la que parece haber pasado el sufrimiento de toda la humanidad. Según la legislación española, la administración debe responder a los solicitantes en un plazo medio de 6 meses. Pero estos dos jóvenes saben que muchas personas esperan desde hace más tiempo. Pese a todo, cuando les pido si les molesta que les haga una foto, no solo asienten. También sonríen. "¿Nos la puedes enviar luego?".
"Soñar está bien, pero a veces hay que aprender a moderar los deseos"
Quien no es tan fan de los retratos es Mustafa, un licenciado en sociología de 22 años y de Guinea Conakry que se ha quedado dentro durante la pausa. Lo primero que pienso al verle es que es un tipo serio que no va a querer ponerse a hablar conmigo. Es muy alto. También guapo. Podría ser modelo pero imagino que no entra dentro de sus planes. Me fijo que observa mucho a todo el mundo. Pero a diferencia del resto, que grita, ríe y monta bulla, él solo habla cuando se le pregunta. En 2016 intentó saltar la valla de Ceuta, un doble muro de alambre y concertinas de 8 kilómetros de extensión y 6 metros de altura que separa Marruecos de España. Es, junto a la de Melilla, la única frontera terrestre de Europa con el continente africano. "Lo intenté pero no pude conseguirlo. Por eso pasé por el mar y llegué a Granada en patera. Son cosas que no se pueden contar porque son muy duras". Su idea era llegar hasta Francia, pero ya ves, "el hombre propone y Dios dispone", añade. En ese momento otro de los educadores se acerca y le reprocha- aunque con cariño- que no sea más crítico con todo lo que le ha pasado. "No puedes decir que la acogida ha sido buena cuando has venido en patera. La gente normal viaja en avión, en tren, en autobús y tú te has jugado la vida". Mustafa asiente pero no entra en detalles. "No he tenido una vida fácil y lo único que quiero es que sea tranquila, con un trabajo, una situación legal y una casita". Él no sabe que también puede tener una casa grande, si quiere. "Sí, soñar está bien, pero a veces hay que aprender a moderar los deseos".
¿Una generación homogénea?"
Cuando los medios hablan de la generación milenial y de los vaivenes económicos a los que nos tenemos que enfrentar, a menudo nos olvidamos de que en ese supuesto grupo de indies adictos a las redes sociales, amantes de la economía compartida, hiperconectados, existencialistas y multilingües viajeros, no todos somos iguales. Aunque en España hay un dato que nos equipara, el del 36% del desempleo juvenil, no todos han estudiado o vivido un tiempo en el extranjero, no todos cuentan con la ayuda económica de sus familiares y no todos encuentran la forma de encauzar sus propios planes.
"Aunque la vida te lo ponga difícil, siempre se puede salir hacia delante", suelta Lorena, una española de 20 años con mucha labia nacida en Málaga y que, desde los 12 ha vivido en centros de menores porque su madre tenía otras cosas que hacer que cuidar de ella y sus hermanos. Si no viniera de ella, esa frase me habría parecido una provocación, pero que la diga Lorena me reconforta. ¿Te sientes diferente al resto? "Yo no, pero siempre ha habido muchos prejuicios. Dices que eres niña tutelada por la Comunidad de Madrid por no tener recursos y ya la gente empieza a hacer sus propias conjeturas. ¿Qué habrás hecho?".
Los demás ya se han marchado pero ella está fumando, no tiene prisa. Y por lo que veo, hablar le hace sentir bien. "No he tenido que huir de la guerra, como Asser, pero sé lo que es empezar de cero una y otra vez en un lugar donde no quieres estar. Es muy difícil". Con "20 añitos" no ha viajado nunca fuera de España. Pero le encantaría. ¿Dónde te gustaría ir? "No lo sé… la verdad es que nunca me he parado a pensarlo". Lorena aún tiene tiempo. Para eso y para estudiar criminología, su gran sueño. También para acordarse de que en el mundo no vivimos solos. "Ante todo hay que saber compartir las cosas", añade. "No es lo mismo que te comas una chuche tú solo a que te la comas entre cuatro". Me río y entonces lo piensa mejor: "Bueno, depende del tamaño de la chuche, claro".
Cafébabel es medio colaborador del Yo!Fest, un evento juvenil que cada año organiza el European Youth Forum en el Parlamento Europeo, en Estrasburgo. Durante dos días se organizan debates, talleres, conciertos y encuentros artísticos. El festival se enmarca dentro del European Youth Event - #EYE2018 y a él acuden más de 8,000 jóvenes de todos los rincones de Europa para expresar su punto de vista sobre temas que les interesan o preocupan. A través de una serie de reportajes, reflexionamos sobre los cinco temas del festival: Keeping up with the Digital Revolution (Revolución digital), Staying Alive in Turbulent Times (Vivir en tiempos caóticos), Working out for a Stronger Europe (Por una Europa mejor formada), Protecting our Planet (Medio ambiente) y Calling for a Fair Share (Igualdad de oportunidades). Sigue el evento en EYE y Yo!Fest.
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