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En Turquía, lo moderno es el islamismo

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Política

Durão Barroso cree que Turquía no está lista para entrar en la UE y el secretario de Estado español para la Unión Europea, Alberto Navarro, que el espacio dejado por la UE sería ocupado por Rusia, China o Irán.

Con casi un 47% de los sufragios, el AKP, el partido islamista moderado turco, liderado por el Primer Ministro Erdogan, volvió a ganar el 23 de julio –arrasando- las elecciones legislativas en Turquía. Entretanto, la UE, arrastrada por las promesas electorales en clave nacional del Presidente francés Nicolas Sarkozy, sigue sin dar señales claras de desear que Turquía se una algún día al club comunitario. De hecho, el pasado 27 de julio, el secretario de Estado francés para Asuntos Europeos, Jean Pierre Jouyet, seguía privilegiando la idea “de un partenariado privilegiado con Turquía”.

Las razones de la segunda victoria consecutiva con mayoría absoluta del AKP son varias, y todas deben invitar a la UE a usarlas para provocar un cambio de mentalidad en los países musulmanes que tiene en sus fronteras más cercanas. Se trata de una situación excepcional en un país musulmán que también podría provocar un cambio de mentalidad entre los islamófobos de Europa.

Una típica victoria al estilo europeo

En primer lugar, el AKP es el único partido que representa la oposición organizada de una sociedad civil contra el poder ingerente del ejército en la democracia turca. A pesar de las enormes manifestaciones que el AKP tuvo que soportar hace dos meses por parte de ciudadanos que exigían evitar el nombramiento de un presidente de la República islamista moderado, los partidos laicistas turcos no han sabido presentarse como los mejores garantes del poder civil frente al militar cuando este amenazó con intervenir si se nombraba a un presidente islamista. Esta identificación de los islamistas –en este caso, moderados- con la sociedad civil puede que no sea una excepción y que explique el éxito del islamismo (moderado o no) en países como Egipto, Marruecos, Argelia o incluso en los territorios de Gaza y Cisjordania, en donde el europeo Tony Blair se ha propuesto ejercer sus dotes diplomáticas para lograr una paz definitiva entre Árabes e Israelíes.

En segundo lugar, el partido islamista de Erdogan, ha ganado por haber demostrado ser el garante de la estabilidad económica del país. No sólo porque sacó al país de la crisis económica que sufrió en 2001 por culpa de enormes terremotos, sino porque lo ha hecho tratando de ajustar la economía a los criterios económicos que la UE le sugiere. Criterios que tocan desde la libre circulación de capitales, mercancías y personas, hasta la propiedad intelectual, los impuestos o los servicios financieros. Para 2007 se prevé un crecimiento del Producto Interior Bruto del 4,3% y una inflación del 7,7%, lejos del 66% de finales de los años noventa.

Por último, el AKP es hoy el único gran partido no nacionalista en Turquía. No es extraño, pues el islamismo tiende a crear lazos internacionales dentro del mundo musulmán. Cabe suponer que tal particularidad permite al AKP aglutinar el voto de los turcos identificados con una visión no nacionalista de la política. Esta superación del nacionalismo va en la línea de la construcción europea.

Por estos tres motivos, sería interesante transmitir a los europeos que adolecen de islamofobia y además se oponen a la entrada de Turquía en la UE, que en ese país son precisamente los islamistas moderados quienes mejor representan los valores comunitarios. Si Francia, Alemania y Austria no fueran tan reticentes a la entrada de Turquía en la UE, ésta lanzaría un mensaje claro de que cree en la compatibilidad del islam con la democracia y de su compromiso con la democracia en el mundo musulmán.