En Taxi por Chisinau
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celia garcía gómezEn el oeste comienza la UE, en el este el resto del mundo: un viaje en taxi a través de la capital moldava.
Es domingo por la noche, las nueve. Cuando llega el taxi, me coloco cuidadosamente en el asiento trasero. Al volante se sienta un hombre robusto de tez morena que ronda los cuarenta. “¡Hola! Soy Ghena”, se presenta y sonríe. “Hoy te mostraré como conducen los moldavos”. Nuestras miradas se cruzan en el espejo retrovisor. Le sonrío educadamente. “Nunca obedecemos las normas de tráfico", afirma Ghena triunfante. Se seca la frente con un pañuelo, fuera hay casi 40 ºC. “Vamos al polo norte”, propone mientras nos inmiscuimos en el tráfico nocturno de Chisinau.
Antes agente secreto, hoy taxista
Desde hace un año y medio Ghena es taxista, “por aburrimiento”, como él dice. Realmente es pensionista. “Antes pertenecía a la policía”, mira alrededor, inseguro, sin saber si debe darme mas detalles sobre su pasado. Al final gana su orgullo: “Era miembro de la OMON, una milicia especial Anti-Terror.”
Ghena gira el volante. Quiere ir a Telecentru, un barrio tranquilo situado al sur de la ciudad, para enseñarme las urbanizaciones que se construirán allí. Durante el camino hablamos del sistema de taxi de Chisinau. Existen varias empresas en la ciudad, que compiten sobre todo por el tamaño y la calidad de sus coches. Los precios de los trayectos varían según la distancia y el estado del coche: un coche nuevo es más caro que uno viejo, un maletero grande cuesta más que uno más pequeño. Para un viaje dentro de la ciudad todos los taxistas piden aproximadamente un euro, por diez euros puedes ir hasta Nistru, el río fronterizo a la región disidente de Transnistria.
¿Atmósfera de cambios en Chisinau?
Llegamos a Telecentru. Los nuevos edificios del barrio desaparecen entre las sombras de inmensos muros con puertas de hierro. El taxi se introduce lentamente en la desigual carretera de grava. En una esquina alguien ha plantado rosas. Junto a ellas se apilan montones de arena. “Próximamente aquí se asfaltará todo”, explica Ghena.
Con un salario medio que apenas supera los 100 euros, Moldavia es el país más pobre de Europa. Al mismo tiempo, los precios de los inmuebles no son mucho más bajos que en occidente. ¿Para quién se construirán estas urbanizaciones? Ghena dispara su respuesta con rapidez: Aquí viven diplomáticos y trabajadores contratados por organizaciones extranjeras. El hecho de que la mayoría de los habitantes de Chisinau no se aprovechen del boom de la construcción no molesta a Ghena. Está contento, de que “aquí pase algo”.
Seguimos conduciendo hacia Bulevardul Dacia. Según Ghena es la calle más larga de Europa. Abandona las afueras de la ciudad, se dirige hacia el aeropuerto y finalmente hacia los pueblos colindantes. Grandes carteles que cuelgan como monumentos conmemorativos sobre el tráfico, ceden el paso a anchas carreteras nacionales. No hay farolas, solo la luz que viene de los coches que circulan en sentido contrario. En las aceras algunos jóvenes han encendido una hoguera. El ambiente es fantasmagórico, Moldavia queda lejos de lo que Ghena ansía ver en Telecentru.
Le pregunto cómo valora el desarrollo económico moldavo y acto seguido se encoge de hombros. Sin embargo, la población es joven, con el tiempo el país hará progresos más claros. Hay suficientes indicios al respecto: “Antes se tenía que esperar 20 años para conseguir un nuevo coche. Hoy no se hacen tantas preguntas. Se compra un coche y punto. Pero los coches en sí no te hacen sentir afortunado”. Ghena espera que Occidente invierta en un futuro, preferentemente en importar vino moldavo. La viticultura es una “buena tradición” y el país debería ser competente. Ghena se vuelve hacia mí y me pregunta si quiero ir a beber algo con él. “En un bar tendrías una mesa. Allí atrás no puedes escribir bien”. Pero seguimos viajando, de nuevo al centro.
Emular a Rumania
Quiero saber, por qué debería interesarse Europa como inversora por Moldavia. Ghena responde sin dudar. Ve la república como un miembro potencial de la UE. Está convencido: “Con un poco de ayuda podemos cumplir con los criterios de admisión. ¿Por qué no vamos a conseguir lo que Rumania ha conseguido? En Moldavia siempre se vuelve a tomar Rumania como comparación. Moldavia perteneció una vez al país vecino. El enorme desarrollo del viejo país hiere el ego hoy a muchos moldavos. El país quiere seguir el mismo ritmo y espera solidaridad incondicional por parte de Bucarest. De lo contrario, no hay nadie que se movilice por nosotros”, afirma Ghena defendiendo sus esperanzas. Además él ve en la candidatura europea de Moldavia una fuerte señal hacia Rusia, ya que una decisión pro Europa es lo mismo que una decisión contra Rusia y allí también se entendería como tal.
Nuestro viaje finaliza después de dos horas. Vamos hacia una parada de autobús, cuando se produce una explosión dos metros por delante de nosotros. Llamas y humo se alzan hacia el cielo. Antes de que pueda pensar nada, Ghena se dirige hacia el fuego. Cuando nos acercamos, un grupo de gente se joven se reúne delante de un restaurante. Señalan la calle y …¡Fin de alarma! Celebran los fuegos artificiales fallidos. Ghena habla con uno de los jóvenes y fija su próximo viaje.
Translated from Mit dem Taxi durch Chisinau