"En Bratislava, no tendré un jefe que no sea yo misma"
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Esther AlmazánDueñas del propio futuro. En Bratislava el resurgir económico es en femenino.
Son ellas, las hijas de la última generación nacida bajo el comunismo, las protagonistas del resurgirmiento económico y social de la capital eslovaca. Todas con la misma filosofia: no tendré otro jefe que no sea yo misma.
Simona lleva un esmalte de uñas rojo. Perfecto, fresco. En los ojos, un línea de eyeliner, y lleva un uniforme de bombero. Voluntaria. Porque aquí, en Bratislava, "es solo un trabajo de hombres". Pero a ella poco le importa: es su trabajo. Y no depende de nadie. La lluvia cae sobre el asfalto de la estación de Dúbravka -núcleo anticontaminación- en la periferia de la capital eslovaca. Simona Lhotová está al mando de un pequeño grupo de estudiantes de instituto, reclutadas de las escuelas, entre clase y clase de incendios y seguridad.
Dentro de unos pocos meses serán uno de los pocos equipos femeninos en buscar la gloria en una especie de juegos sin fronteras en la ciudad. Diversión, pero también una ocasión para probar sus productos. Con solo 25 años, Simona es la única suministradora oficial de bienes y material técnico para bomberos y militares en toda Eslovaquia. En los ojos, una chispa de pasión. En el bolsillo, una licenciatura en Economía. En la oficina: solo ella, lo ha hecho todo sola. La primera tarea, un pedido de 25.000 euros, gestionado hace tres años. Ahora tiene una cartera de 30 clientes. "Quería mi actividad", dice. El suyo es el mantra de una generación que ha elegido Bratislava para diseñar el rostro de la nueva Eslovaquia, una república "apenas" mayor de edad, tras la separación pacífica de los checos en 1993.
El nuevo presidente Andrej Kiska, elegido en junio, "es el primero que no tiene ningún vínculo con el comunismo", dicen muchos. Y, además, es un emprendedor. Bratislava tiene el rostro de Simona, pero también el de Ivica, 27 años, escritora y copywriter. O el de Luica, arquitecta y diseñadora de interiores, y Tamara, 30 años, madre y también ella emprendedora. Todo mujeres. Todas jóvenes. En común: un pequeño negocio pero creado desde cero. La voluntad de ser sus propias jefas. Y los obstáculos encontrados a lo largo del camino.
"¿Por qué no un puesto de empleada?"
El más grande de los impedimentos es invisible: "hemos crecido en un país comunista. Nos han enseñado a ser empleadas, dependientes", reflexiona Tamara Osaďanová. Con la maternidad perdió su puesto de profesora de inglés, pero hace dos años inventó Bruncher, un servicio de desayunos a domicilio en las oficinas para reuniones de empresa. O a la puerta de casa, "para quien quiere sorprender a alguien especial o pedir perdón". Detrás de Bruncher, hay un sitio web elaborado en 9 meses. "Otra gestación", dice Tamara, llevada a cabo también con la ayuda de The Spot. Sobre la carta, una plataforma de coworking. Traducido: un espacio abierto para hacer crecer las ideas, formarse y aprender a escribir un plan de negocio o encontrar capital e inversores.
En cambio, más de cien son las start-up puestas en marcha en dos años. Los otros obstáculos tiene la forma de la burocracia "¿la licencia para abrir una SL [Sociedad Limitada]? 5.000 euros. Y para pagar un colaborador, 1.000 euros, entre tasas y contribuciones, 1.800", explica. "Despues los bancos, no dan préstamos para pequeños proyectos". Pero Tamara lo ha conseguido. Como ella, Ivica Ďuricová. De sus padres, la misma pregunta cuando ha abierto Adlervia, su agencia creativa: ¿por qué no un puesto de empleada?
Cuando puso sobre el buzón la tarjeta de la agencia, algunos vecinos no le hablaron durante un tiempo: "para ellos, hijos del régimen, los emprendedores eran todos corruptos". Pero Ivica no ha parado. Para sus 300 clientes, "pocos pero numerosos", escribe contenidos web y publicitarios.
En su curriculum, una escuela de inglés abierta a los 19 años, además de dos libros de consejos económicos y un romance de misterio, "un verdadero libro", que saldrá a la venta dentro de poco.
Para ella, vale la misma filosofia: "no quiero otro jefe que no sea yo misma". Será por esto que hace tres años que acogió rápido la propuesta de Ján Solík: fundar en Bratislava Yeas, la asociación eslovaca de jóvenes emprendedores: "la hemos creado nosotros, desde abajo. El Estado todavía no nos una ayuda sistemática", explica Solík, hoy presidente de una red de 200 jóvenes que dan consejos, formación y seleccionan proyectos para presentar a potenciales inversores. "Businness Angels", lo llaman. "El capital estará. Pero los jóvenes aun no están preparados. De sus 300 propuestas recogidas en tres años, solo 20 han merecido un financiador", dice.
"Tenía que tocar fondo, porque desde allí, ya solo se puede salir"
Frente al ejército que todavía emplean gigantes como Volkswagen (9.400 trabajadores), Bratislava es una ciudad de pequeños capitanes intrépidos. Puede que todavía inexpertos, pero dinámicos. Aquí, según la OCDE, en el 2012 el paro juvenil era del 17,7%, mientras que en el resto del país rozaba el 30%. Otras 6.100 las empresas nacieron en el 2012, según el estudio TwinEnterpreneurs, mientras las nuevas empresas femeninas o con al menos una mujer en la plantilla serían el 34% del total. Para alzar las "cuotas femeninas", la Unión Europea ha hecho su parte financiando iniciativas como Regionfemme: seminarios, consultas y una academia para impartir nuevas actividades, con más de 12.000 emprendedoras y empresarias implicadas durante 4 años en la Cámara de Comercio de Bratislava y Viena. Entre ellas, Luica Haquel, arquitecta. Es un gran cerebro que regresa. En París, tenía un máster en urbanística y un futuro asegurado. "Pero he elegido Bratislava. Tenía que volver a mis raíces para poder convertirme en una gran arquitecta". En el 2008 abrió su estudio de diseño. Sola. "No ha sido fácil. Aquí las grandes empresas son las favoritas". En el 2012, momento crucial: en una situación de crisis económica y profesional, Luica empezó a diseñar proyectos, también de interior, según los principios del feng shui. Gracias a Regionfemme, encontró algunas herramientas de más para volver a salir a flote. "Tenía que tocar fondo. Porque desde allí ya solo se puede salir", cuenta a orillas del Danubio.
En sus gafas de sol se refleja Bratislava, así como las líneas de acero y cristal de Eurovea, centro comercial, templo de la contemporaneidad. También el puente Novy Most, sello de la modernidad comunista que planea sin ninguna gracia sobre el Castillo y los elegantes palacios del centro histórico. "Hay mucha motivación: sabemos hacer cosas que antes, con el comunismo, no eran posibles. Es una motivación la que me empuja a pensar que puedo saltar cada muro para llegar a ser, en mi trabajo, la mejor de Europa". El business femenino es una cuestión de perspectiva. La que Ivica, Tamara y Simona dan hoy a Bratislava y a la nueva Eslovaquia.
Este reportaje forma parte de la edición especial del proyecto "EUtopia: Time to Vote", dedicado a Bratislava. El proyecto está co-financiado por la Comisión Europea, el Ministerio de exteriores francés, de la fundación Hippocrène, la fundación Charles Leopold Mayer y la fundación EVENS.
Translated from A Bratislava non avrò altro padrone all'infuori di me