eliminemos la basura. pasemos a la acción
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Dicen los estudiosos que la historia, a salvo de sus lógicos vaivenes, conserva a través de los siglos un vector lineal hacia el avance de la humanidad y el perfeccionamiento de su civilización.
Así, y según esta teoría, las crisis coyunturales, guerras, revoluciones e involuciones puntuales, no serían más que catarsis que contribuirían al progreso de la sociedad y aumentarían el nivel de igualitarismo y desarrollo. La ciencia, la tecnología, la sanidad, la solidaridad, el perfeccionamiento de las estructuras de gobierno, la alimentación experimentarían, a favor de este vector lineal de la historia, un incremento constante a lo largo de los siglos.
Sin embargo, puede que estemos adentrándonos en una nueva fase histórica: existen indicios más que suficientes para determinar que la historia ha dejado de ser un vector hacia delante para convertirse en dos vectores enfrentados, uno que apunta hacia el avance y otro que se dirige hacia una evidente involución.
Las fotos de este reportaje hablan por sí solas.
Las montañas de basura acumuladas en la Alameda de Hércules constituyen algo más, mucho más, que el reportaje fotográfico de un conflicto laboral entre un Ayuntamiento y su empresa de limpieza.
Bajo el peso de los desperdicios yace sepultada la sociedad, no entendida como mero colectivo de personas individuales sino descrita como el conjunto solidario y armónico de todos sus integrantes.
Por el contrario, sobre la montaña de bolsas de basura señorea triunfal la globalización, el capitalismo descarnado y la muerte del estado del bienestar y los servicios públicos.
Olvídense de quien tuvo razón esta vez. Traten de permanecer ajenos a la prensa diaria, a los incidentes concretos de la huelga e incluso dejen por un momento de lado sus particulares filias y fobias.
Si la insolidaridad sigue campando a sus anchas, si la crisis económica y de valores que sufre nuestra sociedad sigue profundizándose, no está lejos el día en el que no haya solución posible al conflicto.
Nadie nos atenderá cuando estemos enfermos. Nadie educará a nuestros hijos. Nadie recogerá nuestra basura. Nadie, a menos que tengamos, a nivel individual, la suficiente capacidad económica para sufragarlo de nuestro bolsillo.
Pero de igual forma, provistos de nuestros “smartphones”, de nuestras tablets, de nuestras cámaras fotográficas digitales, estaremos instantáneamente conectados con el resto de nuestros sufrientes compañeros de humanidad.
En tiempo real podremos retuitear, compartir en Facebook o enviar a nuestra lista de correo electrónico toda la información que se produzca.
Nuestras calles, donde deambularán los mendigos y nuestros hijos no escolarizados, se encontrarán anegadas de desperdicios y de aguas estancadas, estableciendo un inmejorable caldo de cultivo para epidemias que creíamos de otro tiempo.
No sería pues descabellado el siguiente tweet: “@leondesanmarcos ha retuiteado esto: otros cien infectados en la Alameda. RT? #pestebubónica”
O bien “A Vale Wale, Elena Urbina y otras cinco personas más le gusta tu estado: la montaña de basura de la calle Rioja llega hasta el cuarto piso. Hay ratas del tamaño de Pitbulls. Compartidlo en vuestros muros”.
No tendríamos servicios sociales pero eso sí, no careceríamos de medios para traspasar la información, para intercambiar datos, quejas, fotos, chistes, análisis blogueros y noticias en prensa. Un intercambio interminable de información seguido por una pasividad indestructible. De ser ciudadanos pasaríamos a ser testigos y portavoces de nuestra propia falta de ciudadanía. De nuestra decadencia.
Y entre tanto los dos vectores de la historia seguirán avanzando contrapuestos hasta romper el poco tejido social que nos quedase, quebrando todos los avances sociales y humanitarios conseguidos en tres milenios pero perfeccionando la tecnología hasta límites insospechados para convertirnos en una suerte de salvajes con Tablet y I- Phone.
Nunca hemos estado tan bien informados. De igual forma, nunca hemos sido tan pasivos.
Me pregunto qué habría pasado si los parisinos de Julio de 1789 hubieran tenido a su disposición los mismos medios de intercambio de información de que disponemos ahora. Me pregunto si habrían asaltado La Bastilla o se habrían conformado con reproducir hasta la saciedad un tweet no muy diferente del siguiente:
“Luis XVI ha clausurado los Estados Generales. Golpe de Estado del rey absolutista. El pueblo continúa sin soberanía y sin democracia #LuisXVI #veranoenparis RT ???”
Si queremos que la Historia siga avanzando en un solo vector, y que éste vuelva a ser el del progreso de la solidaridad y de la democracia, debemos dejar de ser meros espectadores y portavoces y convertirnos en actores de la vida pública.
# apaguemosnuestrosmoviles y #limpiemoslabasura
Nadie va a hacerlo por nosotros.