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El último país totalitario de Europa

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Aunque pudiera parecer que en el momento actual no hay temas importantes de los que no seamos conscientes, hay muchos hechos significativos que no se conocen o que sólo conoce un número limitado de personas. Uno de esos "agujeros negros de la información" es, desde hace mucho tiempo, Bielorrusia, situada en el borde oriental de Europa.

Este país de diez millones de habitantes está gobernado desde hace más de 11 años por Alexander Lukashenko, para quien gobernar significa abusar ampliamente de los derechos humanos y ciudadanos básicos a diario, eliminar y encarcelar a sus opositores y a periodistas y engañar al pueblo a través de los medios de comunicación que están bajo su control.

En otoño pasado, en un referéndum poco creíble, Lukashenko hizo que se eliminara el límite de dos períodos consecutivos en la presidencia y de esa manera dio el primer paso para prolongar su periodo de gobierno más allá de 2006, límite teórico hasta entonces.

Desde entonces, durante varios meses, y en gran medida sin que la mayoría de los medios y los políticos del mundo democrático se den cuenta, se han ido liquidando sistemáticamente los últimos restos de las organizaciones no gubernamentales, la prensa independiente y los partidos políticos que pudieran frustrar los planes del autócrata bielorruso para prolongar su mandato indefinidamente. El bloqueo informativo del país está aumentando, se están limitando las oportunidades de los jóvenes de estudiar en el exterior y el último diario independiente, el Narodnaja Volja está a punto de ser clausurado. Alexander Lukashenko puede hacer todo esto gracias no sólo a una herencia desagradable de estructuras sociales postsoviéticas totalmente diezmadas, sino también a la falta de interés en la suerte de Bielorrusia por parte de los países democráticos.

Estamos convencidos, por lo tanto, de la necesidad de utilizar todas las oportunidades para atravesar este muro de falta de interés y de incapacidad de la comunidad democrática a fin de adoptar una postura en contra de este autócrata postsoviético y sus esfuerzos por reprimir totalmente lo que queda de las iniciativas independientes bielorrusas. Al mismo tiempo, es necesario seguir desarrollando contactos y cooperación con esas iniciativas. La Unión Europea, que no ha sido capaz hasta la fecha de apoyar los esfuerzos encaminados a construir Bielorrusia sobre la base de valores democráticos, debería buscar rápidamente los instrumentos que permitan ese proceso. En paralelo, la UE debería abrir por completo sus programas de intercambio y educación a los jóvenes de tendencias democráticas bielorrusos. La UE debería, junto con Ucrania, reaccionar enseguida a la propuesta de los parlamentarios europeos Janusz Onyszkiewicz y Bogdan Klich para dar al pueblo de Bielorrusia acceso a información no censurada y no manipulada mediante transmisiones de radio y televisión procedentes de países vecinos. Hacemos un llamamiento a crear una estrategia común a la UE, los EE UU y todos los demás países democráticos que debieran estar interesados en la democratización de Bielorrusia.

Esta carta abierta está firmada por el ex presidente de la República Checa, Václav Havel, la ex presidenta de Irlanda, Mary Robinson, el filósofo francés, André Glucksman, el Arzobispo Desmond Tutu de Sudáfrica, el ex presidente de Alemania, Richard von Weizsäcker, S.A.R. Hassan bin Talal del Reino Hashemita de Jordania, el ex primer ministro de Nueva Zelanda y ex director general de la OMC, Mike Moore, el presidente de la Carnegie Corporation, Vartan Gregorian, el presidente de la Nippon Foundation, Yohei Sasakawa, el ex presidente de Sudáfrica, Frederik W. de Klerk, el teólogo y autor estadounidense, Michael Novak, George Soros, presidente del Open Society Institute y el senador Karel Schwarzenber de la República Checa.

Translated from Belarus, Europe’s last dictatorship