El siglo religioso
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Sin diálogo de religiones, los fundamentalismos y las desigualdades globales no se superarán. Enrique Ojeda, Director de la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo, nos lo explica.
“El siglo XXI será religioso o no será en absoluto”. Tradicionalmente se ha atribuido esta premonitoria cita a André Malraux, el escritor y ministro de cultura francés de los últimos años de gobierno del General De Gaulle. Sin embargo, el propio Malraux negó haberla pronunciado, al menos con esas palabras. Entrevistado en 1975, manifestaba que lo que él había querido decir es que en la cíclica relación entre hombre y Dios se produciría, en los primeros años del nuevo siglo entonces por venir, una “reasunción de lo religioso por el pensamiento humano”. Y tal afirmación pecaba de no poca temeridad para aquella época, pues en esos tiempos los más reputados sociólogos y filósofos anunciaban que las religiones no lograrían sobrevivir al siglo XX. En la medida que la Modernidad ganaba terreno, las religiones lo perdían inevitablemente.
El tiempo, sin embargo, parece haberle dado la razón a Malraux. Desde la segunda mitad de la década de los setenta del siglo pasado asistimos a, en las ya famosas palabras del experto en Islam Gilles Kepel, “la revancha de Dios”. Desde entonces, como afirma el teólogo español Juan José Tamayo, las religiones han resurgido como fuerza social, han cobrado relevancia política, han recuperado el espacio público perdido en los años inmediatamente anteriores y se han convertido en elemento fundamental de identidad cultural y nacional, sobre todo en algunos países donde el factor religioso había sido reprimido o neutralizado.
El fantasma del fundamentalismo recorre el mundo
Pero este despertar de las religiones viene acompañado de un fantasma que atormenta al mundo en estos primeros años del nuevo milenio. Es el fantasma del fundamentalismo religioso, término con el que podemos definir a aquellos sectores de cualquier religión caracterizados por querer imponer sus creencias, aún por la fuerza, a toda la comunidad humana en la que está implantada la religión profesada. El fundamentalismo religioso considera como enemigos tanto a la Modernidad y sus valores (secularismo, diálogo, emancipación de la mujer...) como a las otras religiones, habiendo desembocado frecuentemente en choques, enfrentamientos y guerras.
Esto, que parecía cosa de épocas ya pretéritas de las que sólo se tenía noticia en los libros de historia, parece retornar a nuestro mundo. Penetran nuestra más querida intimidad a través de las pantallas de televisión o del ordenador, con una violencia ciega e inusitada tan aterradoramente absoluta que parece obligarnos a todos a tomar partido, a situarnos en un campo u otro de ese supuestamente ineludible “choque de civilizaciones”. Pero, ¿es ello así?, ¿debemos resignarnos a vivir en un mundo donde “el otro” es siempre nuestro eventual enemigo?, ¿qué papel pueden jugar hoy día las religiones en la búsqueda de la paz y cuál debe ser la relación entre ellas?
Citando de nuevo a Juan José Tamayo, “las religiones no pueden seguir siendo fuentes de conflicto, ni entre sí ni en la sociedad, sino que deben reconocerse, respetarse y tender puentes de diálogo”. Así, el diálogo interreligioso e intercultural constituye el principal desafío al que deben responder hoy las religiones si no quieren anquilosarse, ignorarse o destruirse unas a otras. Ello se nos muestra aún más necesario en este mundo de fronteras permeables, migraciones, Internet, terrorismo internacional y globalización; fuerzas que están contribuyendo de manera desigual a la construcción de unas sociedades asimétricas que reclaman de todos los actores sociales que tengamos alguna mínima capacidad de actuación, una respuesta eficaz y contundente en favor de la convivencia de individuos, culturas y religiones diversas. El Papa Juan Pablo II fue plenamente consciente de ello desde su llegada al Vaticano, y ya en su primera encíclica, Redemptor hominis, llamaba a todos los cristianos al diálogo interreligioso.
El diálogo interreligioso es una realidad
Muestra privilegiada de este necesario diálogo interreligioso lo constituye el Primer Encuentro Mundial de Imanes y Rabinos por la Paz, que se celebró en Bruselas del 3 al 6 de enero bajo el patrocinio del Rey de los Belgas y del Rey de Marruecos y con la colaboración de la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo. Partiendo de los numerosos puntos en común del judaísmo y el islam, las casi doscientas autoridades religiosas presentes acordaron, tras dos intensos días de agitados, fructíferos, enconados y, a veces, divertidos debates, una declaración común en la que se condena, sin ningún tipo de paliativos, el terrorismo y la violencia en nombre de la religión, pues “ofenden el derecho a la vida y a la dignidad humana dado por el Todopoderoso a la humanidad”. Hicieron, asimismo, un llamamiento a los responsables de las dos religiones para dirigir a sus comunidades -de forma regular- prédicas y sermones que subrayen la importancia del diálogo interreligioso y el respeto a la vida humana. La Fundación Tres Culturas albergará un próximo encuentro de rabinos e imanes por la paz, pues creemos que las religiones están llamadas a desempeñar un papel fundamental en la recomposición cultural y moral que vivimos y en la revisión de los modos de vida actuales.