El Optimismo como actitud, no como autoengaño
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La obra Capital Sur de Eduardo del Campo muestra una Sevilla auténtica y polifónica inmersa en la crisis de los 90 muy similar a la actual. Eduardo del Campo. Foto: Fernando Ruso Humana, atípica, real, dura… Una alteridad polifónica de lo auténtico, los barrios, los habitantes de la arquetípica ciudad de Sevilla.
Así muestra la obra Capital Sur del periodista Eduardo del Campo todas las caras de una capital en 1994 desconocida por su celebridad folclórica y éxito turístico. La imagen de un boxeador apoyado por sus vecinos, el mundo interior de un antenista, la decisión de dar un hijo en adopción de Antonia. Historias auténticas llevadas de la mano de Diego, el protagonista, un joven periodista que lucha por buscar su sitio y mostrar una realidad que no siempre tiene cabida en la prensa diaria.
Eduardo del Campo, filólogo y periodista, ha podido tomar el pulso a gran parte del mundo, enviado especial en Afganistán, Ruanda, India o Libia, entre otros muchos lugares, para distintas publicaciones como El País o El Mundo, nos explica hoy su visión de una crisis en la que, al igual que en los 90, “se repiten problemas cíclicos por falta de solidaridad”.
¿Por qué crees que la ciudad de Sevilla es un espejismo?
La Sevilla real no es un espejismo pero sí, en parte, la idea que se tiene de ella como mito cultural, lugar histórico, escenario de fiestas, películas y sueños. Muchos vienen a Sevilla o viven en ella buscando esa ciudad romántica e ideal del turismo, que existe, pero que no les deja ver (o no quieren ver) la ciudad real. Yo necesito los dos planos, el de la ciudad ensoñada, y hasta típica, y también la concreta de todos los días. Las dos conviven en mi experiencia.
¿Cuáles son las diferencias fundamentales que has encontrado en tu relato entre Sevilla capital y otros centros urbanos de Europa y Estados Unidos?
Aquí, por el sol, se vive mucho en la calle, se vive a pie y hay, por su fisionomía urbana, mucha proximidad, mucha densidad humana. Pero, aparte de las diferencias culturales, urbanas o paisajísticas, creo que en el fondo todas las ciudades se parecen y cada vez más. Por ejemplo, en sus diferencias, a veces abismales, entre el centro y la periferia, donde viven los acomodados y los pobres. Dentro de una misma ciudad, sea Nueva York, Sevilla o Nápoles, tengo la sensación al recorrerla de que atravieso por mundos distintos, unas veces por la enriquecedora diversidad cultural de sus barrios, pero otras, por desgracia, por sus tremendas desigualdades sociales.
Foto: Clara Fajardo
¿Consideras necesario un pesimismo realista para empezar a ser optimista? ¿Dónde se situaría el límite entre el pesimismo constructivo y el optimismo ingenuo?
Todos, creo, vemos la vida, la realidad, con optimismo o pesimismo según nuestro estado de ánimo, y pequeños incidentes pueden variar nuestra visión de las cosas y hacer que lo que ayer veíamos negro sea hoy del color de las rosas. Yo intento analizar la realidad desde varios puntos de vista para no llegar a conclusiones maniqueas y para así poder apreciar mejor los matices. Como periodista, suelo ver los aspectos más crudos y conflictivos de la vida, pero luego me digo que eso no es todo y que una visión sólo del lado negativo de la vida es tan sesgado como vivir en exclusiva su lado lujoso. El optimismo como actitud, no como autoengaño: las cosas son como son, pero vamos a intentar mejorarlas.
Haciendo un paralelismo Crisis 1994 y Crisis 2011 ¿En qué errores hemos vuelto a caer y en cuáles no? ¿Cuáles son las principales causas de la crisis económica/existencial de hoy?
De la crisis de mediados de los 90 nos olvidamos casi completamente en los años del 'boom'. Es lógico, el ser humano y la sociedad tienden a disfrutar de la vida, del presente, de la bonanza y relega al olvido los malos recuerdos. Aprender, da la impresión de que aprendimos poco. La situación ahora es, materialmente, mucho mejor, porque en estos años España ha progresado de forma extraordinaria y no hay más que fijarse en el desarrollo de las infraestructuras, sin embargo, ha pervivido, con fuerza renovada, la corrupción o la explotación laboral. Los jóvenes de hoy tienen tantas dificultades o más que los de hace quince años a la hora de encontrar trabajo, al igual que las familias para llegar a fin de mes. Eso sí, esta juventud está aún mejor formada y dispone de herramientas tecnológicas en torno a Internet que en 1993 no existían.
Creo que esta vez saldremos de la crisis hacia un estadio nuevo y, ahora sí, quizás, podremos superar el problema estructural de paro de España, siempre que desterremos la picaresca, la evasión de impuestos, la economía sumergida, el abuso, la comodidad, la mentalidad de nuevo rico y distribuyamos mejor la riqueza y el trabajo. La principal causa de esta crisis es, en esencia, la frustración de no poder encontrar tu sitio en tu mundo, en tu sociedad.
En estos días me acuerdo mucho de aquella famosa frase de Kennedy que decía: "no preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país". Creo que para salir de la crisis de verdad, y no vivir un boom hinchado ficticia y financieramente hablando hace falta poner en práctica esa idea. Dar lo mejor de uno a los demás, y luchar con uñas y dientes por tus proyectos, tu sitio, tu ilusión, sin esperar a que te lo regalen ni dejar que te la destruyan. Hay que llegar a un equilibrio para ser libres como individuos y estar unidos solidariamente a la comunidad.