El norte olvidado de Sri Lanka
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Fernando Navarro SordoLugares como Galle o Phi Phi ya suenan mucho tras el tsunami, pero la región tamil de Sri Lanka –también asolada por el maremoto- está siendo obviada por parte de todos los medios internacionales.
Desde hace décadas, un conflicto sangriento enfrenta a Cingaleses y Tamiles, las dos comunidades más populosas de Sri Lanka. Se trata de un conflicto nacido durante el periodo colonial británico (1796-1948). Los ocupantes privilegiaron desde un principio a los tamiles que, no obstante, sólo representan el 18% de la población total, contribuyendo así a sentar las bases de la guerra étnica que prevalece hoy. Una vez recuperada la independencia, los cingaleses –el 74% de la población- se encargaron de articular y poner en pie el gobierno del país.
Durante los años 80’ las tensiones llegaron a un extremo tal que los tamiles decidieron fundar el Frente Unido Tamil de Liberación (Tamil United Liberation Front, TULF), partido cuyo objetivo final es la creación de un Estado tamil unido e independiente (el Eelam tamil). Enseguida se formaron pequeños partidos en paralelo, como el de los Tigres de Liberación del Eelam Tamil (LTTE), que se apresuraron a echar mano de las armas en caso de necesidad para alcanzar el Estado independiente. El 24 de julio de 1983, los guerrilleros del LTTE ejecutaron a 13 soldados gubernamentales en Jaffna, desencadenándose entonces una guerra civil que ha durado 17 años. Cuando en el año 2000 el gobierno noruego acepta mediar entre ambas partes, el LTTE decide proclamar de forma unilateral un alto-el-fuego declarándose dispuesto a hablar de paz.
Entre la guerra y la paz
Sin embargo, el proceso de paz quedó bloqueado desde que en 2003 la presidenta Kumaratunga decidiera arrogarse la dirección de tres ministerios clave que hasta entonces habían quedado subordinados a la autoridad del primer ministro, dando paso a una crisis gubernamental. El primer ministro Ranil Wickremesinghe había anunciado, en efecto, su disposición a admitir generosas concesiones al LTTE con el fin de arrancarles una promesa de paz. Presidenta y primer ministro se enrocaron ambos en sus respectivas posiciones y no es sino meses antes de las elecciones de principios de 2004 cuando la presidenta Kumaratunga acepta coaligarse con el JVP, un partido radical pro-cingalés. Decide, pues, formar nuevo gobierno sin su antiguo primer ministro Wickremesinghe. Con este panorama, en vísperas del tsunami la mayoría política anunció nuevos proyectos y todo hace presagiar una nueva explosión de enfrentamientos civiles.
La pelea sobre la distribución de la ayuda internacional
Tras el tsunami, las facciones opuestas parecen haber reiniciado un acercamiento. La presidenta le ha propuesto al LTTE sumarse a su Task Force (Grupo de reacción contra emergencias), eso sí, después de haberlo presentado públicamente y haberlo compuesto en su mayoría de cingaleses. La organización separatista tamil, considerándolo inaceptable, ha decidido constituir su propio grupo de crisis. Y así es como se ha esfumado la última posibilidad de acercamiento. En un principio, la nueva sublevación de los Tamiles dio lugar al anuncio por parte de Kofi Annan de su visita a Sri Lanka. Pero, tras las protestas del gobierno de Colombo, el secretario general de las Naciones Unidas ha decidido renunciar a un viaje previsto con un inicio en la región tamil. Se prevé desde entonces un combate encarnizado por el reparto de la ayuda internacional: se ha dado incluso el caso de quemar cantidades donadas. El LTTE, careciendo de reconocimiento internacional (en los Estados Unidos, en Gran Bretaña y en India hasta figura en la lista negra de organizaciones terroristas), no puede beneficiarse de entrega directa alguna de ayuda, y sólo de alguna de las que llegan a Colombo. El abastecimiento en el norte está siendo catastrófico. “Hasta hoy no hemos recibido ayuda alguna, y sólo dos organizaciones internacionales de ayuda humanitaria se hayan en el terreno”, recalca Ravishankar Murugan, representante de la asociación de Estudiantes Tamiles en Francia (AETF). El abismo abierto entre el gobierno de Sri Lanka y el LTTE crece y las perspectivas de paz son cada vez más inaprensibles. Para Jehan Perera, del National Peace Council de Sri Lanka “la asimetría entre el gobierno y la guerrilla se hace insalvable”. El gobierno liderado por Kumaratunga amenaza con aprovecharse de la situación para debilitar por mucho tiempo al LTTE y aislarlo de la comunidad internacional. Jehan Perera añade: “La comunidad internacional tendría que condicionar la entrega de la ayuda para la reconstrucción en Sri Lanka al restablecimiento del proceso de paz”. Los acontecimientos de estas últimas semanas han demostrado que gobierno y movimiento separatista no están dispuestos a un acercamiento. La UE y la ONU tendrían a su vez que ponerse de acuerdo sobre una estrategia común que permita presionar a largo plazo a ambas partes. Es la única vía para superar el inmovilismo político.
Translated from Sri Lankas vergessener Norden