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¿El movimiento Kefaya bastará a la primavera egipcia?

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Radicalidad, juventud, colores y símbolos: el nuevo estilo opositor egipcio se hace eco de la "revolución naranja" ucraniana. Pero su éxito parece más que incierto.

En la tribuna de la sala de conferencias del sindicato de periodistas, Abdel-Halim Qandil toma la palabra entre ovaciones. El lunes 14 de marzo, el Movimiento egipcio por el Cambio organizó una conferencia de prensa ante 200 personas. Qandil es el portavoz del movimiento, pero también el redactor-jefe del semanal pro-Nasser Al-Arabi, conocido por su franqueza. Muchos de sus oponentes aseguran que fue agredido por sus ideas el pasado mes de octubre, y liberado después desnudo en la carretera de Suez por parte de unos misteriosos individuos. Este episodio no parece haberle intimidado. "Mubárak se equivoca si cree poder insultar la inteligencia de los egipcios", asevera entre dos salvas de aplausos. "¡Hay que deshacerse del personal enmohecido que nos gobierna!". El público vitorea: "¡Kefayá!, (¡basta!) ¡Mubárak, vete, estamos hartos!"

Mubárak padre e hijo

El emblemático eslogan "Kefayá", escrito sobre fondo amarillo en banderolas y pegatinas, se ha convertido en el nombre del movimiento. Creado tras las manifestaciones de 2003 contra la guerra en Irak, Kefayá se presenta como un colectivo de ciudadanos activistas de la "sociedad civil", de izquierdas, naseristas, liberales e islamistas moderados, incluso miembros de partidos políticos presentes y con nombre propio. Su primera concentración pública, el 12 de diciembre de 2004, rompió un tabú. Por primera vez, una manifestación tenía como objetivo directo al propio Jefe del Estado y su hijo.

La cuestión de la transmisión hereditaria del poder, al igual que en Siria, orienta los debates políticos egipcios. Gamal, el hijo de Mubárak, está cada vez más presente en la vida pública: es, hoy en día, junto con la "joven guardia" de hombres de negocios que le rodea, uno de los mandos más influyentes del Partido Nacional Democrático (PND, partido en el gobierno). A lo largo de los últimos meses, la campaña de los partidos de la oposición se ha focalizado sobre la reforma constitucional. En el primer lugar de las reivindicaciones se encuentra la eliminación del sistema de referéndum que debiera asegurar sin sorpresas la reconducción de Hosni Moubarak -o de su candidato- a la presidencia, a finales de 2005.

Vieja y joven oposición

El marco de actuación legal de los partidos (es decir los partidos autorizados por el poder) está plagado de ambigüedades. La oposicion, dividida en sus filas, debe lidiar con obligaciones y objetivos contradictorios: jugar su papel contestatario sin cuestionar el sistema que le reconoce un espacio. Asimismo, el reciente "diálogo nacional" entre el PND y estos partidos ha constituido sobretodo un espacio de negociación, en cuyo seno estos últimos se han retractado de sus exigencias. En su mayoría, aunque sigan hablando de reforma de la constitución, han aceptado finalmente que se retrase hasta el desenlace de las próximas elecciones.

Como reacción a este control de la escena política oficial por parte del régimen, una oposición más informal, menos institucionalizada -puede también que menos dependiente-, se ha ido instaurando. Sorprende poco encontrar, entre los fundadores del movimiento Kefayá, a altos mandos de jóvenes partidos que siguen a la espera de un reconocimiento oficial.

Presiones norteamericanas, habilidad del régimen y silencio en la calle

¿Victoria? El súbito cambio de parecer por parte del Jefe del Estado, el 26 de febrero, tiene el efecto de una bomba. Ese día, Hosni Mubárak anunció la puesta en marcha de una reforma constitucional con el fin de instaurar elecciones presidenciales multipartidistas con sufragio universal directo. En realidad, el Presidente de la República se dedica a segar la hierba bajo los pies de la oposición, restándole su principal reivindicación. Puesto que, más allá de la cuestión de las elecciones presidenciales, éste no pone en duda los principales mecanismos que bloquean toda posibilidad de alternativa real: la Ley de Urgencia (que permite prohibir o neutralizar concentraciones públicas), el control de los partidos políticos o incluso la censura de la prensa; todo esto sigue estando al orden del día.

La conferencia de prensa de Kefayá responde a esta "falsa reforma". Entre los oradores que suben a la tribuna, uno denuncia "las presiones exteriores", que no han desembocado mas que en una "reformulación de la dictadura". La "injerencia extranjera" es la sombra que planea sobre todos los debates. Las presiones, en particular americanas, tienen sin duda mucho que ver con los últimos derroteros del régimen. Han constituido una oportunidad propicia a las protestas, colocando a Hosni Mubárak en una situación delicada. Pero, paradójicamente, el tema se ha convertido en un argumento retórico para denunciar a una oposición "aliada con el extranjero" y así posponer las reformas "exógenas"; obstáculo suplementario para un movimiento al que, más allá de una elite, le cuesta movilizarse. Los mandatarios del régimen, sin embargo, siguen teniendo múltiples recursos para controlar el juego político: el autoritarismo a la egipcia sigue teniendo muchos días por delante.

Translated from Le mouvement « Kefaya » suffira-t-il à changer l'Egypte ?