El modelo social y económico, claves en el debate político de Holanda
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Cuatro años de austeridad y recortes presupuestarios, una crisis de refugiados en 2015, y en pleno ascenso del populismo y patriotismo. Este es el contexto en el que Holanda celebrará este miércoles las elecciones generales. La economía y políticas sociales son la principal polémica en estos comicios.
Las últimas encuestas apuntan a una legislatura en la que convivirán pequeños y medianos partidos. De catorce formaciones con opciones a entrar en la cámara baja, siete tienen una intención de voto entre el 10% y 16%, yendo en cabeza el Partido Popular por la Libertad y Democracia (VVD) del actual primer ministro Mark Rutte.
Esta variedad de propuestas de gobierno demuestra que Holanda está en un momento de transición en el que tiene que decidir qué quiere en el futuro, tanto en el ámbito social como en el económico: “Creo que hay un descontento social sobre un aspecto: ¿qué clase de país somos?”, se preguntaba Rutte en una entrevista en el periódico Het Financieele Dagblad.
El modelo social: Patriotismo vs multiculturalidad
Ya hace más de una década que la presencia de distintas minorías culturales en Holanda ha desatado el debate sobre cómo compatibilizar la preservación de la cultura holandesa con la inclusión de otras recién llegadas. La novedad es que en estas elecciones el malestar social, así como la atención mediática y social-mediática sobre este tema se han intensificado. Las principales razones se encuentran tras los atentados yihadistas en París o Berlín, el aumento del número de refugiados desde 2015, y la disminución del nivel de vida de las familias.
Si se confirman las encuestas, a partir del jueves podríamos encontrarnos con un parlamento que incluirá desde posiciones a favor del cierre de fronteras a todos los musulmanes (Partido por la Libertad [PVV], siglas en neerlandés, liderado por el polémico Geert Wilders), hasta aquellas que proponen sustituir la idea de integración por la de aceptación de todas las minorías que conviven en el país (Denk, partido liderado por Tunahan Kuzu, de origen turco, y contrario a las políticas islamófobas de Wilders).
Aunque ello pueda generar la imagen de una sociedad polarizada, el último informe Perspectivas de los ciudadanos 2016, de la Oficina de Planificación Social y Cultural del Ministerio de Salud, Bienestar y Deporte, indica que la única opinión mayoritaria entre los ciudadanos (56%) es el rechazo a la llegada de más refugiados. Aparte de esto, según el citado informe, prima la confusión, pero “como los (grupos de opinión) más extremos son los que consiguen hacen oír su voz, hacen que el debate se polarice”.
Estado del bienestar VS sociedad participativa
Superada la crisis, al menos en términos macroeconómicos, ahora toca centrarse en cómo recuperar el nivel de bienestar perdido: “Quiero que la gente forme parte de la recuperación (económica), por eso quiero continuar en el gobierno”, afirmó Rutte, en una entrevista para la CNBC en el Foro Económico Mundial 2017 en Davos. Es por esto que otro de los debates fundamentales de estas elecciones gira entorno el rol del Estado en la economía del siglo XXI.
Según el discurso oficial del gobierno, la crisis financiera ha sido la prueba más palpable de que es necesaria una modernización. En la inauguración oficial del año parlamentario, en 2013, el rey Guillermo Alejandro de Países Bajos afirmó que se necesitaba adaptar el sistema de servicios públicos a nuestros tiempos, caracterizados por “el envejecimiento de la población y la globalización de los mercados”.
Mientras algunos ven en ello la voluntad de dejar el Parlamento en la mano invisible de Adam Smith [a menudo considerado uno de los padres del capitalismo moderno, ndlr], otros reconocen que el Estado del bienestar ha quedado desfasado: “No creo que recuperar el modelo de hace sesenta años sea la solución, pero la Administración tiene una responsabilidad para con los más necesitados. Los recortes presupuestarios de estos últimos años han ido demasiado lejos”, comenta Benni Leemhuis, presidente del grupo de los verdes, Groenlinks, en el ayuntamiento de Groninga, ciudad situada en el norte de Holanda.
El monarca apeló a la necesidad de evolucionar hacia una “sociedad participativa”, en la que el bienestar pasa a ser responsabilidad, en primer lugar, de cada uno y de su entorno más inmediato (familiares, amigos, etc.), tanto en relación con el nivel de ingresos como en el ámbito del cuidado personal. Es por este motivo por el cual el sistema de financiación de servicios públicos básicos, como el de sanidad, son el eje central de la campaña de muchos partidos, entre otros, de los socialistas (SP).
Actualmente, la sanidad pública en Holanda se financia mediante un sistema de seguros privados obligatorios que tienen una franquicia mínima de 385 euros por usuario: “Mi padre sufre artrosis y por ello tiene que acudir muy a menudo al médico. Esto supone un coste muy alto, a veces prefiere no visitarle”, nos comenta Robert de Wit, miembro del comité de Movilidad, Economía y Energía del Partido Democristiano (CDA) en Groninga. “Él no puede trabajar por culpa de la enfermedad, pero por suerte mi madre trabaja y yo también, así que podemos ayudarle a costearlo”, comenta.
Es probable que encontrar una respuesta a estas cuestiones precise de más de una legislatura. Pero los partidos que integren la próxima coalición de gobierno (que se augura que tengan que ser más de tres para llegar a los 76 diputados [cantidad necesaria para ser la mitad más uno del Parlamento, ndlr]), serán los que tendrán que ayudar a decidir qué es lo que quieren los holandeses. Todo esto sin olvidar la posición del país en una Unión Europea en pleno proceso de redefinición en la era post-Brexit, un panorama internacional en metamorfosis, y un descontento generalizado de la población hacia una clase política, al sentir que gobierna a sus espaldas.