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El Informe Attali: otro duro golpe contra el liberalismo francés.

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La Parisienne de cafébabel

Resulta curioso que desde hace algún tiempo ya casi no se hable del denominado “Informe Attali”, que parece haber caído en el olvido, pese a haber sido calificado como el conjunto de medidas más revolucionarias para tratar de impulsar a Francia hacia el Siglo XXI y de hacer de ese país uno de los más modernos y liberales para hacer frente a los grandes desafíos de los próximos años.

Lo cierto es que con la irrupción del informe Attali se esperaba en Francia una especie de “Big Bang”, pero a nivel político. Por fin íbamos a poder asistir a un debate en el que se iban a poner sobre la mesa temas clave en Francia como el inmobilismo nacional en el terreno político o el propio papel del Estado francés en el mundo actual. Al final, todas esas ilusiones se quedaron en nada, rien, como dicen ellos, ¡cero patatero! Y es que después de unos primeros días de agitación y revuelo, los medios de comunicación parecieron incluso haberse olvidado de su existencia. ¡A callar!

Promover la actividad.

Un breve resumen de los hechos resulta obligatorio para conocer el alcance de la noticia, y para ello habremos de partir del hecho inicial de que el presidente Sarkozy, haciendo gala de su enorme sabiduría y absoluto sentido de la modernidad, constituyó una comisión de reflexión para abordar el crecimiento del país, encargando a Jacques Attali, un antiguo consejero de François Miterrand, la presidencia de dicha comisión. Ese fue uno de sus primeros pasos en su política de apertura y el resultado se vio por primera vez el pasado 23 de enero, traduciéndose en 316 propuestas sobre distintos asuntos de relevancia nacional con ideas igualmente novedosas, como la privatización de algunas profesiones, la racionalización de la organización administrativa, el desarrollo de la formación profesional y, sobre todo, el valor que se le daba a la educación y la investigación, además de otras medidas más extravagantes como la creación de diez “Ecópolis” capaces de albergar a 50.000 personas.

En realidad, muchas de estas propuestas resultaban novedosas, necesarias y me atrevería a decir que tangibles. Ahora bien, lo que se desprende del informe Attali es que la acción del Estado debía favorecer al máximo la actividad, y no restringirla. Anteriormente, desde hace ya algunos años, economistas, analistas y juristas se habían puesto de acuerdo para tratar de transformar el modelo francés, aunque ese deseo no se vio reflejado en el debate público...¡y eso que ya iba siendo hora!

El debate final.

El problema fue que en el momento de la aparición del famoso informe, todo el mundo centró la atención en las propuestas más sensibles que afectaban a temas tan dispares como la supresión de los departamentos franceses, el tema de la inmigración, y ... ¡la liberalización de los taxis! En este punto, cuando los taxistas franceses se enteraron de que Attali se mostraba partidario de la supresión de licencias pusieron el grito en el cielo y empezaron las movilizaciones, las manifestaciones, las huelgas y el reparto de panfletos por todas partes. Ahí si que surgió un auténtico debate público, pero únicamente vinculado con el tema de los taxis franceses. Todos los periódicos se hacían eco de las mismas preocupaciones de los ciudadanos: ¿son demasiado caros los taxis?, ¿quizás hay demasiadas licencias?, ¿lo hacen adrede cuando pasan de largo delante de nuestras narices?

Al final, en Francia se hablaba más de los taxis que de la propia reforma del país. Patético, sí, pero ¿cómo llegamos hasta ese punto? Es muy simple. Cuando Sarkozy vio el informe Attali, se dio cuenta de que había destapado la caja de Pandora y que poca gente, incluída la de su propio partido, estaba de acuerdo con entrar al trapo en todo ese maremagnum cultural de ideas. Además, el tema de los taxis, en realidad, era un debate muy práctico, nada trascendental y que, sobre todo, servía para animar las tertulias en el café de la esquina. ¿Para qué más?

¿Y a quién le echamos la culpa de todo esto?

En realidad sería injusto echarle toda la culpa al presidente francés. El primer culpable sería el propio Jacques Attali, el autor del informe, porque es evidente que lo que no se puede hacer es esconder un brillante programa de ideas para abordar las reformas que necesita un país detrás de 316 propuestas de las cuales alguna de ellas no es precisamente de primera necesidad. Y eso es pura teoría política: no podemos dar a nuestros adversarios la posibilidad de embarullar las cosas creando un debate social a partir de problemas que no sean de primer orden. Ese es un error en el que incurren los principiantes.

Al final, y esto sí que es un auténtico problema cultural francés, el informe no tenía nada de liberal. En otras palabras, si el liberalismo es creer que la sociedad es capaz de evolucionar y avanzar por sí misma y que el Estado tiene como misión el permitir esa evolución, proporcionando un mínimo de seguridad, el informe Attali propugnaba precisamente lo contrario y era particularmente intervencionista. Todo provenía nuevamente del Estado, las ideas, la financiación para llevarlas a cabo e incluso las propias decisiones a tomar.

En cualquier caso, sería injusto no admitir que analizadas aisladamente, una a una, las propuestas del informe Attali son interesantes. Ahora bien, cuando las estudiamos en su conjunto, la cosa cambia, y parece que nos encontremos ante una especie de “revolución liberal”, precisamente la mejor forma de asustar a la población. Lo que hay que hacer es acabar con el recurso típicamente francés a las revoluciones, las revueltas, las agitaciones... y en este sentido, fomentar alguna reforma discreta y bien estudiada sería mucho más útil para Francia y para el resto de Europa que todo ese caos ideológico.

Autor: Alexis Brunelle.

Traducción al español: Alberto De Francisco.