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El hombrecito y el mar

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Cultura

Alissa, asistente lingüística y enamorada de los niños, nos cuenta la historia de una separación en los valles galeses de Glamorgan

“Miss, William is daydreaming again", dio el chivatazo Katelyn, con carita inocente, señalando al chico pelirrojo recostado en la ventana. Al acercarme, vi a través del reflejo del cristal, los ojos lloroso de Williams. De forma inconsciente, respiré hondo preparándome para un nuevo episodio autista del niño de mis ojos. "Are you sad, Scott?" le pregunté, utilizando a propósito su nombre secreto. Me miró con aquellos ojos cristalinos que siempre provocaban en mi un escalofrío y preguntó: "Miss, do you like being a teacher assistant in our class? Or would you prefer being somewhere else instead?" "I like being in your class and I also like being somewhere else sometimes. And you, Scott?” “I want to be somewhere else most of the time. I always want to be where Amy is”. Me susurró aplastando su nariz contra la ventana. Esto es una historia de amor. Transcurre entre las suaves colinas galesas conocidas como Valleys of Glamorgan. Transcurre en los corazones de dos niños que nadie cree capaces de amar.

Érase una vez una niño de nueve años con el cabello rojo fuego y ojos muy claros de color cambiante. Según su propia versión, nació en América partiendo, pocos días después de su nacimiento, hacia Inglaterra en una locomotora de vapor llamada 'Flying Scotsman'.

©Dave JG(busy)/flickrÉrase una vez una niña llamada Amy, que gozaba de una infancia corriente, hasta que llegó a su clase un niño llamado William o Scott. William tenía unos ojos especiales y Amy tenía oídos especiales. Juntos podían vivir cosas más extraordinarias que el propio Captain Cook.

"I need to go to Swansea, Miss". William se había acercado a mí durante la pausa. Sus puños se hundieron en mi abrigo empalideciendo. "I have been thinking a long time, Miss. See, my eyes became grey". Dirigió su redonda cara hacia mí y pude ver sus inquietas pupilas rodeadas de un pálido gris. "Swansea is on the coast, right? If I could just stand on the beach Amy might hear me from where she is with her special ears, you know. And maybe I could see her with my eyes then. Maybe my eyes will get their normal colour back".

Esta es la historia de una separación. O de un amor más allá de cualquier frontera. Cuando promovieron al padre de Amy a Arklow, en el sureste de Irlanda, la familia decidió abandonar la pequeña ciudad galesa y sustituir el aullido del viento por el rumor del mar.

Miré en silencio a William y comprendí que ningún psicólogo escolar creería a un niño autista que afirmara estar enamorado. 

Will you go with me?” tragué saliva: "Why don´t you ask your Nan to go on a trip to Swansea? I am sure she won´t say no”. “My Nan does not like it when I talk about Amy. Please, Miss, I want to go with you”. La ordinaria cuidadora de William agradecía que le sacaran de encima al niño – a quien llamaba "the trouble boy" durante todo el día. También la madre de William sabía de la buena relación existente entre su hijo y yo, considerándola como "incredibly healthy" para él.

El jueves, William me trajo un dibujo, hecho por el mismo, en el que aparecía un hombrecito de cabellos rojos y castaños con uno ojo azul y otro marrón. El hombrecito era cuadrúpedo. "Who is that?", pregunté atónita indicando, sin entender, los cuatro pies del hombrecito. "It´s me" dijo orgulloso William. “I have blue eyes in this picture. That means I am happy". "But why do you have four legs?" "Two of them belong to Amy. And so does the brown hair and the brown eye. It´s Willamy. Half Amy and half me makes one Willamy, together we are two Willamies". William reía a carcajadas respirando por la boca. Un poco más tarde tuve que sacarlo de la clase porque hiperventilaba.

El viernes, Williams tenía los ojos azules como un cielo sin nubes y no podía concentrarse en ninguna de las actividades. El sábado, William me esperaba sonriente sentado en un gran sillón verde de la recepción del hotel Swansea Beach Inn, en el que había quedado con su niñera.

©Claudia Vieira/flickr

Algo más tarde, corríamos hacia la playa, subiendo una pequeño margen y deslizándonos dunas abajo. William se incorporó mientras escupía en la arena con la mirada fija en el horizonte. El niño cerró los ojos y frunció el ceño como si quisiera percibir un bajísimo sonido. Al abrirlos lentamente, sus ojos tenían un color gris-verdoso. Yo sabía lo que significaba.

"She is there, waving at me!" gritó repentinamente echándose a llorar. En ese momento decidí no comportarme como el resto de los adultos y tratarlo como a un enamorado y no como a un niño. Decidí, aceptar el amor entre niños.

"Let´s go slowly back to the hotel. Enjoy the last minutes of today’s special moment with Amy. Tomorrow you will have another one", le propuse. William corrió gritando duna abajo. Corrí tras él. Cayó uniendo su cara en la arena. Un pescador volvió su mirada. Me acerqué e intenté sujetarlo pero se desprendió y se dirigió al agua. Una pequeña ola mojó sus zapatos pero William permanecía inmóvil. "Why do I feel that, Miss?" me preguntó. Lo saqué del mar llevándolo de nuevo hacia la playa, dónde se dejo caer. "It´s because you are in love". "In love", repitió. “That's what it is. It is really bad to be in love".William contempló el mar, abrió su pequeña boca y gritó a viva voz. 

Este artículo quedó en cuarta posición en el premio alemán dirigido a jóvenes periodistas 'Verliebt in Europa' ('Enamorados de Europa'). En el fallo, el jurado dice: "Es una historia de separación. O un amor más allá de las fronteras". Alissa se encontró con una especial historia de amor en el tiempo que pasó en Gales.

Translated from Der kleine Mann und das Meer