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El hombre que dijo "no" a Disney

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Cultura

El animador Bill Plympton (Portland, EUA, 1946) cuenta que, de pequeño, “quería trabajar para Disney y dibujar a Mickey Mouse”. Sin embargo, cuando el estudio de animación llamó a su puerta, con varios cientos de miles de dólares bajo el brazo, dijo que no: “Ellos tendrían los derechos de mis creaciones”. 

La frase define lo que ha sido una constante en su carrera: hacer exactamente lo que él quiere, y tratar cada una de sus obras como una pieza de artesanía. En Europa, Plympton es un habitual de festivales como el de animación de Annecy o el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges. Ha sido en éste último donde ha presentado, en primicia mundial, el largometraje Cheatin’. El filme ha tardado tres años en ver la luz, gracias al trabajo de un equipo de 10 personas y de las manos de Bill, que afirma que puede llegar a realizar 100 dibujos al día. La película ha costado 300.000 dólares –“Una sola película de Pixar tiene un presupuesto de 200 millones”, apunta–, y ha contado con la ayuda económica de sus fans, que mediante la plataforma de crowdfunding Kickstarter han financiado parte del proyecto.

En los certámenes a los que asiste, es normal verlo después de sus masterclass o proyecciones sentado en una mesa vendiendo DVDs, libros e ilustraciones a sus devotos fans –en Sitges agotó todos los stocks–, con los que, incluso, ha llegado a tomarse un par de copas. Sus proyecciones alternativas en el Festival de Annecy son una prueba de ello. Así, juntamente con el dinero que obtiene de sus cortos y trabajos, es como se financia.

Bill cuenta que sus amigos le recomiendan que vaya a Hollywood en busca de fondos. “No es para mí, no es mi estilo”, responde. “Quieren películas para niños, hechas por ordenador y grandes compañías”, y añade que la animación para adultos en Estados Unidos sólo tiene, de momento, cabida en televisión. “Prefiero ser independiente y hacer los filmes que me gustan sin necesidad de que los estudios me digan qué debo y qué no debo hacer”, sentencia.

En ellos, destaca el humor, “es lo que la gente quiere comprar”, y la banda sonora “animación y música son una gran combinación”. Estos dos elementos, junto con un trazo irregular y una caracterización de los personajes próximos al estilo caricaturesco –“Me encanta dibujar caras”–, son sus señas de identidad. A pesar de ser, pues, un espíritu libre, las cosas no le han ido mal. Tiene dos nominaciones a los Oscar al mejor cortometraje animado, el primero en 1988 por Your face, que le valió el reconocimiento internacional, y el 2005 por Guard dog. El simpático perrito protagonista, “mi Mickey Mouse particular”, ha protagonizado cuatro cortos más, y realiza cameos en los largometrajes de Bill, como, por ejemplo, Cheatin’. Además, sus animaciones se han proyectado en Sundance, y en 1991 Cannes premió el corto Push Comes to Shove. En el ámbito de la ilustración, ha trabajado para The New York Times, Vogue o Vanity Fair, y ha dibujado para Rolling Stone, Glamour o Penthouse. En televisión, realizó animaciones para MTV. Incluso se atrevió con dos gags del sofá de Los Simpson, la famosa serie de su amigo Matt Groening. “Nos vemos una vez al año, o bien en festivales o bien en Los Ángeles, donde él vive”.