El flamenco, el jazz andaluz
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n.murillogarcia n.murillogarciaMientras los espectáculos se exportan a todo el mundo, muchos extranjeros se instalan en Sevilla para convertirse en profesionales del flamenco. Sin embargo, en la tarima, los andaluces de pura cepa se resisten al mestizaje cultural.
Sevilla, mezcla sutil y hervidero de tradición y modernidad, atrae. Y el flamenco, ese fascinante arte de vivir andaluz, es uno de sus mejores reclamos. Las escuelas de lenguas, desde el Instituto Cervantes hasta Study global, lo han comprendido y, para atraer a los extranjeros, venden paquetes ‘inmersión en Andalucía’ en los que se proponen cursos de español y de flamenco, al mismo tiempo.
¿Se aprende mejor la lengua gracias a la inmersión en la cultura andaluza tradicional o se trata de una limosna lucrativa? La técnica de bailar flamenco es complicada, y aprender es caro. Sin embargo, las salas de baile no escasean: solo en Sevilla se cuentan 68 escuelas de flamenco. Todas ellas se encuentran, además, invadidas por extranjeros que buscan sumergirse en este mundo o, quizá, convertirse en profesionales. Una gran industria para una ciudad de 700.000 habitantes. Desde luego este cliché local no ha conocido aún ninguna crisis…
Una japonesa en Sevilla
Algunos extranjeros no dudan en vestirse de flamenco para iniciarse en el este mundo y, por qué no, hacerse un nombre en él. Hacen las maletas y se instalan definitivamente en Sevilla, con la esperanza de convertirse en profesionales. Miyako es una japonesa de 24 años. Vive en Sevilla desde hace dos. ¿Su objetivo? "Volver a Japón para hacerme profesional y montar mi propia compañía de flamenco", dice. Mientras que los artistas españoles empiezan todos en España, "para los extranjeros es muy difícil empezar y hacerse un nombre aquí". Pero eso no le impidió dejar su Japón natal para ir a Sevilla, donde se ha iniciado en el aprendizaje exigente y difícil del baile.
Con sus clases diarias, el día a día de Miyako vibra en torno al flamenco: "para los españoles, el flamenco es natural, para los extranjeros es académico". Porque para ser un gran bailador, hay que vivir el flamenco como una forma de ser, más que como un arte. Algo nada fácil, a priori, cuando se es japonés y se tienen referencias culturales que están en las antípodas de la pasión, de la sensualidad y del pathos andaluz. No obstante, las ganas y el rigor permiten superar esas diferencias culturales.
Así pues, en las clases de Fernando Iwasaki, escritor de renombre que dirige la prestigiosa fundación Cristina Heeren, la única fundación de flamenco tradicional en el mundo, la mayoría de estudiantes son extranjeros, como él mismo señala. Mientras que el cante sigue siendo el privilegio de los andaluces y de los gitanos, la mitad de los alumnos de sus clases de guitarra son extranjeros. La proporción llega al 70% en las clases de baile. Su mejor guitarrista, nos dice, es francés: "su rigor y trabajo les permiten llegar al nivel de los andaluces, que son a menudo autodidactas y que no saben leer una partitura".
Mestizaje de culturas
Para la socióloga Cristina Cruces el flamenco es un arte muy complejo que tiene una parte técnica y una parte ritual que solo se adquiere después de una larga experiencia. Los extranjeros se limitan a la guitarra y al baile, que son más técnicos, pero el control de lo ritual se les hace difícil: por eso cantan de forma rara.
Por lo tanto, aconseja a los extranjeros que aspiran a ser profesionales, incluso a aquellos con más talento, que empiecen su carrera fuera de Andalucía. "Este arte es el nuestro", dice Cristina Cruces ironizando. "Parece que no lo queramos compartir. Pero, ¿por qué no abrir las puertas del flamenco a los extranjeros, como ocurre con las artes que vienen de todos los rincones del planeta y que nosotros también nos apropiamos?”
Efectivamente, en la escena internacional no se suelen encontrar estas prácticas de aficionados, producto del mestizaje. Cuando se evoca el flamenco como un arte cerrado, Fernando Iwasaki no duda en mencionar el ejemplo de la evolución del jazz que durante mucho tiempo era exclusivo de los negros de Nueva Orleáns, y cuyos mejores músicos vienen
hoy en día de todas partes del mundo. Para Fernando, el flamenco sigue el mismo camino, alimentándose de influencias exteriores.
Flamenco, un pedacito de alma andaluza
Sharon Sapienza, una antigua bailarina maltesa, fundó la sociedad de producción Sonakay, para exportar espectáculos de flamenco por todo el mundo. Ella es testimonio de los cambios que se producen en el flamenco. Pero Sharon afirma también, que obtener un verdadero reconocimiento en España es aún muy difícil. Y no es por el talento. La sociedad española no parece estar preparada para una apertura que, por otra parte, parece inevitable.
La política tiene mucho que ver. En 2007, con la aprobación del nuevo estatuto de autonomía de Andalucía, el flamenco, alejado ya del concepto de ‘arte gitano’, se convertía en una “competencia de acción para las administraciones públicas andaluzas”. Bien público, patrimonio incluso, el flamenco se ha convertido en un símbolo que los andaluces se resisten a compartir.
Sin embargo, "el futuro del flamenco va de la mano de la globalización", afirma Fernando Iwaasaki. Es la lógica de "la evolución del mundo". Espectáculos en París, Londres o Atenas, conciertos, escuelas privadas… el dinero que obtiene la industria del flamenco facilita la apertura. Pero hay que poner atención para no perder la calidad, por considerar más importante la rentabilidad y el éxito comercial que la exigencia artística. Si no, de tanto mezclar las influencias musicales y dar más importancia al negocio “¡Shakira acabará ganando el premio Grammy latino de flamenco!", dice un tanto decepcionado.
Bullicio nocturno
Sharon Sapienza se lamenta de esos cambios que, dice, ya se pueden percibir en Sevilla. Los lugares más tradicionales para bailar flamenco están cerrando: "la Carbonería ya no es lo que era antes", exclama con nostalgia. "En el pasado, el flamenco iba asociado a un estilo de vida nocturno y de mala reputación, mientras que ahora los andaluces tienden a institucionalizarlo", dice Cristina Cruces justificándose.
Los antiguos y famosos lugares del flamenco están perdiendo su alma. ¿Por culpa de quién? Sin duda, se debe más al vecindario, cansado de las fiestas ruidosas que acaban tarde, y a los estrictos horarios de cierre, que a los extranjeros, aprendices o bailaores espontáneos. El flamenco no ha dejado de asediar las calles de Sevilla, a la sombra de los cambios de la sociedad andaluza.
Translated from Flamenco, le jazz andalou