El edificio del Parlamento Europeo es el vientre de la ballena
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El escándalo del Parlamento Europeo en Bruselas es que está tan bien hecho que logra lo contrario de lo que se persigue en una democracia: que los diputados no se olviden de quienes están fuera esperando por sus derechos
Bruselas, un millón de habitantes y tres velocidades. Por un lado, los inmigrantes magrebíes, subsaharianos y orientales que ocupan gran parte de los barrios céntricos. Por otro, los bruselenses escapados a la periferia residencial de casitas adosadas y noches soporíferas. Por último, la legión de funcionarios europeos en tierra de nadie nunca dispuestos a quedarse eternamente en esta ciudad barata y en donde el comer y el beber bien son cosa fácil. Podrían servir de elemento cohesionador entre los nacionales y los extranjeros, entre los pobres y los ricos, pero no es así y la culpa la tiene un edificio llamado Parlamento Europeo, inaugurado en 1999.
El leviatán de la democracia europea
Hasta duchas y camas poseen los despachos de los europarlamentarios, rodeados siempre de asistentes que les facilitan el trabajo más pesado: el del papeleo constante. ¿Cómo saber lo que le pasa fuera a la gente normal? En el corazón del distrito europeo se encuentra la Eurocámara. Un edificio gigantesco dividido en dos cuerpos y unido por una pasarela de varios pisos de altura, a su vez conectados por pasarelas a los edificios colindantes de otras instituciones europeas e incluso a una estación subterránea de trenes que permite a quienes trabajan en su interior viajar a Estrasburgo sin salir a la calle. Un verdadero leviatán arquitectónico. En una primera visita, el espacio mastodóntico de sus entrañas acongoja e intimida: ¿logrará el periodista principiante algún día orientarse para sacar sus artículos a tiempo y con las fuentes adecuadas? ¿Cómo saber cuáles son las reuniones importantes, los departamentos clave, los contactos que interesan?
Un espectáculo casi coreográfico
Las proporciones del edificio son elegantes, modernas y señoriales, pero el trasiego de gente está a la altura de la Gran Vía de Madrid o la 5ª Avenida en Nueva York: son cerca de 5.000 personas trabajando dentro entre políticos, asistentes, periodistas, personal administrativo, visitantes, estudiantes, becarios, cocineros, y trabajadores de toda índole. Aquí hay de todo. ¿Cómo acordarse de la gente normal que hay fuera y para la cual trabaja el 90% de quienes están dentro? Oficinas de correos, sucursales bancarias, clínicas de salud, gimnasio, cantina, tiendas de accesorios, exposiciones, restaurantes de postín, bares y cafeterías en cada rincón, etc. Y todo funciona tan bien que poco a poco uno se ve tentado de ir olvidando su propia vida anterior de urbanita callejero.
Uno de los espectáculos más sobrecogedores es la coreografía sin fisuras que protagoniza todo los días el personal de la cantina, una de las más grandes del mundo y que da de comer a más de 4.000 personas cada día a unas calidades sorprendentes. Por eso la mayoría de los parlamentarios se mezclan sin complejos con becarios y demás plebe en sus mesas alargadas.
La típica hipocresía de la grandilocuencia
Aunque si de comer se trata, hay semanas en que se inauguran hasta 7 exposiciones de artistas diferentes en sus grandilocuentes pasillos o enormes vestíbulos de cruce, sin contar los conciertos en directo o los programas de televisión. Y claro, para todos es menester un servicio de cáterin a la altura de la glotonería de sus señorías. ¿Que de qué se habla en estas reuniones? De la labor de los artistas sin duda no. Más bien del jamón español, el vino francés o el queso italiano que se sirve. Y eso sí, muchas actividades solidarias: las semana de la cultura árabe, el día de África en el parlamento… “Pero cuando viene Bono, de U2, se le hace entrar por la puerta principal, y los paquistaníes y magrebíes que trabajan en las trastiendas de esta apasionante maquinaria en donde se decide mucho más poder del que los ciudadanos imaginan, van por las puertas traseras de servicio”, comenta un compañero periodista en la sala de prensa parapetada en la parte menos visible del conjunto inmobiliario. Ver para creer.