El combate contra Daesh: Reafirmar lo obvio
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alberto de franciscoSeparar "Daesh" e "Islam" es algo más que una forma de respeto hacia la mayoría de los musulmanes, horrorizados y espantados por los actos terroristas de los yihadistas. Combatir la islamofobia es, sobre todo, la vía más eficaz para no sucumbir ante el terror.
Antes de ponerme a escribir este artículo, he tratado de responder a varias preguntas que yo mismo me he planteado y que todavía me sigo haciendo. Me encantaría reestablecer alguna de las bases interpretativas que tienen que ver con el discurso islamofóbo, que tanta fuerza está tomando tras los últimos atentados de París.
Algunas de las personas a las que aprecio y a quienes, desde luego, considero más críticas que yo, intentan disuadirme para que no escriba nada al respecto, con el fin de no añadir más confusión al peligroso análisis de la situación que se está llevando a cabo en esta materia, a las fotos de perfil con el fondo de la bandera francesa, y para no echar más caos al caos, ni mezclarme con el grueso de personas que "toman posición". Podría esperar a que amaine la tormenta, escudarme en el silencio, hacer abstracción de lo que se publica en las redes sociales, y atrincherarme en la metabolización del luto. Pese a todo, asumo los riesgos de no seguir ninguno de esos consejos.
Reestablecer la evidencia
En una época como ésta, marcada por una búsqueda espasmódica del "me gusta" y de compartir experiencias en Facebook, para demostrar lo brillantes que somos, escribir un artículo sobre esta materia supone, creo, provocar que a uno lo tachen de tener un desmedido afán de protagonismo, de piratear historias e incluso de falta de competencia. Soy consciente de todo lo que escribo y si lo hago, es porque creo que hay que hablar de estas cosas, y porque es precisamente ahora cuando hay que decirlas.
Puede parecer triste, pero es en caliente, en estos momentos emocionalmente sensibles para el público, cuando mejor se puede disponer de las condiciones para interpretar la realidad, de cara a reestablecer la complejidad de todo lo que está pasando, en este caso, incluir los atentados terroristas de París en un marco que trata de luchar, antes que nada en el terreno comunicativo, contra el intento de difundir un mensaje contra el Islam. El silencio es una opción muy personal que respeto, pero que considero contraproducente desde el punto de vista político. Además, tampoco los abanderados de una nueva cruzada, en la prensa calificada de moderada, se conceden ese lujo.
Llevo dos años leyendo y estudiando el Islam, sobre todo el Islam político, la forma en la que esta ideología religiosa se mueve en el terreno de la política. Lo que escribo a continuación en modo alguno tiene que ser necesariamente original. Basándome en mi libro de cabecera: La rabia y el orgullo, de Oriana Fallaci, me conformo con pensar que pueda resultar sensato y funcional, en el sentido en que no sea preciso partir siempre de cero en la contextualización del discurso.
No es lo mismo Daesh e Islam
El Daesh anda desesperado buscando nuevos militantes para su ejército y una de las estrategias comunicativas más eficaces que utiliza para ello es sembrar el pánico: Reivindicar la autoría de los atentados con trasfondo yihadista, no siempre cometidos por sus hombres, y concentrar sus esfuerzos en atacar -o amenazar- los lugares y símbolos identitarios occidentales.
El terrorismo se basa en la práctica de crear inseguridad y generar terror con una doble finalidad: Por un lado, hacer que el enemigo sienta que no tiene salida y que se halla en permanente peligro; por otro, que se respire un ambiente en el que la identidad religiosa se perciba como un dato fundamental para que se les pueda identificar y así, llamar a las armas a todos aquellos que se sientan "verdaderos musulmanes". De esta forma, el Daesh trata de eliminar esa zona gris, constituída por una gran masa de musulmanes que no se identifica con la violencia y con el terrorismo, que vive y convive en Europa y que reivindica que no la metan en el mismo saco del Daesh.
Además, la histeria colectiva islamófoba crea una paradoja inquietante: Son precisamente las personas que huyen, quienes sufren represalias y venganzas por parte de los terroristas. Las voces que reclaman una intensificación de los bombardeos en Siria proceden de los mismos políticos partidarios de cerrar las fronteras a quienes vienen huyendo de la guerra.
La yihad y las cruzadas
Equiparar Daesh e Islam es algo necesario para los yihadistas, ya que sólo pueden subsistir si consiguen alzarse como los únicos portavoces reconocidos de la heterogénea y multiforme comunidad musulmana global, una comunidad en cuyo seno los integristas son, no sólo una minoría, sino que están divididos, con proyectos geopolíticos distintos entre sí.
El autoproclamado Califato es "enemigo de los enemigos". Para hacerse con la hegemonía en el seno del frente yihadista, el Daesh reclama -y encuentra- el apoyo de la derecha europea que invoca a un enfrentamiento entre civilizaciones, un escenario en el que la "cultura europea" se vería atacada y al mismo tiempo protegida por una nueva línea de seguridad en materia de política interior y neoimperialista en política exterior. La cuenta de Twitter, afín a Daesh, que comparte la portada del diario Libero para alimentar su propaganda antioccidental, es un claro ejemplo. Se trata de "aliados", situados a ambos lados de la barrera, que comparten y alimentan una misma interpretación del mundo.
Pacifismo o barbarie
El inglés diferencia entre las nociones de security, entendida como seguridad física, sensación de no hallarse en peligro, y safety, más vinculada a factores sociales, económicos y políticos. Son conceptos relacionados. Las inquietudes y marginaciones económicas y sociales crean el ambiente ideal para la llamada identitaria difundida por Daesh: No es la religión, sino la política, la que crea el terrorismo.
Una definición no religiosa del Daesh es fundamental para neutralizar la bomba de relojería del enfrentamiento entre civilizaciones: Daesh es un sujeto político fascista en materia de política interior y neoimperialista en política exterior, características nada coránicas. "El 12 de noviembre, en Beirut, Daesh asesinó a 50 musulmanes chiítas, e hirió a más de 200. Los peshmerga kurdos, que desde hace meses luchan solos contra los terroristas, son mayoritariamente islámicos. Desde su creación, Daesh ha asesinado a otros árabes: Chiítas, ateos, gays, minorías religiosas...": ¿Se puede hablar de guerra entre religiones, cuando la mayoría de las víctimas de la violencia yihadista son musulmanes?
La seguridad es un concepto bidireccional: No se puede blindar una parte del mundo y al mismo tiempo dejar a la otra en una situación desesperada, pretendiendo mantener el control sobre los recursos energéticos y financieros. El neoimperialismo, la retórica de la "guerra humanitaria", de la "lucha del terror" iniciada por Bush en 2001 pasan factura. La destitución (lograda) de Gadafi en Libia e intentada de Assad en Siria, han sumido a estas regiones en el caos. Utilizar idénticas soluciones infructuosas para los mismos problemas, conduce lógicamente a una situación inaceptable en la que se reproducen nuevamente los mismos problemas. Cualquier tentativa de análisis profundo, creo, debería partir de estas premisas.
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Publicado por la redacción local de cafébabel Torino.
Translated from Non alla crociata, non al jihad, né al cielo. Ribadire il banale