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El choque generacional

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Default profile picture luis lópez rey

La reforma italiana de las pensiones podría convertirse en un modelo para todos los países europeos. Con la condición de que los intereses de los jóvenes sean tenidos en consideración.

La idea de una Maastricht de las pensiones ha sido aplazada sin fecha. El ultimo Consejo europeo de Bruselas del 17 de octubre pasado ha vuelto a repetir la voluntad de los Estados de obrar cada uno por cuenta propia en materia de prevención, si bien el auspicio que emerge de las conclusiones de la cumbre, de coordinar la protección social entre los Estados miembros, deja abierta una espiral para el futuro.

Baby boom al poder

Está ya asumido que todos los Estados de la Unión Europea se encuentran frente al problema de la financiación de la prevención social debido al gradual envejecimiento de la población, problema que se hará más relevante cuando entren en edad de jubilación los nacidos en los años sesenta, en el llamado periodo del baby boom. Los países europeos sosteniendo los actuales regímenes preventivos se arriesgan en el futuro a provocar la crisis de sus propias cuentas y, a nivel de la U.E., del pacto de Estabilidad y crecimiento económico, como ha declarado muchas veces el comisario europeo de asuntos económicos Pedro Solbes.

En una Europa que presenta un mercado interno, una unión económica y monetaria y una estrategia de ocupación que tiende a ser compartida, sería auspiciable también una mas estrecha cooperación en el ámbito de la protección social.

La realidad de los hechos evidencia sin embargo que los Estados no están dispuestos a parametrar los sistemas preventivos europeos. Por otro lado, cada país presenta sistemas de pensiones que derivan de arraigadas tradiciones en materia de protección social.

E Italia propone incentivos

El proyecto de reforma del sistema de pensiones dado a conocer por el gobierno italiano tiene el objetivo de aumentar la permanencia en el mercado laboral de los trabajadores más ancianos para poder así ahorrar de las partidas para prevención. Según el ministro Tremonti de hecho, si se continuase con el régimen preventivo establecido en la reforma precedente de 1995, en el periodo que va del 2008 al 2033, el gasto para las pensiones no sería sostenible por las arcas públicas. La formula proyectada es la de aumentar la edad laboral de 50 años. Se pasaría así de los 35 a los 40 años de trabajo para alcanzar la jubilación; para alcanzar la pensión de ancianidad se deberán llegar a los 65 años de vida para obtener el merecido vitalicio, en vez de los 57 precedentes. Esta regla sería obligatoria sólo a partir del primero de enero del 2008, hasta esa fecha el gobierno espera convencer a los trabajadores para que no abandonen sus empleos mediante un incentivo, denominado exoneración contributiva. Quien alcanzó los 35 años de cotización puede beneficiarse de la restitución de lo cotizado que correría a su cargo y a cargo del oferente del empleo, una ganancia aproximada del 32,7% de la retribución bruta.

A primera vista la idea de los incentivos puede ser considerada eficaz ya que comportaría un notable aumento del estipendio de los trabajadores a los cuales se les podría aplazar algunos años su jubilación. Pero podría no bastar. De hecho, si se hace un análisis costes-beneficios sociales de la reforma se pueden encontrar elementos por lo menos criticables.

Antes de nada es importante recordar que cualquier revisión del sistema preventivo provoca inevitablemente una salida en masa de trabajadores hacia la jubilación; desde hace varios años, en toda Europa, cualquier revisión de la prevención social tiende a una contención de los precios que va obviamente contra los intereses de los trabajadores en vía de jubilación.

Cuidado con el escalón

La propuesta del gobierno italiano choca por lo tanto con los intereses de las nuevas generaciones. Es notorio, de hecho, que los sueldos de los trabajadores mas ancianos son generalmente mas elevados respecto a aquellos de los jóvenes, esto es comprensible por ejemplo cuando la administración se encuentra en el deber de motivar a ciertos trabajadores cincuentañeros que no tienen, por motivo de edad, más aspiraciones de carrera. En estos casos se aumenta el salario hasta la jubilación. Pero si se aumenta de improviso en 5 años la permanencia en la administración del trabajador, la administración misma deberá soportar ingentes perdidas debidas al pago de salarios mas elevados, lo que comportara un aumento del coste del trabajo para las empresas y, en cuanto a lo que nos concierne, cuando el coste del trabajo aumenta, la demanda de trabajo disminuye. Esto penalizara a los jóvenes impacientes a la hora de entrar en el mundo laboral.

Más aún. El mundo laboral cada vez es más flexible, o si queremos, más precario.

Probablemente los cuarenta años de contribución serán para nosotros una meta inalcanzable. Otro elemento criticable de la reforma tiene que ver con el umbral del 2008 como separador entre generaciones (véase el link de la derecha). El aumento de los años de contribución a partir del 2008 no es una medida justa y crea una diferencia entre generaciones, entre los que podrán elegir entre jubilarse con 35 años de contribución o continuar trabajando y los que, en cambio, serán constreñidos a esperar hasta los cuarenta años de alícuota contributiva. El precio del escalón del 2008 es evidentemente un precio político. Es fácilmente comprensible por lo tanto por qué el señor Berlusconi y su gobierno han elegido una fecha tan lejana para iniciar la reforma, por qué habían enfatizado de tal modo en la absoluta necesidad de intervenir sobre el sistema de las pensiones (tanto en apariciones televisivas como en redes unificadas) y por qué se ha insistido tanto en una involucración europea. El objetivo evidente es evitar un choque generacional que de cualquier forma se presentará en el futuro. Una reforma más gradual, que empezase antes, seria indudablemente más justa y conveniente visto que cada año de demora supone costes elevados para las finanzas públicas: ha faltado quizá valor.

La reforma de las pensiones presenta entonces puntos oscuros, una vez dicho esto hace falta decir que no es del todo desestimable. Los incentivos para permanecer en el mundo laboral son indudablemente una característica apreciable que podría ser tenida en consideración incluso por otros países europeos que se encuentran haciendo cuentas con una población cada vez más vieja y un sistema social cada vez menos sostenible.

Lo que queda es, sin embargo, la costumbre de la Unión Europea de esconderse en materia de prevención social. El mundo laboral, y en consecuencia también el sistema preventivo a él estrechamente ligado, deberia ser armonizado a nivel europeo.

Translated from Lo scontro generazionale