El arte de desconectar
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Belén Burgos HernándezEl mundo gira a su alredededor y nosotros con él. ¿Cómo consigue la Generación Y acabar con la rutina diaria y el estrés? Os presentamos a tres personas con tres formas muy diferentes de aislarse del resto del mundo.
Vivir a contracorriente: Adrian, corredor de maratones, 32 años
Cuando corre, Adrian escucha el ruido que hacen sus pasos al acariciar el asfalto y el ritmo regular de su respiración. Mantiene la mirada fija en el horizonte, como si ya pudiera ver la meta. Cuando corre, Adrian se sumerge en un mundo donde no se oye nada. Solo cuenta su determinación: correr, una y otra vez.
Este especialista en informática siempre ha practicado deporte en su tiempo libre, pero desde hace algunos años esta afición se ha convertido en un verdadero modo de vida. "Comencé a correr grandes distancias hace casi seis años. He participado ya en 25 maratones". Su rostro se ilumina cuando habla de su carrera deportiva.
En mayo del año pasado le diagnosticaron esclerosis múltiple, una enfermedad del sistema nervioso central que afecta al cerebro haciendo más lentos o bloqueando los mensajes entre el cerebro y el resto del cuerpo. En su caso, la esclerosis le paralizó completamente la parte derecha del cuerpo. "En ese momento, lo que más me ayudó fue el deporte. Solo pensaba en volver a correr. Esa fue mi mayor motivación durante todo el tiempo que duró mi tratamiento".
Adrian se puso entonces como objetivo correr la maratón de Berlín en septiembre del 2015. Tras varios meses inmovilizado, se puso de nuevo de pie y comenzó su rehabilitación. Solo seis meses después del diagnóstico, Adrian se lanzó al asfalto de la capital alemana y batió incluso su propio récord: en 2 horas y 55 minutos para recorrer los tan famosos, y difíciles, 42,2 kilómetros.
Cuando le preguntamos por qué optó en su tiempo libre por un deporte extremo, Adrian mueve la cabeza frenéticamente: "¡No, no, continúo corriendo solo por placer! Aunque participo a menudo en semimaratones, corro siempre al lado de un amigo". Reconoce, sin embargo, que entre su trabajo y su entrenamiento diario no le queda demasiado tiempo para realizar otra actividad. "Lo admito, me he convertido en un adicto a los maratones. Ya no voy tan a menudo a la discoteca o al cine".
Este treinteañero parece no echar en falta nada, excepto quizá una cosa: "Me encantaría encontrar a alguien. Debería ser fácil, vivo en la ciudad del amor, pero por el momento eso no me ha ayudado demasiado". La ciudad quizá no, pero volver a correr sí: no solo le ha devuelto una buena forma física, sino que además le ha hecho ganar seguridad.
Romain, payaso, 38 años
¿Qué hace un payaso cuando quiere desconectar? "No doy importancia a ese tema. Lo que intento, precisamente, es estar conectado lo más posible a mi trabajo, porque cuanto más espacio dejo al payaso que llevo dentro, con más ligereza me tomo las cosas".
Romain explica que su trabajo no se limita al divertimento puro y duro. "Un buen payaso juega con los rasgos de su propio carácter. Hay que encontrar al payaso que cada uno lleva dentro".
Además, la mayoría de los alumnos necesita tiempo para asumir totalmente las facetas de su personaje, esas mismas facetas que tienden a disimular en la vida: la ira, la tristeza, el deseo, la impaciencia, o incluso la alegría, el orgullo, la emoción.
"En el escenario tienes el derecho a mostrar todas las emociones que quieras, siempre y cuando seas auténtico". Tan pronto como los alumnos aceptan jugar con lo que tenderían a esconder dentro de ellos, tienen que elegir entre dos técnicas: o exagerar al máximo la emoción o lo contrario. Así es como el payaso consigue reirse de sí mismo junto con el público. "Así es como los aprendices de payaso aprenden a tomar distancia respecto a ellos mismos y a relativizar sus errores".
Su carrera de payaso es la que le ha permitido liberarse del complejo que todavía tenía respecto a su padre desde su juventud. Se refugiaba siempre en el papel de chico tímido con el fin de alejarse de la parte de caballero, de la parte extrovertida de su padre. Gracias a su nueva identidad ha podido por fin dar rienda suelta a todas las facetas de su personalidad.
Salvar vidas y combatir dragones: John, analista de datos, 33 años
John se coloca bien su parche y coge su espada. Se lanza al camino de piedra que atraviesa el bosque. Enemigos merodean a su alrededor. Sabe exactamente lo que le espera: tiene que matar al dragón si no quiere ser su próxima víctima.
¿Un extracto del último éxito de temática fantástica? No del todo. John lucha realmente contra dragones, dos veces al mes para ser exactos, con su clan, todos miembros de un LARPing- Team o rol en vivo: una modalidad de juego de rol en la que la representación de los personajes por parte de los jugadores se realiza en tiempo real y de forma escenificada, a veces incluso con el atuendo y objetos apropiados. "Diría que es una mezcla de teatro de improvisación histórico, de combates con armas y un juego de estrategia", dice Jhon.
En primer lugar, el jefe del equipo sienta las bases del juego, pudiéndose elegir desde un wéstern o una historia de vampiros hasta un escenario de terror o incluso de steampunk. Los jugadores se preparan varias semanas antes, creando ellos mismos sus disfraces y las armas que van a utilizar.
Para John, el rol en vivo no es exactamente un pasatiempo, es la posibilidad de reinventarse completamente. "Mi truco es ser un poco el antihéroe, que no haya barreras cuando se trata de alcanzar el objetivo. No hay que andarse por las ramas, hay que ir derecho al objetivo". Resulta difícil imaginar esto a primera vista cuando nos encontramos con este simpático joven que se gana la vida como analista de datos para una asociación caritativa.
"Cuando juegas, no existen fronteras. Puedes ser quien quieras, tener superpoderes y salvar la vida de la gente. O puedes ser tú mismo. La diferencia está en que ya no te preguntas cómo pagarás el alquiler a final de mes".
El rol en vivo nació en los años 90 y tiene su origen en un juego de sociedad, extendiéndose después a la mayoría de las grandes ciudades europeas. Para muchos aficionados, el juego de rol no solo es un arte o un espacio de desarrollo personal, sino que conlleva también un carácter político. "En general, los jugadores son muy tolerantes. Las mujeres, como los hombres, se meten en la piel de combatientes y no se admite ninguna forma de discriminación".
John ya sabe dónde matará su próximo dragón. Será en Dadford, Reino Unido, en la próxima LARPing Event "Empire", en la que se reunirá con otros 2.000 jugadores.
Translated from Die Kunst abzuschalten