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Egipto vigilado: la excepción como normalidad

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SociedadPolítica

Vigilancia completa, manifestaciones aplastadas, bases secretas... Egipto está sometido desde hace tres décadas a un estado de excepción que representa ya la normalidad. ¿El pretexto? La amenaza del terrorismo islamista. Bajo el sol implacable de El Cairo, una periodista italo-española describe los pormenores de la vida bajo el Gran Hermano egipcio.

Una de las cosas que más puede sorprender cuando llegas a El Cairo desde algún país europeo es la fuerte presencia policial; desde el propio aeropuerto hasta los hoteles y las famosas pirámides, todo está sitiado por decenas de guardias. La ola de terrorismo islamista que sacudió el país en la década de los 90 y que acabó con decenas de vidas justifica en cierto modo la sobreprotección a la que están sometidos los turistas; pero este estado de excepción es cotidiano para los egipcios, sobre todo en la capital, cerebro y corazón del país con sus más de 20 millones de habitantes

Policía, policía y más policía

"No hay esquina de El Cairo donde no haya un agente resguardándose del sol abrasador o dormitando en viejas garitas"

Para poder controlar a cada ciudadano, las calles de El Cairo están vigiladas día y noche por agentes de todos los grados y colores: desde los de tráfico y los policías comunes, con uniformes blancos en verano y negros en invierno, hasta los antidisturbios, con sus equipos desgastados azul oscuro casi negro, y los agentes de inteligencia, que se pueden distinguir por su look de 007 de los años 70, dotados de gafas de sol,walky talky y pistola a la cintura. No hay una esquina de El Cairo donde no haya un agente de seguridad resguardándose del sol abrasador o dormitando en viejas y destartaladas garitas que aparecen como setas por toda la ciudad. Pero la presencia policial se extiende incluso al desierto, buena parte del cual es terreno militar donde se esconden los cuarteles y campos de adiestramiento secretos del Ejército egipcio, el más potente de Oriente Medio (sólo por detrás del israelí) gracias los 1.300 millones de dólares anuales en ayuda militar estadounidense.

Así se mantiene un aliado rocoso en Oriente Próximo

Desde la revolución de los Oficiales Libres de Gamal Abdel Nasser en 1952, Egipto ha sido un país liderado por militares y apoyado en un sólido sistema de vigilancia y terror policial que persigue a los islamistas, especialmente los Hermanos Musulmanes que, en aquel entonces y ahora, representan la principal fuerza opositora

Pero la madre del Egipto actual es la Ley de Emergencia que está en vigor desde el asesinato del presidente Anwar al Sadat en 1981 a manos de islamistas radicales, después de que éste firmara el primer acuerdo de paz de un país árabe con Israel en 1979 (Camp David). Desde entonces, Egipto se convirtió en el principal aliado de EEUU en Oriente Medio y, más recientemente, en un importante socio en la guerra bushiana contra el terrorismo global. El presidente, Hosni Mubarak, gobierna desde hace 29 años utilizando la Ley de Emergencia para perpetuarse en el poder y consolidar un régimen en el que no cabe el libre albedrío, la contestación, la democracia ni la justicia.

La libertad de expresión es una de las más castigadas por la ley, haciendo extremadamente difícil la labor de los periodistas: los policías están adiestrados para hacernos la vida imposible y las cámaras de vídeo son su gran obsesión. Si te dispones a grabar imágenes en la calle, rápidamente te ves rodeado de agentes que dos segundos antes no estaban, y puedes incluso acabar en comisaría, tal y como he podido comprobar en persona.

La oposición saca la cabeza

Cuando el pasado mes de mayo renovaron una vez más la Ley de Emergencia, se dieron duras críticas internacionales y quejas a nivel interno, aunque los ciudadanos comunes están acostumbrados a convivir con ella: mi taxista Mustafá me dijo que esa norma “no es buena”, pero prácticamente no ha conocido otra cosa en sus 40 años de vida. Ahora, la Ley está siendo usada para reprimir y acallar la creciente oposición egipcia que pide una apertura democrática y un cambio de régimen.

Las últimas y cada vez más frecuentes manifestaciones contra la sucesión hereditaria del presidente Mubarak a su hijo Gamal se han saldado con violentas cargas policiales, centenares de detenciones y denuncias de tortura por parte de los manifestantes, algo habitual y legal bajo la Ley de Emergencia, que tipifica como delito una reunión de más de 5 personas en un espacio público. Por ello, cualquier manifestación en Egipto cuenta con hasta 10 agentes por cada asistente; la policía suele acorralar a los manifestantes y luego empieza a golpearles. En una ocasión, un antidisturbios me sacó amablemente del cerco policial, por ser mujer y extranjera, segundos antes de que los demás participantes y periodistas fueran agredidos.

Pero los egipcios están poco a poco venciendo el miedo a la brutalidad policial y desafiando un estado de excepción que lleva en vigor ya demasiado tiempo con la excusa del terrorismo islamista.

Leer el blog de la periodista Francesca Cicardi.

Imágenes: Portada: (cc) Haramlik; presidentes: Free Mass; (cc) Policía en camello: DavidDennisPhotos.com. Cortesía de Flickr