Dominique Perrault, constructor de paisajes
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Fernando Navarro SordoEl ecléctico arquitecto francés, padre de la Biblioteca Nacional de Francia, asegura ser más que un arquitecto. Implacable con la Europa acomodada, opina que la autocrítica es la única manera de evolucionar.
El metro vuelve a arrancar y enseguida deja a su derecha la imponente Biblioteca Nacional de Francia, rumbo a su próxima parada. Estamos en el sureste de París. Las nubes se reflejan el edificio de vidrio en donde se encuentra el gabinete del arquitecto que diseñó la biblioteca, Dominique Perrault. El ascensor se embala hasta el séptimo `piso, mientras la urbe se encoge bajo nuestros pies. Es una olla bullente de coches, trenes y obras por doquier. Atravesamos un estudio que ocupa casi toda la planta: un gran espacio abierto con decenas de mesas alineadas y abarrotadas de papeles, carpetas y ordenadores.
¿El arquitecto nace o se hace?
Dominique Perrault llega vestido de negro de arriba abajo, barba de tres días y alguna que otra cana que no quiere ocultar. Desembarcamos, luego, en una habitación muy grande, iluminada por el sol de la atardecida. “Empecé desde cero y aún no he llegado a nada”, aclara enseguida. “Yo no quería ser arquitecto. Y ahora menos que nunca. Los arquitectos que quieren ser arquitectos, sólo lograrán ser arquitectos. En cambio, aquellos que se convierten en arquitectos sin quererlo, llegarán a ser algo más. Así que y quería ser artista”. De joven, sentía una gran pasión por la pintura: “Es un arte completamente gestual y violento. Hice obras a base de trozos impregnados en gasolina sobre telas de hule”. Con cierta ironía, explica que sus padres insistieron en que estudiara una carrera. “La arquitectura es una carrera muy larga, difícil y dura, me impidió desarrollar mi pasión por la pintura”.
Ir siempre más lejos y transformarse
Entretanto, París hormiguea ahí abajo. Perrault trata de explicar qué significa llegar más lejos. “Hoy en día, la arquitectura tiende a ser algo muy disciplinado y encorsetado. A los arquitectos les interesa la arquitectura, pero a mí me interesa el paisaje, la creación de una nueva naturaleza. Una naturaleza artificial con árboles incluidos. Eso sí, serán árboles plantados, o sea, construidos. Quiero proyectar paisajes -del mismo modo que proyecto edificios-, en cuyo interior se construyan callejas, casas, jardines, colinas...; donde la gente trabaje, viva y duerma.”
¿Y París? ¿Es también un paisaje de esa clase? La respuesta es clara. “París es una ciudad para a turistas. Ya no es una gran capital. En la actualidad, en Francia, las ciudades interesantes son Grenoble, Lyon, Nantes, Lille, pues son las que se están transformando. El futuro de Francia está en sus regiones, no en París.”
Elaborar un proyecto: un largo proceso
“Lo más difícil es encontrar la primera idea. A veces puede tardar treinta años, pero una vez que has encontrado la primera idea, todo viene rodando. Si tienes una primera idea, tendrás una segunda. Y después una tercera, una cuarta…, etc.” ¿Cuál fue su primera idea? "No lo sé”, dice estallando a carcajadas. “No sé dónde empecé, ni adónde me dirijo. En Rusia suelen decir: ‘Nada es posible y todo es posible’. Así pues, para un arquitecto nada es posible, pero en la arquitectura todo es posible.”
¿Concretando más: qué es un proyecto? “Un proyecto es un proceso conceptual. Una aptitud que evoluciona, que se contradice, que se modifica, se adapta, se transforma..., y eso es lo que me fascina. Durante el proceso, se parla de política, de economía, de experiencia y de estética.”
Sus edificios pueden encontrarse por todo el mundo, pero confiesa que el complejo del velódromo y la piscina que construyó en Berlín representa la esencia de su labor. “Es un edificio que pasará a la Historia de la arquitectura. Un edificio capaz de crear un espacio más allá de sí mismo. No es una arquitectura que se posa en una escena concreta, sino una arquitectura que crea una nueva puesta en escena.”
La Biblioteca François Mitterand
En París, Perrault también ha dejado su impronta. En 1989 vio iniciar las obras de la que sería la nueva sede de la Biblioteca Nacional de Francia. Mitterand, que por entonces era el Presidente de la República, escogió el proyecto de Perrault, cuando este sólo tenía 36 años. “Mitterand poseía una visión de las cosas consistente en imaginar la transformación de una sociedad a través de sus edificios. Tenía una visión de la arquitectura muy ligada a la Historia porque el saber se encarna en la arquitectura. Yo pienso más bien que la arquitectura marca un territorio, una geografía.”
Antes del proyecto de la Biblioteca Nacional, los grandes proyectos arquitectónicos de París habían estado ligados a figures geométricas como la pirámide del Louvre, del arquitecto norteamericano de origen chino Ieoh Ming Pei, o la Ópera de la Bastilla, una obra del canadiense Carlos Ott basada en el culto al cuadrado. “En cambio, la Biblioteca Nacional es un proyecto abstracto. Un espacio que funciona sobre una concepción más conceptual. La biblioteca crea un territorio; la pirámide marca la Historia”, afirma Perrault.
24 horas al día
La jornada laboral comienza cuando sale el sol y no acaba hasta que se pone. Aunque de hecho la faena no se acaba nunca, pues hay trabajos pendientes en todo el mundo. “A todas horas, del día o de la noche, tenemos una obra activa en el mundo. ¡Es increíble cómo funciona la sociedad contemporánea!” En la actualidad, su estudio trabaja en el proyecto de construcción de un nuevo Palacio de Justicia europea en Luxemburgo, en el Teatro Mariinsky II de San Petersburgo, el Centro Olímpico de tenis en Madrid y la Universidad femenina de Ewha en Corea del Sur. Dicho esto, Perrault tiene un deseo por cumplir: construir un museo. “Da igual cuándo o dónde: ¡siempre he quedado segundo en todos los concursos para la construcción de un museo!”
Hacia una arquitectura europea
“Existe una arquitectura europea”, afirma Perrault con convicción. “Todos los países en vías de desarrollo tratan de reproducir una arquitectura europea, algo que les haga soñar”. ¿Pero, cómo es esta arquitectura europea? “Conformista, burguesa, pequeña, confortable… ¡Como yo!”, susurra, estallando de nuevo en carcajadas. “Europa es un continente de viejos. La vitalidad hay que buscarla en los continentes pobres, en donde las cosas están cambiando. El gran momento de Europa ya pasó.” Su visión catastrofista es deprimente, aunque al final nos concede una brizna de esperanza: “Prefiero hacer una crítica implacable y ser realista. Sólo a partir de la toma de conciencia del estado de las cosas podremos construir un futuro esperanzador.” Salimos del estudio subyugados por el mundo de Perrault, por su modo de jugar continuamente y de construir nuevos razonamientos con la palabra. Ahora, ya es de noche y París y París sigue con su insaciable trasiego de gente.
Translated from Dominique Perrault, più di un architetto