Desdramatizando la fuga de cerebros
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¿Por qué trabajadores cualificados e investigadores de Europa del este huyen hacia el oeste, como antes sucedió con los del sur y los propios europeos del oeste hacia los Estados Unidos?
Europa sigue desangrándose año tras año de su materia gris. Unos se lamentan de la falta de inversiones en I+D por parte del sector público; otros desean volver a un sistema universitario de elites como el estadounidense, país cuya tasa de natalidad no cesa de disminuir, se ha convertido en un “buscador de talentos” y ha duplicado su economía; otros, por último, sólo ven ventajas en esta fuga de cerebros.
El riesgo del despilfarro de cerebros
Existe una fase de fuga de cerebros que aterroriza a los países de origen y a la que suelen llamar “despilfarro de cerebros”. Toda Europa ha pasado sucesivamente por ella, y ahora toca a los países del este (100.000 polacos residen en Londres). Se trata de una fuga masiva de trabajadores muy cualificados dispuestos a trabajar en empleos de inferior calificación profesional a la suya. El móvil es casi siempre económico y se da en sociedades que necesitan concentrar sus esfuerzos no en la innovación, sino en la reconstrucción económica e industrial del país. Así sucedió en la Alemania, la Italia o la Francia de posguerra, así sucedió en la España de los últimos años de Franco y los primeros de su democracia, y así está sucediendo en los países del este, como Polonia.
La conclusión es que los esfuerzos e inversiones públicas que los Estados de origen realizaron para la formación de sus ciudadanos mejor preparados (y todos sabemos hasta qué punto el bloque oriental priorizó las necesidades de los sistemas educativos y universitarios), no beneficiarán a nadie en el mundo. Son inversiones tiradas a la basura, y en este sentido es de comprender el lamento de los países del este ante su descapitalización humana.
La sangría prosigue en el oeste europeo
Los países occidentales también se llevan las manos a la cabeza por la fuga de cerebros que padecen. Los motivos son distintos de los del este. En Francia la juventud se queja de la ausencia de flexibilidad en el mercado para poder desarrollar proyectos emprendedores e innovadores. Se trata de un país que ha democratizado al máximo su sistema universitario y la competencia entre sus muchos titulados es feroz, como también sucede en Irlanda o en el Reino Unido (donde la tasa de titulados universitario es mayor y el sistema distinto). En Occidente, los que se marchan lo hacen para trabajar en su sector y ser mejor remunerados en países como los EE UU. En países como España -donde el 87% de los alumnos que empiezan un doctorado no lo terminan- la remuneración de las becas de investigación no es muy elevada. Y en este sentido, la inversión que se ha hecho en ellos no se pierde, pero Europa no saca partido porque, según el científico Vicente Larraga, “la captación de cerebros sólo se dirige a científicos de alto nivel, y el 90% de europeos que se marchan a EE UU tiene la oportunidad de quedarse allí”.
Muchos señalan al modelo británico –con financiación universitaria mixta (pública y privada)- como la solución. Pero la realidad, según un informe del Instituto de Prospectiva Tecnológica de Sevilla, no es tan simple: más de dos tercios de los europeos que se marchan a trabajar a los EE UU son británicos e irlandeses, por lo general ejecutivos (81%) y no tanto científicos. Y además, en 2004, Alemania ha vuelto a liderar el mercado mundial de patentes sólo por detrás de los EE UU y seguida de Francia (no del Reino Unido). Todo esto apunta hacia la necesidad de aumentar la inversión pública y privada en I+D y la coordinación de los centros europeos de excelencia para que nuestros cerebros se queden. No es casualidad que sean Alemania, Finlandia, Suecia, Dinamarca o Francia quienes más inviertan en I+D en Europa y más patentes depositan en relación a su tamaño económico. En el lado opuesto se encuentran Grecia, España, Italia y Portugal, con alrededor de un 1% del PIB invertido en investigación, frente al 3% que rondan los primeros países citados.
¿Y si la fuga de cerebros fuera una bendición?
El hecho de que tantos ejecutivos europeos se marchen al extranjero, significa que los europeos determinan las directrices de empresas en todo el mundo. Para Jean Pierre Lehmann, director fundador del Grupo Évian, la fuga de cerebros ha sido históricamente positiva tanto para el mundo en general como para los países de origen hacia los que retornan tarde o temprano los estudiantes o investigadores que se marchan. Es más, desde ciertos ámbitos universitarios se llega a afirmar que la fuga de cerebros puede dar lugar a un nuevo renacimiento en Europa y a una superación del localismo universitario tradicional del continente.