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Desarrollo sostenible: ¿una segunda torre de Babel?

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Un concepto poderoso y elocuente, utilizado por todo el mundo y en todos los sentidos, entre mito y realidad.

Génesis (XI, 1-9): el mito de la torre de Babel.

Expulsados del paraíso, los hombres quisieron aproximarse a los cielos construyendo una torre gigantesca, pero Dios, ofendido, castigó a los hombres con la confusión de sus lenguas. Incapaces de comprenderse, los hombres entraron en conflicto, provocando el derrumbamiento de la torre y su propia dispersión.

Desarrollo sostenible: ni mito ni realidad… un símbolo que une.

La idea de desarrollo sostenible, ampliamente difundida tras la conferencia en Estocolmo de las Naciones Unidas en 1972, se encuentra ahora mezclada en todos los discursos, de norte a sur, de arriba abajo y en todos los sentidos. Por ejemplo, se puede escuchar a un general hablar de desarrollo sostenible con ocasión de la integración de un contingente de mujeres en el ejército para celebrar la fiesta de la Independencia de Benín... Por supuesto los defensores del desarrollo sostenible alzan su voz contra el oportunismo de tales recuperaciones que desconocen el sentido de un idea que sin embargo es generosa: satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin que eso comprometa las oportunidades de las generaciones futuras de responder a los suyos. Para que sea sostenible, se argumenta normalmente que el desarrollo debe cumplir tres condiciones: ser económicamente viable, ecológicamente soportable y social y culturalmente aceptable. Una fórmula elegante, pero que visiblemente no satisface a todos los actores del desarrollo sostenible, como lo manifiesta la gran cantidad de variantes propuestas en la literatura. Peor aún, estas tres dimensiones son condiciones necesarias, pero ya no son suficientes desde el momento en que se estudian de manera separada, pues se observa un cambio de sentido que hace perder de vista el objetivo global. El todo no es la suma de las partes. En efecto, estas tres dimensiones, económica, ecológica y social/cultural pueden esquemáticamente corresponderse con tres representaciones irreconciliables del desarrollo sostenible (1).

Del lado de los empresarios, economistas y políticos, que tienen otras prioridades antes que el medio ambiente, el desarrollo sostenible se reduce al principio macroeconómico de crecimiento a largo plazo. Se puede leer en los manuales de referencia que han formado y forman todavía a numerosas generaciones que “la productividad no lo es todo, pero a largo plazo es casi todo” (2). Desde ese punto de vista, el desarrollo sostenible no cambia en nada la lógica del desarrollo capitalista la cual, a pesar de todo, se considera como la de mayor eficacia. Los problemas causados hoy y ayer por los residuos del crecimiento se resolverán mañana gracias a la tecnología (3) y para ello hay que desarrollarse. El círculo, en teoría, está cerrado. El problema de los límites del crecimiento se evalúa bajo la forma de una batalla entre expertos (4).

Para la mayoría de los ecologistas y de las ONG, que están preocupados por la degradación de la naturaleza, el desarrollo sostenible se define como un modo de empleo de los recursos naturales que respete sus condiciones y los plazos de renovación, lo que plantea la cuestión, a menudo eludida, de la compatibilidad de los objetivos de conservación y los de desarrollo. Para algunos, estos dos términos son antónimos, puesto que las actividades humanas son responsables de la degradación de la naturaleza y para otros se trata de sinónimos (5), pero entonces queda todo por inventar. Puede que haya una noción que debe ser estudiada con más detenimiento para aumentar la confusión sobre el uso sostenible de los recursos : la idea de un “equilibrio dinámico” que habría que “mantener” o “restaurar” frente al “cambio”. En función de la escala de tiempo que se considere se puede llegar a la conclusión de definir duraciones “fuertes” o “débiles”, lo que implica una pérdida de sentido.

Y por último están los humanistas de las ciencias sociales que son los contestatarios por naturaleza del desarrollo sostenible tal y como es conocido desde hace treinta años. Esta posición se entiende muy bien en cuanto se observan las relaciones de fuerza entre estas tres dimensiones. Los argumentos económicos tienen un peso político incomparable en relación con los otros dos, lo esencial de la investigación unida al desarrollo sostenible es acaparado por los ecologistas y los agrónomos, mientras que las ciencias sociales están desconsideradas y sin a penas representación... Por lo tanto, sus críticas se dirigen a los dos modelos. Ivan Illich designa al desarrollo sostenible económico como subdesarrollo sostenible: “el subdesarrollo es la consecuencia de un desarrollo incesante de la aspiraciones materiales al que se llega gracias a una promoción intensiva de las ventas” (6). Los antropólogos y los sociólogos han denunciado numerosas violaciones de los derechos humanos ocasionadas por la aplicación de modelos estrictos de protección de la naturaleza, por ejemplo en la creación de parques nacionales (7). Otros critican incluso la gestión de los medios naturales por los naturalistas y preconizan una gestión social de la naturaleza declarando que no hay relaciones hombre-naturaleza, sino sólo relaciones entre hombres con respecto a la naturaleza (8).

¿Qué sentido le queda al desarrollo sostenible? He ahí un concepto que a pesar de su poder de fascinación, o más bien a causa de él, disfruta de una situación aventajada. Si el concepto ha sido aceptado por (casi) todo el mundo, la variedad de los discursos esconde la pobreza de las acciones en el terreno, traduce la divergencia de los imaginarios y revela planteamientos lógicos a menudo irreconciliables. ¿Será el desarrollo sostenible uno de esos “significantes flotantes” de los que hablaba Lévi-Strauss (9), uno de esos conceptos cuyas numerosas significaciones esconden un vacío de contenido? Llegado el caso tampoco tiene mucha importancia. Como dice Maurice Godelier: “estas representaciones que no dicen nada verdadero o falso sobre el mundo dicen mucho sobre los hombres que las piensan” (10). Es entonces cuando hablamos de mito, ¡pero sólo si el desarrollo pudiera serlo! No estaría mal si se considerase el mito como un intento de borrar las paradojas y lo irracional que intenta establecer el sin sentido o el deterioro inevitable para que ya no sean discernibles. El desafío de las acciones sobre el terreno es precisamente el de llegar a sobrepasar las contradicciones entre los actores para que pueda establecerse un diálogo o una negociación. Entre una teoría flotante y una práctica que se debate entre sus contradicciones, entre lo imaginario y lo real, se mantiene la dimensión simbólica del desarrollo sostenible. Su interés es el de actuar como objeto mediador. Sigue estando demasiado falto de realidad para convertirse en un mito fundador.

Epílogo:

Hace más de 30 años que se vienen estudiando los planes de la torre de Babel del desarrollo sostenible. Entre los múltiple trabajos con mucha “fachada” han surgido algunos trabajos pioneros en sus cimientos. No es necesaria la intuición divina para comprender que la torre se derrumbará por si misma si los albañiles desconocen el trabajo de los carpinteros y si faltan siempre los arquitectos.

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(1) Según Latouche S. (2001), John Pessey del Banco Mundial censó en 1989 (dos años después de la aparición del informe Brundtland) no menos de 37 representaciones diferentes del concepto “sustainable development”, mientras que el investigador François Harem recopiló unas sesenta.

(2) KRUGMAN P. (1990), citado y aplaudido por SAMUELSON P.A. y NORDHAUS W.D. (1998), p. 660.

(3) Ejemplo : los OGM permiten luchar contra el hambre en el mundo.

(4) Ver la caricatura queriendo ejemplarizar citada por SAMUELSON P.A. y NORDHAUS W.D. (1998), pp. 329-330.

(5) También es el punto de vista del ecólogo estadounidense Carl Jordan, “la conservación es una filosofía de la gestión del medio ambiente que no conlleva ni su despilfarro, ni su agotamiento, ni su extinción, ni la de los recursos y los valores que contiene”. (en HEYWOOD V., 2000), al igual que el de un miembro da la tribu Bakalaharil de Bostwana: « to us, preservation means to use, but with care so that you can use again tomorrow and the following year » (en POSEY D.A., ed., 1999, pp 129-130)

(6) ILLICH I. (1969)

(7) COLCHESTER M. (1999)

(8) WEBER J. (2000)

(9) LÉVI-STRAUSS C. (1950), p. XLIX

(10) GODELIER M. (1996), p. 34.

Translated from Développement durable : la deuxième tour de Babel ?