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Debate electoral: mucho ruido y pocas nueces

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Política

[OPINIÓN] El debate estrella de las elecciones españolas ha acabado siendo un conjunto de monólogos interminables en los que las ideas frescas han brillado por su ausencia. Ante una situación de cierto hartazgo electoral, todos los candidatos se han arriesgado poco para así, tal vez, conservar sus votantes. 

El debate televisado con los cuatro candidatos españoles a las próximas elecciones de 2016 se perfilaba como un debate histórico por ser la primera vez que el Presidente de Gobierno en funciones del Partido Popular (PP) confrontaba sus ideas no solo con el Partido Socialista (PSOE), su rival tradicional, sino también con las dos nuevas formaciones emergentes, Ciudadanos y Podemos. Sin embargo, a pesar de la expectación, el debate no dejó grandes momentos para el recuerdo. Con un formato muy encorsetado, dirigido por periodistas y dividido en tres grandes bloques (Economía, Política Social y Reforma Institucional), los candidatos, más que debatir, expusieron sus ideas con intervenciones nada rebatidas por sus adversarios. El tiempo para cada bloque estaba tasado, por lo que los moderadores cortaron de raíz cualquier atisbo de enfrentamiento.

Los mensajes de los cuatros grandes partidos apenas variaron con respecto a diciembre. El PP se proclama a sí mismo artífice de la recuperación de España, el PSOE defiende que es el único que garantiza el cambio, Ciudadanos se presenta como garante de la regeneración e insiste en su propuesta estrella del contrato único, mientras que Podemos alude de nuevo a la necesidad de aumentar el gasto público. Solo en el bloque de Reforma Institucional, donde se enmarca la corrupción, subió el tono del debate. Sorprendentemente, Albert Rivera (Ciudadanos) dirigió sus críticas a Rajoy, lo que dejó durante unos momentos paralizado al Presidente del Gobierno, a la vez que PSOE y Podemos se enzarzaban entre ellos. Los socialistas dejaron muy claro que Pablo Iglesias había impedido con su voto en contra un Gobierno de cambio en marzo. "Pedro, te estás confundiendo de rival", susurraba Iglesias en unos murmullos que se convirtieron en lo más comentado de la noche.

El aumento de la tensión vivido con el tema de la corrupción quedó finalmente en nada, y el debate caminó hacia el desenlace rodeado de bostezos. Fue entonces cuando los detalles, como la mesa llena de post-it de Rajoy o la incapacidad de los periodistas para que guiar el debate, se convirtieron en el tema estrella de todos los hogares españoles. Una pena que, cuando España se juega su futuro los próximos cuatro años, asuntos como la violencia machista ocupasen solo 22 segundos del debate. Algo parecido le ocurrió a la acogida de refugiados o la política europea, que apenas fueron tratados de forma superficial. El largo y tedioso debate terminó más allá de la medianoche, justo ahora que se encuentra en plena discusión la necesidad de racionalizar los horarios en este país, copiando buenas prácticas de Europa, para así, poder favorecer de una vez por todas la conciliación. España sigue sin conciliar, como sigue sin debatir, sin confrontar ideas de verdad. Resulta evidente que los candidatos evitaron hacer un debate bronco, seguramente porque creen que a estas alturas tienen más que perder que votos por ganar.

La pregunta es si reamente a alguien le favorece que los ciudadanos acudan a las urnas el 26-J con tan poca ilusión, y es que, seis meses después de las elecciones del frío diciembre, los comicios de este caluroso junio dibujan un panorama similar, con la incógnita de si habrá sorpasso [palabra italiana que significa adelantamiento y que aquí viene a explicar una ventaja electoral, nota de la editora] de Unidos Podemos al PSOE. ¿Tal vez la falta de confrontación durante el debate significa que llegarán a un acuerdo?