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Debate ciudadano con Juncker: y ahora ¿qué futuro le espera a Europa?

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El 18 de noviembre tuvo lugar un debate ciudadano con Jean-Claude Juncker en el Palacio de Bellas Artes (Bozar) de la capital belga, en el marco de las "Jornadas de Bruselas", organizadas por los diarios L'Obs, Le Soir y De Standaart. A continuación presentamos un resumen de ese encuentro ciudadano.

El día antes nos habían confirmado por email que, como consecuencia de los atentados de París, el acto se iba a mantener, aunque se iban a extremar las medidas de seguridad. El ambiente era extraño para lo que suele ser un día normal en el Bozar: registraban los bolsos, comprobaban con detenimiento las identidades de los allí presentes, e incluso a mí me abrieron las cremalleras del abrigo. Detrás de mí, alguien soltó: "esto es peor que para entrar en La Comisión".

Tras cumplir con los requisitos de seguridad por parte de los agentes, la tensión y los nervios iniciales dieron paso a un ambiente distendido y más tranquilo. Me instalé en uno de los cómodos sillones de la Sala Ágora del Bozar y observé al público: mucha sien plateada, sí, pero también mucha juventud. ¿Eso quiere decir ...que todavía hay jóvenes que se interesan por Europa? 

Aunque inicialmente no estaba previsto, lógicamente el debate se centró  en el problema de la lucha contra el terrorismo a nivel europeo. De inmediato pasamos al meollo del asunto con la primera pregunta, la de Béatrice Delvaux, jefa de redacción del Diario Le Soir: "Señor Juncker, Francia ha entrado en guerra?". Juncker, espantado, se negó a hablar en esos términos, aunque se refirió a los "actos de guerra" cometidos en París, reafirmó la idea de solidaridad entre Estados europeos y apoyó las medidas adicionales desplegadas por Francia: frente a una situación extraordinaria, medidas extraordinarias.

Inmediatamente el presidente le pasó la palabra al público asistente. Después de todo, ese es el objetivo de un debate ciudadano. Me atrevería a decir que las cuestiones planteadas fueron de una agudeza extraordinaria: inteligentes, precisas, pertinentes. Allí se tocó de todo, o casi todo: la posibilidad de poner en funcionamiento una policía europea para luchar más eficazmente contra el terrorismo, la crisis de los refugiados y el impacto de los ataques de París sobre ella, cuáles son los medios más idóneos para luchar contra el Daesh, el comercio de petróleo del Daesh y la postura al respecto de la Unión Europea, Siria, Turquía y Erdogan, el crecimiento y el empleo, la Europa federal, Merkel, la Europa social, la cultura y la educación, la utopía europea, el TTIP, el Brexit, la ciudadanía europea, ... 

Se suele decir que es precisamente en momentos como estos cuando más hay que escuchar a los ciudadanos europeos. Por un lado sí, porque tienen ideas, y por otro no, porque no les desanima del todo la idea de Europa.

Juncker parecía sentirse tan cómodo allí, que incluso remató con varias frases como que "no habrá Brexit", "las religiones tienen que ser un factor de unidad", "hay que oponer al terrorismo la fuerza y la razón", e incluso "desde que soy Presidente de la Comisión no  me ha desilusionado nada, porque nada me ha hecho ilusión". Escuchaba atento todas las preguntas, aunque esquivó unas cuantas, recurriendo a alguna que otra pirueta humorística y se hizo con la sala. Ni una pega, y eso sí que es raro en un político. La verdad es que, objetivamente, Jean-Claude Juncker es una persona divertida.

De las respuestas que allí escuchamos, yo destacaría un par de cosas: por ejemplo, su firmeza frente a quienes pretenten unir inmigración y terrorismo cuando se le preguntó por las declaraciones de los políticos polacos a este respecto. En cuanto a la crisis de los refugiados y el restablecimiento parcial de las fronteras en Europa, especialmente en los Balcanes, fustigó a los Estados miembros que, según él, no aplican las decisiones que ellos mismos han tomado. Sobre Siria, no dejaba de repetir que hay que "moderar" los prejuicios sobre ese país, porque, en su opinión, los occidentales conocen mal esa región. De Assad, lo mismo, que hay que hablar "con matices". En fin...  

Al final, un joven le preguntó sobre el futuro de Europa y Juncker respondió que no es tiempo de federalismos y que antes hay que resolver otros problemas; que en el futuro, habrá que replantearse la arquitectura europea; que una Europa a 30 ó 35 sería demasiado y dejaría de ser "una familia". Reconoció que cada vez hay más divergencia de valores en Europa, sobre todo entre el Este y el Oeste. Cuando le preguntaron acerca de los valores que comparte con Viktor Orbán respondió con un evasivo: "algunos..." El futuro de Europa dependerá quizás de esos valores en común, aunque no nos acaben de concretar qué valores son esos.

Translated from Dialogue-citoyen avec Juncker : et maintenant, quel avenir pour l’Europe ?