De Rob Ford a Berlusconi: ¿Por qué nos gustan tanto los escándalos?
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Diana Rodríguez GonzálezHace poco Rob Ford, el alcalde de Toronto, admitió fumar crack. Algunos pusieron el grito en el cielo, pero muchos se deleitaron con las transgresiones de esta figura pública. No podemos negar que nos encantan los escándalos, da igual si se trata de drogas o de orgías ¿Qué es lo que nos gusta tanto de las figuras públicas hedonistas?
El alcalde de Toronto, Rob Ford, desató una ráfaga de ingeniosos titulares relacionados con su consumo de crack cuando admitió el pasado noviembre que fumaba cocaína, después de negarlo “sinceramente” durante meses. La reacción unánime fue de incredulidad ¿Cómo puede estar metido en esos chanchullos un hombre de éxito en una posición de poder y responsabilidad?
En algunos sectores, la incredulidad estaba por supuesto teñida de rabia, pero muchos experimentaron ese escepticismo mezclado con hilaridad e incluso júbilo. Nos encantan los escándalos y esa dulce sensación de alegría ante el mal ajeno ¿Pero por qué? ¿Por qué tanta gente sonríe y se ríe en vez de condenar de manera rotunda a las figuras públicas hedonistas? En nuestra búsqueda de respuestas, vamos a echar un vistazo a algunos epicúreos de la UE.
Silvio Berlusconi, alias “Bunga Bunga”
Los nombres de los políticos que han hecho época normalmente son sinónimo de los movimientos que definieron. Tony Blair es sinónimo de nuevo laborismo, Charles de Gaulle se asocia al gaullismo y Abraham Lincoln se identifica con la abolición de la esclavitud ¿Y Silvio Berlusconi, el “gran” hombre que ha dominado la política italiana durante los últimos veinte años? Berlusconi no será recordado por ninguna política pionera ni ninguna escuela de pensamiento intelectual. Nada más lejos de la realidad. El nombre de Berlusconi trae a la memoria una sola cosa: las fiestas bunga bunga.
Puede que parezca un muñeco de cera que se va a derretir en cualquier momento, pero la resistencia de Berlusconi es realmente extraordinaria. Ha sobrevivido a siete escándalos sexuales, cada uno de los cuales podría haber destruido la carrera de un político en otro país. Sus fiestas bunga bunga son legendarias. Ha dirigido hordas de prostitutas disfrazadas de enfermeras y policías por su mansión cual lascivo director de orquesta. Su sentido del humor es igual de libidinoso. En abril de 2011 bromeaba diciendo: “Cuando les preguntaron si les gustaría tener sexo conmigo, el 30 % de las mujeres respondió que sí, mientras que el otro 70 % replicó '¿Qué, otra vez?' ” Este hombre es una vergüenza, pero el 29,1 % de los votantes aún apostaron por él en las elecciones de 2013
Su nombre a menudo provoca más risas que cólera ¿Por qué es tan deliciosamente escandaloso? El psiquiatra Massimo Fagioli dijo a la CNN: “Es la mentalidad católica. Peca por la noche y confiesa por el día” En otras palabras, nos encantan los escándalos descomunales porque hacen que nuestras propias fechorías parezcan poca cosa en comparación, un consuelo perenne para el pecador que llevamos dentro. Es así como podemos alcanzar la autoridad moral, por lo menos en nuestras mentes.
El Metodista de Cristal
El pastor Paul Flowers, de 63 años, parece un personaje sacado de una especie de parodia de Skins sobre jubilados hedonistas. Inexplicablemente, después de trabajar durante cuarenta años como pastor metodista, Flowers fue nombrado presidente del banco británico Co-op. En dos años, él solito ha conseguido llevar al banco al borde del precipicio. Fue llamado al Parlamento para explicar el desastre que había desatado, pero eso no fue más que el comienzo. Durante los siguientes días, el santo padre Flowers parece haber consumido el equivalente a su propio peso corporal de cocaína y ketamina. Y no es poco, teniendo en cuenta que padece de sobrepeso. Desde luego, su edad, peso y las descomunales cantidades de drogas que ha consumido hacen que nos preguntemos cómo su corazón ha podido sobrevivir a las desenfrenadas orgías gays.
El pastor afirmó ante el Parlamento que el banco Co-op tenía activos por valor de 3 mil millones de libras, cuando en realidad las cifras eran de 47 mil millones. Visto desde los ojos de un adicto a la ketamina, los fondos del banco parecen lejanos y diminutos ¿Y la guinda del pastel de este escándalo? Durante doce años, el padre Flowers estuvo al frente de una organización benéfica antidroga con el lema “Sincerarse sobre las drogas”.
Lo que parece ser especialmente escandalicioso del pastor Flowers es la pura audacia que posee. Un desdeño total por la autoridad es algo que a menudo admiramos, incluso si no estamos de acuerdo en cómo se manifiesta. Este pastor exuda un cierto atractivo anárquico. La envidia que inspira la alegría por el mal ajeno también es importante, evidentemente. A la gente le encanta ver cómo se tambalean las personas más exitosas que ellas y este “modesto” pastor sin cualificaciones para trabajar en la banca sin duda había excedido su llamada. Pero sobre todo, lo que parece atraernos es la fantástica aura de este escándalo: la realidad a veces supera a la ficción.
Javier Guerrero y el chófer de la cocaína
Javier Guerrero, exdirector general de Trabajo y Seguridad Social en Andalucía, recibió cuantiosas subvenciones de la UE para fomentar los negocios y crear empleo. Sin embargo, su plan de creación de puestos de trabajo parece haberse centrado en los campos de cultivo de cocaína de Colombia, más que dentro del marco de la economía española. Guerrero y su chófer, Juan Francisco Trujillo, al parecer gastaban 25.000 € al mes en cocaína. Desde luego, uno se pregunta cómo puede caber tanta cocaína en una nariz humana. Este hombre debe ser una especie de Góngora.
He aquí una posible (aunque quizás jocosa) explicación para nuestra obsesión por los escándalos: el puro asombro que inspiran algunas hazañas. Este escándalo, además de ser una aberración en el escenario político español, es también un testamento de la extraordinaria resistencia del cuerpo humano. Sin embargo, la indignación le gana el pulso al asombro en este caso, pues las tribulaciones económicas de España son todavía una herida abierta en la que Guerrero ha restregado sal. El neurocientífico Dean Burnett sugiere que la ambigüedad de los escándalos es una de las causas de nuestras extrañas reacciones emocionales, “como un robot ante una paradoja lógica”. Adversos ante la ambigüedad, ilógicamente nos decantamos por opiniones firmes.
Nos comportamos como robots en nuestra rutina diaria y nuestra inquebrantable obediencia a nuestros superiores, por eso uno de los mayores placeres que obtenemos de los escándalos seguramente sea la satisfacción de ver a otro robot desafiar su programación y anteponer sus propios idiosincrásicos deseos a las exigencias del poder. Estos escandalosos sinvergüenzas sirven como vía de escape para nuestro propio deseo de placer reprimido.
Translated from Rob Ford, Berlusconi, The Crystal Methodist: why do we love scandals so much?