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De presidentas y superhéroes

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Política

Alberto Nisman era un fiscal que había hecho una dura denuncia contra la presidenta argentina. La noche anterior a declarar, apareció muerto en su casa. ¿Suicidio? ¿Asesinato? Políticos, periodistas y ciudadanos discuten cual fanáticos de fútbol sobre el caso que conmociona al país. Cafébabel consultó a los argentinos que viven en Europa para conocer qué piensan al respecto.

De niño me encantaban los superhéroes. Me compraba todo tipo de cómics, tenía pegados pósters en mi cuarto e intentaba hablar como ellos. En el mundo de los superhéroes todo es más sencillo de comprender: están los que quieren salvar al mundo por un lado, y los villanos, que quieren destruirlo, por otro. Tomar partido por uno u otro no es tarea difícil.

En Argentina no hay buenos y malos: hay políticos y medios de comunicación; pro gobierno y contrarios al mismo. Como en todas partes del mundo, claro, sólo que en el país de la carne y del tango se vive de una manera mucho más pasional. Hay, en término futboleros, una bocariverización (o madridbarçalización) de cualquier asunto que ocupe la mesa de los argentinos. Se está a favor o en contra, y los que no toman posición son acusados de tibios e irresponsables. Las dicotomías abundan y separarse en bandos es deporte nacional. El problema, o uno de los tantos que tenemos, es que la manipulación exagerada y ruin que se hace de la actualidad política lleva a descreer, lisa y llanamente, aún más de todo. Es cierto que hay excepciones loables, es verdad que los cambios se ven a largo plazo y eso no cuadra con la ansiedad de la gente y mentiría si dijera que en los últimos años no hubo una recuperación de ciertas reivindicaciones históricas. Pero (siempre hay peros), el uso desleal y partidario de cada tema se repite a  diario, lesiona la confianza y cuesta aferrarse a lo que sea.

La muerte del fiscal Alberto Nisman vino a reforzar la idea. Nisman había hecho una denuncia que produjo un gran revuelo, tras afirmar que la mismísima presidenta Cristina Kirchner  “decidió, negoció y organizó la impunidad de los prófugos iraníes” acusados de perpetrar el atentado del 18 de julio de 1994 en Buenos Aires, cuando un coche bomba estalló frente a la sede porteña de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) y mató a 85 personas e hirió a otras 300. La oposición había invitado a Nisman a detallar su denuncia en la Cámara de  los Diputados y el fiscal tenía previsto acudir el lunes 18 de enero. La noche anterior a su esperada participación en el Parlamento lo hallaron en el baño de su casa con un balazo en la sien. A su lado, una pistola calibre 22 y un casquillo de bala. Hasta el momento la carátula de la causa es “muerte dudosa”.

Inmediatamente después de conocida la noticia, el mundo político, sacudido, como pasa cada vez conloquesea, se dividió una vez más. Funcionarios y medios de comunicación pro gobierno defendieron cual escuderos a su reina, y opositores salieron a agredir sin fundamentos comprobables. La sensación es siempre la misma, como cuando en esas películas apocalípticas un meteorito se estrella en el medio del mar y produce dos olas gigantescas que se alejan a gran velocidad una de la otra. Conloquesea en la política argentina pasa lo mismo. Y cuando las aguas vuelven a su lugar de origen ya todo está un poco más turbio, mezclado y pantanoso. A todo esto, una batería incesable de medios pro y contra ametrallaron día y hora para sostener o derrumbar teorías de acuerdo a sus filiaciones políticas.

Lo cierto es que con la arena política en ebullición, se hizo moneda corriente acusar cualquier crítica al gobierno como un intento de golpe de estado, mientras que desde la otra orilla, ante el zumbido de una mosca en un lugar incorrecto se pide la renuncia inmediata de la presidenta.

“Es una operación mediática con fines electorales” sentencia Lucas, (28 años), que está estudiando un máster en Milán. “Ni prestigiosos constitucionalistas, ni abogados, ni siquiera los más acérrimos medios opositores pudieron probar ninguna de las acusaciones”, lanza, para después aclarar que no se define kirchnerista. Y se despide reconociendo que está cansado de escuchar “sólo dos campanas” en el periodismo argentino.

Más académico es Pablo (31), que opina sobre el caso desde la productora audiovisual en la que trabaja en París. “Pienso que sólo el kirchnerismo sabe jugar con la mafia” y que “la dificultad está en construir una estructura de poder independiente del kirchnerismo, pero que pueda dialogar con él”. Asegura también que "la democracia en Argentina es joven y que todavía tenemos que aprender”. Explosiva es la respuesta de Ana (24), camarera en Berlín: “la presidenta es una corrupta, se robó todo y tiene que renunciar ya”, ametralla aclarando que no le "extrañaría que haya mandado matar al fiscal". 

Con una sinceridad llena de ternura, Clara (23), estudiante de arte en Londres, reflexiona un segundo: “mmm…Nisman…si…me suena…”. Evidencia así que algunos ni se dan por enterados de la cuestión de los bandos, las divisiones, los pro, los contra, la política y los medios. O tal vez prefieren no saber y reposar en el desconocimiento que otorga la lejanía. 

En fin, un tema que hace estallar las redes sociales, se hace presente en la mesa familiar después de los almuerzos y en las pausas de café en las oficinas. Yo pienso de nuevo en mis cómics de cuando era niño. Argentina nunca tuvo un Superman o un Batman, pero tiene un Nisman.