De mayor voy a ser como mi papá: Presidente
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Tiene los ojos de su madre, el mentón de su abuelo… Y un prometedor futuro en política como su padre
Desde las casas reales europeas hasta Falcon Crest, las sagas familiares siempre han despertado interés en la opinión pública, que nos han ofrecido más de una historia jugosa que destripar. Algunos ‘hijos de’ se quejan de cómo la fama de sus progenitores han eclipsado su verdadero valor, al no poder evitar las comparaciones y las sospechas de enchufismo (pobre Enrique Iglesias). Sin embargo, en otros ámbitos, la carga de la genética parece mucho más llevadera. Tal es el caso de la política: a menudo, de padres a hijos, la profesión se lleva en la sangre, al igual que la agenda de contactos, que parece ser más útil incluso que la genética.
La última manifestación de la predisposición genética a los cargos públicos de la clase política la ha dado el hijo del presidente francés, Jean Sarkozy, que ha mostrado una precocidad sorprendente. Junior, como se le conoce irónicamente en Francia, ha presentado su candidatura a la presidencia del EPAD, el organismo público que regula el importante barrio parisino de negocios de La Defensa, ¡con solo 23 años! Además, el segundo vástago de Sarkozy, ya era concejal en la burguesa ciudad de Neuilly sur Seine, de la que su padre fue alcalde entre 1983 y 2002, y consejero del departamento de Altos del Sena. Para más inri, Jean no ha terminado todavía siquiera sus estudios, por lo que su genio prematuro no parece haberse manifestado de la misma manera en su vida académica.
¡A qué viene tanta polémica!
La polémica sobre Jean Sarkozy ha sido una simple falta de protocolo
La polémica está servida: los opositores acusan a su padre de favoritismo y sus partidarios denuncian la persecución que sufre el chiquillo por llamarse como se llama (casi se me saltan las lágrimas). Sin embargo, ¿qué hay de nuevo en esta situación? Nadie se sorprende ya de que los mismos apellidos se repitan en los titulares de la sección política generación tras generación (se me viene a la cabeza el ejemplo ‘Mitterand’, nombre que sirvió para un antiguo presidente francés como ahora sirve para un ministro de Cultura -su sobrino).
¿Para qué entonces hacerle pasar al pobre Jean por todos esos puestos de segunda categoría, si ya sabemos dónde va a acabar? Mejor saltarse este proceso tan aburrido, ha debido de pensar su padre, quizá aconsejado por el padrino del niño, Brice Hortefeux (sí, el mismo, el ministro del Interior francés). La verdadera novedad, por tanto, es que Jean es joven, y que no ha pasado por las escuelas de rigor en estos casos (sobre todo en Francia, un país en el que los enarcas -estudiantes de la ENA, Escuela Nacional de Administración- copan la mayor parte de puestos públicos de responsabilidad). Una simple falta de protocolo. Lástima que otros jóvenes (mujeres también, que parece que los genes de la política pasan en la mayoría de los casos junto al cromosoma Y) licenciados en escuelas menos rimbombantes y con apellidos más banales no puedan acceder al puesto que pretende Junior.