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De marcha por París: las protestas vecinales cierran las salas de conciertos

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César

Sociedad

Está previsto que se celebre en Francia una reunión entre políticos y promotores de conciertos con objeto de evitar la desaparición de la vida nocturna de la capital. Sin embargo, el debate en cuestión obvia la raíz del problema

El pasado 4 de mayo de 2010, el Ministerio de Cultura reaccionó por fin poniéndose en contacto con los autores de la petición Quand la nuit meurt en silence ('Cuando la noche muere en silencio') presentada en octubre del año anterior por promotores de conciertos y músicos y en la que éstos habían solicitado apoyo político y una mayor tolerancia para sus actividades. Según el autor de la petición y fundador de la asociación Nuit Vive('Noche Viva'), la vida nocturna de París se estaba muriendo y era preciso acudir a su rescate. Los argumentos expuestos en dicha petición eran de índole fundamentalmente económica: los empresarios que explotan bares y discotecas garantizan empleos, fomentan el turismo y pagan impuestos.

Desde luego, los autores de la petición tienen razón. Está en peligro la supervivencia de un sector económico. Sin embargo, el principal argumento de la carta queda lejos del meollo de la cuestión, ya que el clima de intolerancia que reina en París parece medirse con la vara de las ganancias y las pérdidas, como si la calidad de vida no fuera otra cosa que un modelo de negocio. Se trata de un problema de mentalidad: los residentes consideran us propia comodidad más importante que el derecho de otros a ejercer su estilo de vida.

Cuando una joven pareja se muda a un piso situado encima de un local que lleva abierto desde 1865 e interpone reiteradas denuncias por el ruido que dicho local causa, hasta que éste se ve obligado a cerrar, tal como sucedió  con la sala Bataclan, hay que empezar a hablar de un fenómeno social, no económico: el problema no es lo caro que resulta instalar en un edificio antiguo lo último en materia de aislamiento acústico. Tampoco se refiere al importe astronómicamente elevado de las multas impuestas en relación con cada denuncia. Se trata de un problema de mentalidad: los residentes consideran la comodidad propia más importante que el derecho de otros a ejercer su estilo de vida. Es un problema de apertura, tolerancia y capacidad de diálogo. Se trata de comprender el espacio público como un bien común y de redefinir la ciudad como un lugar de participación.

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París necesita un debate público sobre el tipo de sociedad en el que queremos vivir, no un potencial incremento de las ganancias del sector del ocio. Las negociaciones previstas deben constituir el pretexto para que se entable dicho debate y no ser un tira y afloja sobre la solicitud de subvenciones. Ahora toca esperar a que tenga lugar la cita prevista con el gabinete del ministro francés de Cultura, Frédéric Mitterrand. 

Foto: Bataclan ©Kmeron/flickr

Translated from Party in Paris - Menschlichkeit statt Marketing