Dar calabazas en Halloween
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Cuando se acerca Halloween, el lenguaje se deja influir por brujas, calabazas y caramelos…
Se acerca el 31 de octubre y los niños de muchos países europeos se preparan para festejar Halloween con gran regocijo. Preparan sus disfraces, decoran sus casas con motivos siniestros y vacían calabazas para utilizarlas como lámparas. Y ataviados de forma aterradoramente inocente se lanzan a las calles para entonar el famoso “truco o trato” a las puertas de sus vecinos. Y ya se sabe, si no hay trato, gamberrada al canto.
Halloween no sería lo mismo sin sus calabazas. Y la Torre de Babel de esta semana, tampoco. Un niño polaco, enfadado con alguien que se niega a darle caramelos, le da un cabezazo, o un calabazazo (z dyni, en polaco). Sus amigos franceses y alemanes, impresionados por la racanería del tipo, le insultan llamándole cabeza de calabaza (tête de citrouille o Kürbiskopf , respectivamente).
Los pequeños, por más que le explican una y otra vez en que consiste el juego, no consiguen hacerle entrar en razón. Muchos de ellos piensan que es una calabaza (essere uno zuccone, en italiano), un inepto o un ignorante. El más gamberro de ellos no duda en lanzar una piedra contra su ventana, sin importarle ser visto. El imprudente muchacho, italiano, no tiene sal en la calabaza (non avere sale nella zucca), osea, no tiene luces.
La noche avanza y algunos de los mayores que acompañan a los niños insisten en volver a casa. Los niños protestan: “te vas a convertir en una calabaza”, les dicen. O lo que es lo mismo, turn into a pumpkin, expresión inglesa extraída del cuento La Cenicienta, para recriminar a alguien cuya vida es demasiado aburrida.
En el camino de regreso a casa, un joven divorciado, padre de una encantadora niña de siete años, aprovecha para entablar conversación con una apuesta madre soltera de gemelos y culminar proponiéndole una cita. Pero esta lo rechaza a la española. Es decir, le da calabazas .