Cuando los balcanes dan la espalda a europa
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Antonio Tena CorrederaA pesar de que la UE apoye las economías balcánicas en previsión de una futura ampliación, el sentimiento antioccidental allí todavía es fuerte y extenso. Serbia afronta una de las recesiones más duras del continente, mientras que Croacia, recientemente admitida en la Unión, lucha por recuperarse pese a recibir financiación a raudales. Reportaje
Solamente en el Consejo Europeo de Salónica de 2003, Romano Prodi – por aquel entonces Presidente de la Comisión Europea – tuvo la osadía de incluir a los Balcanes en una política europea de amplio espectro. Antes de eso, debido a la fragmentación de Yugoslavia y las guerras, la península se consideraba más una especie de Far West y un campo de batalla entre los intereses de europeos, rusos e iraníes. Parece que, aún hoy, nadie ha ganado la partida.
LEJOS DE EUROPA
El primer logotipo de la UE en Belgrado (Serbia) lo veo casi de casualidad, oculto por un cartel gigante con la bandera nacional y la rusa que se mezclan entre sí: una celebración de la hermandad eslava en nombre de su santidad Gazprom. Otros carteles no son más que marcos aquí y allá, entre las piernas de alguna arrebatadora modelo y la pantalla en la que aparecen los resultados del fútbol. No es que vaya mucho mejor en Ucize. Una placa me indica que en el centro hay una oficina encargada de gestionar los fondos europeos (probablemente aquellos destinados al mantenimiento de la meseta de Zlatibor, uno de los buques insignia del turismo de los Balcanes), pero resulta difícil leer las letras descoloridas por el óxido. En cambio, en Bosnia no hay ni siquiera una señal, a duras penas algún logotipo al final de todo de los carteles que anuncian algún proyecto en marcha desde hace 10 años.
La cosa mejora sustancialmente una vez se llega a Montenegro. La propaganda europea aparece por todas partes: desde la co-financiación de proyectos para la restauración del patrimonio ambiental y artístico, hasta la mera presencia de mensajes promocionales de la UE. Sin embargo, también aquí es más fácil ver el rostro sonriente de Milo Djukanovic, líder de la coalición que ganó las elecciones en otoño de 2012, y sus proclamas para un nuevo Montenegro. Probablemente se trate de los últimos coletazos de un primer ministro en decadencia después de 23 años en el poder de un país que atraviesa una grave crisis económica (aunque menos grave si se compara a la del resto de la zona), una nación que en parte debe su independencia de Serbia a Europa.
Por el dinero
"No hay mucho que decir. A nosotros nos interesa vuestro dinero, no vuestra política.", admite con franqueza Tsenka , una de mis guías. "Las viejas generaciones todavía no se fían de la UE. Es cierto que sin los fondos procedentes de Europa y los Acuerdos Marco no habríamos llegado demasiado lejos, pero tal vez nos las podríamos haber apañado igualmente sin vuestras misiones de paz", añade Branko, su compañero. Me permito señalarle que, desde la caída del régimen, no se han necesitado cascos azules para traer el caos al país y que Serbia, el país de la zona más afectado por la crisis, ha recibido una financiación de 3000 millones de dólares por parte del FMI (Fondo Monetario Internacional). La respuesta es siempre la misma, desde Virpazar a Srebrenica: Occidente no es un invitado demasiado querido. Sobre todo desde la adhesión de Croacia a la UE, un acontecimiento que marca aún más los límites entre la denominada Balkanische Mitteleuropa (la parte septentrional de los Balcanes) y el resto de la península. A pesar de encontrarse rodeados, los antiguos estados de la antigua Yugoslavia no quieren ceder demasiado a Bruselas.
Entonces, lo de la ruta aérea Charleroi-Podgorica inaugurada hace poco, ¿es sólo una coincidencia? “No, tal y como ya hemos dicho, aunque queramos mantener nuestra identidad, estamos obligados a rendir cuentas con vuestro expansionismo", admite Branko. Frases que oigo repetir también a despreocupados estudiantes de secundaria y universitarios. Aunque resulte difícil encontrar a alguien que no aprecie las ventajas que ofrece Europa (supresión de gran parte de los visados y la posibilidad de viajar tan sólo con el carné de identidad desde 2010), la defensa de la identidad es muy fuerte. Para entender la relación entre esta tierra y Europa, más de una persona me recomienda ver la película 70 dana (70 días). En el largometraje, un indómito joven secuestra a una abuela para sustituir a la suya, recién fallecida, y poder seguir así cobrando su pensión de guerra. Seguidamente, toma un tren hacia Zagreb porque está cansado de Serbia.
entre dos gigantes
Irónicamente, las voces más europeístas son las de aquellas personas que poco tienen que ver con la cultura balcánica. "Si fuera por el gobierno central, Cattaro aún seguiría sin estar arreglada: ahora es una joya", confiesa un miembro del grupo político local de nacionalidad italiana que, sin embargo, prefiere permanecer en el anonimato. "Desde que Europa nos reconoció como minoría legitima en 2008, hemos dado pasos de gigante", me dice mientras me muestra las antiguas estructuras venecianas. A pesar de que haya sido precisamente el camino de la independencia montenegrina lo que haya permitido desbloquear los fondos, mi interlocutor considera que no han sido Roma, Podgorica o Belgrado las que han dado a Cattaro (nunca dice Kotor, el nombre en serbocroata) una segunda vida, sino Venecia. Egor, un ruso que ha encontrado trabajo en Montenegro como empleado de telecomunicaciones de una pequeña empresa, se muestra más sosegado. "Decían lo mismo de nosotros hace 10 años (cuando Putin hizo llover sus rublos sobre los Balcanes para mantenerlos fuera de la órbita europea). Ahora es más fácil para los de mi edad encontrar trabajo aquí en Podgorica que en Rusia. Abrirán las puertas a Europa en cuanto se den cuenta de que no son capaces de arreglárselas eternamente solos entre dos gigantes".
Translated from Quando i Balcani danno le spalle all'Europa