¿Cuáles son, y adónde van, los principales impuestos españoles?
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Por regla general, los ciudadanos carecemos de una visión global sobre los impuestos que pagamos en nuestro país y de las inversiones que se realizan con el dinero recaudado, una inyección económica esencial para afrontar los costes derivados del estado del bienestar español.
Por regla general, los ciudadanos carecemos de una visión global sobre los impuestos que pagamos en nuestro país y de las inversiones que se realizan con el dinero recaudado, una inyección económica esencial para afrontar los costes derivados del estado del bienestar español.
La clasificación más utilizada de estos impuestos los diferencia entre impuestos directos e indirectos. Los primeros gravan la posesión de un bien o la obtención de una renta (la riqueza), mientras que los segundos inciden en la circulación de la riqueza por consumo o transmisión.
Como impuestos directos figuran el IRPF, el de Sociedades, el de Sucesiones, el de Patrimonio y otros menos conocidos, por su carácter específico, como el Impuesto sobre la Renta de no Residentes. Entre los indirectos, además del archiconocido IVA, destacan la Renta de Aduanas, el impuesto de Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados y los impuestos especiales, asociados a la compra o el consumo de bienes muy concretos: alcohol, tabaco, hidrocarburos y matriculación de vehículos de transporte.
El Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas grava los ingresos obtenidos por cada persona, convirtiéndose así en una contribución individual a las arcas del Estado, dependiente de la capacidad económica. Cuando se trata de personas que no viven en España, se denomina Impuesto sobre la Renta de no Residentes y se cuantifica de una manera distinta. En el mismo sentido que estos dos, el Impuesto de Sociedades se aplica sobre el beneficio neto de la actividad económica realizada por las empresas.
El Impuesto de Patrimonio, por su parte, se calcula descontando a los bienes que posee una persona las cargas y deudas que afronta.
Por último, el Impuesto de Sucesiones es abonado por aquellos que reciben dinero o bienes de manera gratuita —nunca a cambio de trabajo, servicios u objetos—; es decir, herencias o legados —procedentes de personas fallecidas— y donaciones —realizadas por personas vivas.
Entre los impuestos indirectos, el más popular y detestado es el IVA (Impuesto sobre el Valor Añadido), que carga todo tipo de compraventas, gravando, en consecuencia, el consumo.
La pregunta fundamental es: en España, ¿adónde va el dinero de mis impuestos? La realidad es que lo recaudado se reparte entre el Estado y las comunidades autónomas (es el caso del IVA y el Impuesto de Sucesiones y Donaciones, por ejemplo): según estudios realizados, de cada cien euros recogidos catorce se dedican a sanidad y nueve a educación, mientras que las pensiones suponen cerca del 40 % de las aplicaciones de nuestros impuestos. Otras partidas importantes en esta inversión posterior son las políticas de seguridad y defensa, las medidas impulsoras de la economía, las infraestructuras, los servicios públicos generales, las políticas de desarrollo cultural y, por supuesto, los intereses de la deuda del país, que podrían suponer en torno al 7 % del total.