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Cosmofobia para evadirse de Europa

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princepolo

Sociedad

Toda esta historia del fin del mundo empezó con Nibiru: un planeta que, al chocar contra la Tierra, iba a provocar su destrucción en mayo de 2003. Cuando no se cumplió la profecía de los sumerios, la fecha del exterminio se retrasó a diciembre de 2012. Los científicos de la NASA aseguran que no existen razones para que ocurra nada extraordinario en diciembre de este año.

Pero los más suspicaces se preguntan si, para evitar el pánico, no será que a los políticos les conviene que la información sobre la posibilidad del fin del mundo se mantenga en secreto.

''Si hubiera un planeta acercándose a la Tierra, sería el punto más claro en el cielo, después del Sol y la Luna”, declara David Morrison, astrónomo planetario que se ocupa de la cuestión de los asteroides que podrían suponer una amenaza para la Tierra. “No se puede ocultar un planeta. Además, conozco los círculos de los astrónomos y sé que no se sentirían obligados a mantener en secreto sus investigaciones científicas”. A pesar de las pruebas científicas de la ausencia de amenaza, nos acompaña un miedo que David Morrison denomina cosmofobia, evocando los fenómenos que son causas más frecuentes de ansiedad: la fractura de la Vía Láctea, la desaparición del campo magnético de la Tierra, el agujero negro del centro de nuestra galaxia, la inversión de los polos geomagnéticos de la Tierra, las supernovas y muchos otros.

El instituto de investigación IPSOS afirma que, de 16.262 encuestados de 21 países, el 14% cree que el fin del mundo está cerca. Ese mismo punto de vista lo comparten el 22% de los ciudadanos de Turquía, mientras que solo un 6% de los encuestados franceses, un 7% de los belgas y un 8% de los de los de Gran Bretaña está convencido de que pronto llegará el Armagedón.

Húngaros, portugueses, turcos y rusos son considerados como las nacionalidades más apenadas de Europa y las que más creen en el fin del mundo.

'''El fin del calendario maya el 21 diciembre no nos llevará al apocalipsis, al igual que no lo hará la última hoja del calendario que tienes en la pared de la cocina. La fecha del 21 de diciembre indica el fin de un ciclo, tras el cual comienza el siguiente’’, dice la página oficial de la NASA.

Sin embargo, el 10% de los encuestados no se lo cree y, entre ellos, el mayor grupo lo forman los chinos (20%). En Europa, los que más sentencian el fin del mundo de entre los participantes en la encuesta son rusos y turcos (un 13%). No fue mucho más bajo el resultado de los encuestados procedentes de Polonia y Hungría (un 12%), Francia y España (un 10%). Los que menos se lo creen son los alemanes (solo un 4%), los británicos (un 7%) y los italianos (un 7%).

Si comparamos los resultados de esta encuesta con el nivel de satisfacción con la vida, resulta que, sobre el fin del mundo, es más fácil creer a los que declaran que son infelices. En una encuesta realizada por la OCDE se tuvieron en cuenta, entre otras cosas, condiciones de vida como la salud, la educación, la renta y la cantidad de experiencias positivas a lo largo del día. Resulta que los más tristes de Europa son los húngaros, los portugueses, los turcos y los rusos, que juntos forman el mayor grupo de los que consideran que nuestro planeta va a dejar de existir todavía antes de Navidad.

Tantas como europeos —especialmente jóvenes— hay en paro.

Los analistas de IPSOS explican el resultado por la media de edad relativamente baja de la sociedad, sugiriendo que es más fácil creer en el Armagedón para los que son jóvenes y sin experiencia. Puede que los encuestadores de IPSOS tuvieran en mente la experiencia profesional, porque de exceso de esta no se pueden quejar los jóvenes de la Unión Europea: según datos de Eurostat, en octubre 5,678 millones de personas —el 23,4 % de las cuales no habían cumplido los 25 años— se quedaron sin trabajo —279.000 más que en octubre de 2011—. La misma fuente afirma que hay 40 millones de europeos que viven en la pobreza, entendida como la carencia de fondos para pagarse un piso y las facturas asociadas, la falta de teléfono, de lavadora o televisor.

Así, no es de extrañar que al acercarse las Navidades busquemos en el cielo planetas misteriosos, agujeros negros y otros presagios de aniquilación. Los ignorantes analizamos la astronomía, temiendo lo que está fuera del alcance de la influencia humana, y mientras tanto nos supera la macroeconomía, la crisis social y la cantidad de problemas terrenales que existen. Este año, la Navidad se desarrollará como siempre, solo que, una vez que pase, los europeos van a tener que empezar 2013 con más determinación a la hora de cumplir los propósitos de año nuevo: esa es la mejor terapia contra la cosmofobia.

Fotos: portada (cc) alexis mire/Flickr; texto, (cc) zetson/Flickr y (cc) Vsharma/Flickr.

Translated from Europejska kosmofobia?