Corresponsales en Bruselas: una apuesta por Europa
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Periodistas de distintas nacionalidades se consideran privilegiados por aportar comprensión a la diversidad del la Unión. Desde el corazón de Europa en Bruselas, para todo el continente
La multiculturalidad de la que goza y padece al mismo tiempo Europa, es un concepto cuya explicación es una constante en el trabajo de un corresponsal en Bruselas, labor que, según afirman los periodistas consultados por Café Babel, “es un auténtico privilegio”. Sin embargo, esta diversidad provoca a veces un distanciamiento entre el público europeo y los medios de comunicación, por lo que los que se dedican a comunicar actúan a la vez como embajadores de Europa.
Gran Bretaña, cada vez más una isla
David Rennie, es uno de los pocos corresponsales de medios ingleses, en este caso de The Economist, que queda en Bruselas. La independencia con respecto al continente que ha caracterizado siempre al Reino Unido se refuerza aún más ante los intentos fallidos de acuerdos europeos. Ya en 2004, los noes de Francia y Holanda supusieron una retirada casi inmediata de periódicos británicos de la escena europea. Ahora, el no irlandés parece alejar más aún esta relación británico-europea. La lentitud burocrática, la puesta en marcha de una ley meses o incluso años después de ser aprobada y el incumplimiento de la misma, son aspectos con los que Inglaterra “no puede comulgar”, recalca el corresponsal de The Economist. “Solo una crisis económica importante”, asegura David Rannie, podría suscitar un cambio de actitud entre la ciudadanía inglesa, ya que en este campo, “sí se piensa que la unión hace la fuerza”.
Solo una crisis económica importante podría despertar el interés de la ciudadanía inglesa en la Unión Europea
Cuando él llegó, había siete oficinas de prensa británica, actualmente, solo The Times, The Finacial Times y The Guardian mantienen sus corresponsalías. David Rannie cree que este recorte se debe al claro descenso de interés por Europa que experimenta Gran Bretaña, una realidad que hace de su tarea una “misión y un privilegio”. A priori, la defensa del catalán es una lucha considerada “absurda” en un momento tendente a la globalización: “cuando uno tiene la posibilidad de indagar y transmitir la persecución que esta lengua sufrió durante la dictadura española, el lector puede ser más comprensivo y menos intransigente con cada una de las peticiones nacionales de la Unión”, comenta David Rannie, como un ejemplo de su labor.
Explicar Europa a los irlandeses
Inglaterra no es el único país que manifiesta cierto desinterés por los asuntos europeos. El ejemplo más reciente es Irlanda. Jaime Smyth, corresponsal de The Irish Times, reconoce que su principal cometido es estimular el interés de la población irlandesa por la UE y hacerle ver “cómo influyen las decisiones que aquí se toman en la vida cotidiana”, todo un desafío también para el funcionamiento interno de la UE que abusa de una “eurojerga” indescifrable para el ciudadano de a pie. Hoy en día, un arduo empeño que se agudiza tras el no al Tratado de Lisboa. Jaime cree que este no responde a la campaña paupérrima que llevó a cabo su gobierno y la complejidad del documento en sí. Además, sostiene el periodista, la falta de confianza política después de la dimisión del Primer Ministro, justo un mes antes de que se produjera el referéndum “ha creado un ambiente muy escéptico puntual”. Entre bromas, Jaime Smyth aclara que él ha escrito piezas en serie de 10.000 palabras para intentar mostrar qué es el Tratado de Lisboa, aunque, “la gente se aburre… al menos espero que no sea por mi trabajo”, concluye.
Todos los periodistas comparten un común denominador: las noticias escritas intentan captar la atención del lector teniendo muy en cuenta el perfil de este, adaptación que Rolf Fredriksson, corresponsal de la televisión pública sueca, prefiere llamar “falta de rigor profesional”. Rolf se muestra especialmente crítico con la Unión y los medios que cubren sus actividades, cree que el enfoque de las noticias está muy marcado por la procedencia del periodista que las redacte y asegura que tienen una clara influencia sobre la ciudadanía a la que va dirigida. “Ahora, por ejemplo, los países pobres del sur como Portugal o España se muestran muy proeuropeos, ¿qué pasará cuando dejen de recibir dinero?”, se pregunta el sueco.
Un trabajo incesante
La preparación de un corresponsal en Bruselas no tiene límites. Conocer en profundidad la situación política, social y económica de los 27 países miembros de la Unión implica un estado de “alerta permanente” los siete días de la semana. María Ramírez, corresponsal del periódico español El Mundo, desde mediados de mayo no recuerda haber tenido un día libre. “Gracias al compañerismo que existe entre nosotros, especialmente a la hora de hacer background, podemos llegar a todo, o casi todo”. En estos últimos meses, el reclamado por excelencia ha sido Jaime Smyth, en el próximo periodo, los franceses pueden ir cargando las pilas porque Sarkozy promete “gran actividad”, expone María.
La pequeña comunidad que se crea entre corresponsales genera una serie de puntos comunes que María Ramírez compara con la época escolar. De lunes a viernes, siempre hay una sesión informativa a las doce de la mañana donde la organización de la prensa de la Unión convoca a todos los periodistas para anunciar el orden del día: desde entonces hasta las 18 horas, cada cual realiza sus entrevistas y consultas pertinentes y se comienza a enviar la información a los medios. Pero todo tiene su recompensa: en agosto, descanso prescriptivo; incluso los bares de las calles de los alrededores de la Comisión como Rue de la Loi, Rue Bellard o el Boulevard Charlemangne cogen vacaciones obligatorias porque su zona queda desierta.